Investigadores de la Universidad Pablo de Olavide (Sevilla) han confirmado que la memoria se ve seriamente afectada cuando los sujetos son privados de sueño, independientemente de que los eventos que han de ser recordados tengan o no carga emocional. Los investigadores han estudiado cómo estos dos factores intervienen en el proceso de aprendizaje.
Investigadores del Laboratorio de Neurociencia Funcional de la Universidad Pablo de Olavide (Sevilla), dirigidos por la doctora Mercedes Atienza, han podido confirmar que la memoria se ve seriamente afectada cuando los sujetos son privados de sueño, independientemente de que los eventos que han de ser recordados tengan o no carga emocional. Los resultados de este trabajo sugieren que tanto el sueño como las emociones ejercen un efecto modulador sobre la memoria, pero lo hacen de forma independiente.
Son cada vez más abundantes las evidencias experimentales que apuntan al papel del sueño fisiológico como un facilitador natural de los procesos neuronales que subyacen a la consolidación de la memoria. Esto no significa que el ser humano aprenda durante el sueño, sino que si duerme tras haber adquirido un nuevo aprendizaje, éste no sólo se asimila mucho mejor sino que puede quedar almacenado en la corteza cerebral durante un período más prolongado de tiempo. Las emociones también ejercen un efecto similar sobre la memoria. Los humanos tienden a recordar de forma más eficiente situaciones o eventos con una fuerte carga emocional comparados con eventos de carácter neutro.
Según los expertos de la UPO, las emociones ejercen su efecto durante la codificación de los estímulos, principalmente a través de la amígdala; mientras que el sueño, por su parte, facilita la consolidación de memoria cuando el estímulo no está presente, principalmente a través del hipocampo. Tal y como asegura Mercedes Atienza a Andalucía Investiga, “tanto el sueño como las emociones ejercen un importante papel sobre los mecanismos cerebrales de la memoria, sólo que cada uno lo hace a través de diferentes estructuras del cerebro y en distintas ventanas temporales del proceso de aprendizaje".
Para evaluar el efecto de la privación de sueño y de las emociones sobre la memoria, los investigadores presentaron a estudiantes universitarios imágenes con y sin contenido emocional. Tras la realización de esta prueba, la mitad de los participantes durmió normalmente en casa, mientras que la otra mitad fue privada de sueño hasta la noche del día siguiente. Una semana más tarde, todos los participantes (privados y no privados de sueño) fueron expuestos a una parte de las imágenes que habían visualizado en la primera sesión entremezclada con imágenes nuevas. Ante cada fotografía, los sujetos no sólo informaban sobre si recordaban haberla visto o no en la sesión anterior, sino que en caso afirmativo, debían informar acerca de si eran capaces de recuperar algún tipo de información contextual relacionada con la imagen.
Según afirma Mercedes Atienza, “las personas privadas de sueño mantienen intacta la sensación de haber visto la mayor parte de la imágenes presentadas con anterioridad pero, sin embargo, tienen más dificultades que las personas no privadas de sueño para recuperar detalles contextuales asociados a esas imágenes, independientemente de que éstas tengan o no contenido emocional”. Es decir, el sueño fisiológico no potencia especialmente la capacidad para recordar eventos con carga emocional, aunque sí es necesario para su estabilización. Y es que la carga emocional que acompaña a un evento o estímulo no es en sí misma suficiente para que, tras la privación del sueño, éste quede protegido de interferencias posteriores y pueda consolidarse en las redes neuronales.