El lanzamiento del Columbus y su acoplamiento a la Estación Espacial Internacional son ya una realidad. En pocos días comenzará a funcionar GeoFlow, un experimento que alberga en su interior el sello del E-USOC, de la Universidad Politécnica de Madrid.
El laboratorio Columbus, ese cilindro de 6,7 m de largo, 4,5 m de diámetro y un peso de unas 13 toneladas es la principal aportación europea a la Estación Espacial Internacional (ISS). En su interior, cuatro cabinas especializadas en distintas áreas de estudio: Biolab, para cultivos celulares y el experimento con microorganismos; EPM, para estudiar los efectos sobre el cuerpo humano en las largas estancias en el espacio; el MSL, el laboratorio de Ciencia de Materiales, y el FSL, para observar el comportamiento de los fluidos en ausencia de gravedad.
A ellos hay que añadir un quinto cubículo multiuso que contiene otras instalaciones experimentales de menor tamaño.
Este gigante de la ciencia fue finalmente orbitado el pasado 7 de febrero. Un día que difícilmente olvidarán los integrantes del Centro de Operaciones y Soporte a Usuarios (E-USOC) español, y entre ellos, su directora, Ana Laverón. El experimento asignado al E-USOC, GeoFlow, fue seleccionado como experimento demostrador de las capacidades de teleciencia del Columbus por la Agencia Espacial Europea (ESA).
Este laboratorio no precisará de una persona manejando los equipos in situ, sino que “está pensado para hacer teleciencia, que el astronauta haga lo menos posible, porque su tiempo es muy valioso. Sólo tendrá que encargarse del mantenimiento y el montaje inicial del experimento”, explica Ana Laverón. El proceso es el siguiente: el astronauta introduce en el módulo FSL un contenedor con el experimento que se va a realizar. A continuación conecta el contenedor al laboratorio, lo cierra y desde ese instante es el E-USOC el que toma el mando desde la Tierra.
La experimentación en microgravedad es la piedra angular de esta misión, tanto para poder desarrollar más tecnología en vehículos espaciales, como para estudiar cómo se comportan los sistemas físicos o biológicos que en la Tierra están enmascarados por culpa de la fuerza dominante que ejerce la gravedad.
El GeoFlow consiste en dos esferas concéntricas, una dentro de la otra y entre ambas un fluido, que se estudia para observar el movimiento y comportamiento de los fluidos geofísicos. Las esferas están sometidas a una rotación que simula la rotación de la Tierra y a un campo eléctrico radial que simula la gravedad de la misma. También se les somete a una diferencia de temperatura entre la esfera exterior e interior. Sus aplicaciones, además del estudio de los fluidos geofísicos propiamente dichos, servirán para diseñar nuevos cambiadores de calor espaciales de alto rendimiento.
Los datos que se reciben son de dos tipos: la telemetría, que proporciona los datos de todos los sensores que llevan el equipo, y las fotografías tomadas por cada 60º de giro, a distintos: velocidades, campo eléctrico y diferencia de temperaturas entre las esferas del GeoFlow.
Comprobados todos los parámetros, se ejecuta el programa EP, cargado en el ordenador del FSL, y elaborado en el E-USOC. Este programa automático, que va modificando las variables del FSL, permite tomar muchos datos en muy poco tiempo. Datos que provienen de una red de comunicación muy compleja, ya que el Col-CC, el Centro de Control de Columbus en Munich recibe todos los datos de EEUU y a su vez los distribuye a los USOC responsables de cada experimento.
GeoFlow consta de dos modelos: el de vuelo, que es el que se manda a la Estación, y el de ingeniería, copia del anterior, que es operado en la Tierra, teniendo en cuenta la gravedad. Éste es el que se entrega al USOC responsable del mismo.