La catedrática en Psicogerontología Social Ramona Rubio Herrera y las jóvenes investigadoras Mercedes Pinel y Laura Rubio han creado y validado la primera escala de medición de la soledad social, desde el Gabinete de Calidad de Vida y Envejecimiento de la Universidad de Granada (UGR), único departamento de este tipo en toda España.
Denominada Escala de Soledad Social Este II, este instrumento permitirá a los expertos analizar la experiencia subjetiva que tiene el sujeto ante los cambios sociales, la era digital y la adaptación a las nuevas tecnologías, entre otros, donde están implicados componentes cognitivos y emocionales.
La soledad social, según algunos autores, hace referencia a un déficit en las relaciones sociales, y produce un sentimiento de marginalidad, aislamiento y aburrimiento. Quienes la padecen desean tener un lugar dentro de un grupo de personas con las que puedan compartir intereses y preocupaciones.
La Escala de Soledad Social Este II, resultado del proyecto de investigación La soledad en mayores realizado por la Universidad de Granada y el Instituto de Mayores y Servicios Sociales (IMSERSO) a lo largo del año 2009, es la continuación de la Escala Este I, creada en 1999 por Rubio y el profesor Manuel Aleixandre para medir cuatro tipos de soledad: soledad conyugal, soledad familiar, soledad existencial y soledad social.
Método de baremación
Esta nueva escala está compuesta por 15 ítems (temas) con tres alternativas de respuesta: siempre, a veces y nunca. Los encuestados deben responder a cuestiones relacionadas con su percepción de apoyo social a partir de preguntas como “¿Tiene usted a alguien con quien puede hablar de sus problemas cotidianos?” o “¿Se siente usted solo?”; con el uso de las nuevas tecnologías, (“¿Utiliza usted el móvil, el ordenador o Internet?”) y sobre el índice de participación social subjetiva (“¿Le resulta fácil hacer amigos?”).
Tal y como afirma Rubio, “lo único constante en este mundo es el cambio y mucho queda aún por analizar sobre la percepción y adaptación del ser humano a esos constantes cambios que le rodean”.
Las mujeres, las más afectadas
Para certificar la validez de este instrumento, se realizó un estudio experimental con 780 mayores de más de 65 años de la provincia de Granada, con quienes se contactó por vía telefónica.
Según los resultados de este estudio, publicado en la web del IMSERSO, el perfil de las personas mayores que viven en soledad son mujeres de entre 70 y 75 años que residen en zonas rurales y tienen lejos a sus familiares.
“La soledad social afecta más a mujeres que hombres debido al rol que las mujeres de esta generación han desempeñado a lo largo de su vida. Con el paso del tiempo dejan de sentirse elemento protector de sus familias para pasar a ser las protegidas de las mismas. La pérdida de los seres queridos, de la red de apoyo social, la crisis del nido vacío, etc. les hace encontrarse en una situación que en ocasiones no les permite adaptarse al cambio social que experimentan”, argumenta la responsable del estudio.
La teleasistencia también influye en la soledad social. Las personas encuestadas que disponen de este servicio manifiestan sentirse más solas que aquellas que no cuentan con él. “Es un dato interesante, pues podría ser que el sentimiento de soledad de estas personas les impulsara a utilizar este servicio como una forma de contacto social y de sobrellevar los sentimientos negativos hacia los cambios que le están aconteciendo. De confirmarse esta hipótesis, la teleasistencia sería un recurso notable como fuente de apoyo social en las personas mayores”, plantea la catedrática de la UGR.
Con este estudio, sus responsables pretenden además favorecer la adaptación de los mayores a los ritmos sociales y promover así un envejecimiento activo. Este proyecto de investigación contempla además una fase de actuación para combatir la soledad en personas mayores, concretamente mediante el diseño de programas de intervención que puedan paliar estos efectos.