Un trabajo recientemente publicado en la revista Conservation Biology, por Juan Carlos Moreno del Departamento de Biología de la Universidad Autónoma de Madrid junto con Miguel Araújo y Jorge Lobo del Museo Nacional de Ciencias Naturales (CSIC), demuestra que "es necesario incrementar el número de espacios naturales si se quiere asegurar que todos los vertebrados terrestres y plantas peninsulares tengan oportunidades de protección".
La red de espacios protegidos de España y Portugal se ha ido construyendo bajo diferentes prioridades históricas, pero con el papel de conservar la singular diversidad biológica que alberga la Península. Sin embargo, nunca se ha analizado si este mosaico de espacios es capaz de representar el conjunto de la diversidad biológica.
La Península Ibérica da cobijo a casi la mitad de las plantas superiores y de los vertebrados europeos, y a más de la tercera parte de las especies que son exclusivas del continente. Esta riqueza solo es comparable en nuestro entorno a la existente en los Balcanes, y ha provocado la selección de numerosas áreas para preservarla en sus localidades naturales. Utilizando la información proveniente de diversos estudios recientes, que han permitido determinar con mayor exactitud la distribución geográfica de las especies ibéricas, un equipo de biólogos portugueses y españoles de la Universidad Autónoma de Madrid y del Museo Nacional de Ciencias Naturales ha examinado la efectividad de las redes de espacios protegidos de ambos países a la hora de conservar su diversidad biológica.
Los resultados permiten ser moderadamente optimistas, por cuanto los espacios protegidos de España y Portugal albergan entre un 73 y un 98% de los grupos de seres vivos considerados. No obstante, el análisis ha puesto de manifiesto ciertas carencias ya que algunas especies no cuentan con ninguna población incluida dentro de un territorio protegido. Es más, grupos como los anfibios, reptiles, aves y coníferas no están mejor representados en la actual red de Parques de lo que lo estarían si la elección de estas reservas se hubiera hecho por mero azar.
Para conservar todas las plantas y vertebrados terrestres harían falta 36 nuevas áreas que, básicamente, deberían estar ubicadas en enclaves con un paisaje diferente al que poseen los territorios actualmente protegidos: generalmente zonas húmedas y de montaña. Llamativamente, estas nuevas áreas se localizan en territorios de uso agrícola moderado. Este hecho subraya la importancia de conservar paisajes tradicionalmente humanizados, pero también la necesidad de vigilar la alteración de sus usos que puede poner en grave riesgo un conjunto importante de especies actualmente sin protección.
El reto actual es incorporar el vasto mundo de los invertebrados, alrededor del 80 de la diversidad biológica ibérica, a este tipo de evaluaciones y examinar si la futura red europea de conservación, la conocida como Red Natura 2000, suplirá las carencias detectadas. Un análisis preliminar, analizando únicamente las futuras incorporaciones españolas, apenas mejora el diagnóstico, por el simple motivo de que sigue sin evaluarse la efectividad y la complementariedad de unos y otros espacios. Si se quieren tomar decisiones de conservación capaces de garantizar la supervivencia de la diversidad biológica, será necesario tender un puente entre el mundo de la gestión y la política ambiental y el discurso de los investigadores interesados en promover la utilización de criterios científicos efectivos y reproducibles.