Durante el pasado marzo el nivel de ozono sobre el sector Euro-Atlántico del hemisferio norte, especialmente sobre el Ártico, ha registrado un mínimo histórico, según ha detectado el satélite Envisat de la Agencia Espacial Europea (ESA). Los fuertes vientos del ‘vórtice polar’, que han aislado la masa atmosférica sobre el polo, están detrás de este fenómeno.
El satélite Envisat de la ESA ha registrado un mínimo histórico en el nivel de ozono de las zonas más septentrionales del hemisferio norte como consecuencia de la presencia de vientos inusualmente fuertes en la región. Se conocen como ‘vórtice polar’ y aislaron la masa atmosférica sobre el polo, evitando que se mezclase con las corrientes predominantes en las latitudes del sur. Esto ha originado temperaturas especialmente bajas en la zona.
Según empezó a calentar el sol de marzo esta masa de aire frío, los clorofluorocarbonos (CFC) disueltos en la atmósfera empezaron a liberar radicales de cloro y bromo, catalizadores de la disociación de las moléculas de ozono en oxígeno molecular. Este fenómeno se produce con especial intensidad en las capas bajas de la estratosfera, a unos 20 km sobre la superficie terrestre.
Las temperaturas en la estratosfera sobre el Ártico sufren grandes variaciones de invierno a invierno. El año pasado, tanto la temperatura como la densidad de ozono sobre el Ártico fueron bastante altas. La última vez que se registraron temperaturas tan bajas sobre el Polo Norte fue en el año 1997. Ahora los científicos estudian porqué los inviernos árticos de los años 2011 y 1997 han sido tan fríos, y la relación estadística entre este fenómeno y el cambio climático.
“La tendencia actual del cambio climático hace esperar temperaturas medias cada vez más bajas en la estratosfera, lo que implica una mayor destrucción de ozono en la atmósfera”, explica Mark Weber de la Universidad de Bremen.
El investigador añade: “Por otra parte, muchos estudios apuntan a que la circulación estratosférica en el hemisferio norte podría aumentar en el futuro, arrastrando más ozono desde las regiones tropicales hacia el Polo, lo que reduciría la tasa de destrucción de ozono en la región”.
Matemáticas y archivo para resolver el dilema
Para resolver este dilema es necesario mejorar los modelos matemáticos de la distribución de ozono en la estratosfera y monitorizar sus tendencias, lo que sólo es posible gracias a los archivos históricos de datos adquiridos por los satélites de observación de la Tierra. El Programa de la ESA para el estudio del Cambio Climático cuenta con un proyecto dedicado exclusivamente a este fin.
Weber indica que las observaciones realizadas por los instrumentos MIPAS, GOMOS y SCIAMACHY del satélite Envisat “constituyen una fuente de información sobre el ozono única, que está ayudando a los científicos a discernir entre los cambios químicos y dinámicos, y a identificar los efectos del cambio climático en la estratosfera”.
Los CFC fueron prohibidos por el Protocolo de Montreal en el año 1989, pero todavía permanecen disueltos en la atmósfera, aunque su concentración cada vez es menor. Las moléculas de ozono continuarán destruyéndose durante las próximas décadas, especialmente durante los inviernos árticos especialmente fríos.
El ozono forma una capa protectora en la atmósfera terrestre, a unos 25 km de altitud, que filtra la radiación solar eliminando gran parte de los dañinos rayos ultravioletas, que pueden acabar con ciertas formas de vida marina e incrementar el riesgo de padecer enfermedades oculares, como cataratas, y cáncer de piel.