El Grupo de Investigación de Motores Térmicos y Energías Renovables (MYER) de la Universidad de Valladolid y Cidaut (Centro de Investigación y Desarrollo en Transporte y Energía) han diseñado nueva maquinaria para la recogida de biomasa forestal. Los investigadores trabajan hace varios años en la puesta en marcha de plantas compactas de gasificación de biomasa y tienen como objetivo aglutinar todo el proceso, “desde la recogida del residuo hasta la producción eléctrica y el aprovechamiento térmico”, lo que les diferencia de otros productores.
Como explica Andrés Melgar, coordinador del Grupo MYER, un kilogramo de biomasa produce aproximadamente un kilovatio hora, cuyo precio en el mercado oscila alrededor de los 13 céntimos. En este sentido, la mayor parte de los costes de producción se va en la mano de obra necesaria para la recogida y procesado de la biomasa.
La biomasa necesaria se obtiene, sobre todo, de residuos de poda por ejemplo de pinos o viñas. Con el fin de abaratar al máximo los costes de recogida, los investigadores han preparado “una máquina que va montada en un tractor para ir recogiendo los sarmientos de las viñas, triturándolos y almacenándolos detrás”. Según han estimado, la producción de 100 kilovatios puede absorber unas 1.000 toneladas de biomasa al año, “lo que en residuos de poda dan 1.500 hectáreas de pinar”.
Para que la planta sea más eficiente están desarrollando instalaciones de poca potencia pero capaces de generar mucha mano de obra, algo muy importante para el medio rural. El proceso de gasificación es un proceso térmico en el cual se somete a la madera a temperaturas del orden de 1.400 grados en determinadas zonas y con muy poco oxígeno, cantidades por debajo del que necesitaría la madera para poder quemarse.
Así, la madera se transforma en un gas que está compuesto esencialmente por monóxido de carbono, hidrógeno, nitrógeno y otros hidrocarburos que luego son tratados en un proceso de filtrado en el cual se elimina el agua, las partículas y los alquitranes. Posteriormente es llevado a los motores de combustión, que proceden de la automoción como señala Melgar y se han adaptado para poder quemar este tipo de gases. En total se han implementado cuatro motores que producen 25 kilovatios de energía eléctrica (cada uno) que luego es volcada a la red.
Según el coordinador del MYER, los técnicos que se ocupan de la gasificación generalmente no lo complementan con el desarrollo de los motores lo que da “muchos problemas”. Conscientes de la situación, decidieron poner en marcha plantas que integraran todo el proceso. “Es un campo con mucho futuro, hay muchos recursos que utilizar que además generan mucha mano de obra, a diferencia de otras energías alternativas, “, subraya.
Residuos sólidos urbanos
En la misma línea, el grupo tiene entre sus próximos retos comenzar la investigación en gasificación de residuos sólidos urbanos, como son los plásticos. Para ello tendrán que poner a punto nuevas técnicas. “La tecnología que empelamos es difícil de aplicar en plásticos porque necesita que lo que se convierte de sólido a gas mantenga su estructura cuando está caliente. La biomasa se presta muy bien pero si metes plástico cuando sube la temperatura se vuelve líquido”, precisa. Por ello, están barajando la posibilidad de mezclar biomasa con plásticos, aunque deben ser materiales poco aditivados. “Hay plásticos que son en un 99 por ciento hidrocarburos y se tiran, cuando pueden ser fácilmente aprovechables de esta manera”, concluye.