El ruido que generan los aviones al sobrevolar la ciudad es mayor en los edificios con fachadas situadas delante o más expuestas a las trayectorias de las aeronaves, así como en las calles tipo cañón. Investigadores de la Universidad Politécnica de Madrid, junto a colegas italianos, lo han comprobado al estudiar las ondas sonoras producidas en el entorno urbano de los aeropuertos de Madrid Barajas y Galileo Galilei de Pisa.
Un equipo de investigadores de la Universidad Politécnica de Madrid (UPM) y del Consiglio Nazionale Delle Ricerche (CNR) de Pisa, en Italia, ha realizado un estudio de mediciones acústicas en sitios con exposición al ruido de aviación para determinar la diferencia de ruido que afecta a las fachadas de un edificio en función de su orientación con respecto a la trayectoria de vuelo, el tipo de calle en que se encuentre y la cantidad de trayectoria de vuelo que tenga en transmisión directa.
Los resultados, publicados en la revista Acoustics Australia, permitirán generar en el futuro factores de corrección para optimizar la protección de los edificios frente al ruido de aeronaves. Así se podrá diferenciar, por ejemplo, habitaciones más o menos expuestas dentro de un edificio, o edificios más o menos vulnerables en una misma calle.
El ruido es un problema importante que aqueja a la sociedad actual por los inconvenientes que puede producir en la salud y el medio ambiente. Puede provocar por ejemplo perturbación de sueño y, como consecuencia, irritabilidad y baja productividad laboral. Distintos organismos internacionales han propuesto metas para reducir los niveles de ruido desarrollando políticas públicas y normas internacionales que se van implantando paulatinamente en los distintos países.
Dentro de las estrategias para reducir la contaminación acústica, existen herramientas que predicen el nivel de ruido aeroportuario en una región durante un período de tiempo determinado a través de datos estadísticos. Sin embargo, dichas herramientas no consideran elementos básicos de los entornos urbanos como los edificios, mismos que modifican los niveles de ruido.
Reflexión de ondas según las calles y la organización de los edificios
En un entorno urbano existen elementos que impiden una transmisión directa de ruido y que, junto con otros fenómenos físicos, generan distintos niveles de presión sonora. Como señala Rodrigo Flores, doctorando del grupo de Investigación en Instrumentación y Acústica Aplicada (I2A2) de la UPM, “los aviones constituyen fuentes de ruido que al sobrevolar una ciudad provocarán contaminación acústica. Las calles y la organización de los edificios generan efectos de reflexión de ondas, dando origen a diversos niveles de presión sonora”.
Sin embargo, cada variable tiene un impacto específico sobre la contaminación acústica y es necesario identificarlas. Con ese objetivo, los autores han estudiado los fenómenos de ondas sonoras producidos en edificios cercanos a los aeropuertos de Madrid Barajas Adolfo Suárez y Galileo Galilei de Pisa a través de mediciones y análisis estadísticos.
Estos análisis han demostrado que las fachadas delante de las trayectorias de vuelo muestran mayores niveles de ruido que las que se encuentran detrás. Además, las calles tipo cañón, al generar una mayor cantidad de fenómenos de onda, propician niveles de presión sonora más altos y, cuanto mayor es la porción de trayectoria a la que se expone una fachada, el nivel de ruido en fachada también aumenta.
“El análisis de las mediciones realizadas ha permitido mejorar el grado de conocimiento sobre la propagación del ruido de los aviones en el ambiente urbano al considerar sus irregularidades”, comenta Rodrigo Flores, y añade: "Como futuras líneas de investigación, los efectos de las variables analizadas podrían observarse para edificios con mayores alturas y diferentes materiales de pared y suelo para determinar si estos producen diferentes atenuaciones”.
Referencia bibliográfica:
Flores, R., Gagliardi, P., Asensio, C., Licitra, G. (2017). "A case study of the influence of urban morphology on aircraft noise". Acoustics Australia 45 (2): 389-401, 2017. DOI: 10.1007/s40857-017-0102-y.