Paleontólogos estadounidenses y canadienses han analizado las marcas de dentadura de gran tamaño en los restos fósiles de Tyrannosaurus rex. El estudio, que se publica ahora en PLoS ONE, demuestra que, además de devorar otros dinosaurios de otras especies, los tiranosaurios rex se comían unos a otros.
El rey de los dinosaurios no se conformaba con otros dinosaurios para alimentarse, también recurría a los individuos de su misma especie. Durante un trabajo de análisis y búsqueda de colecciones de fósiles de dinosaurios, Nick Longrich, investigador en la Universidad de Yale, descubrió un hueso con unas marcas particularmente grandes.
Dada la antigüedad y el origen geográfico del fósil, las marcas eran obra de un T. rex. “Se trata del mismo tipo de señales que podría haber dejado cualquier gran carnívoro, pero en Norteamérica occidental hace 65 millones de años, el único gran carnívoro presente era el T. rex”, explica Longrich. La sorpresa llegó cuando los científicos descubrieron que los huesos también pertenecían al tiranosaurio.
Tras examinar unas cuantas docenas de huesos de T. rex procedentes de distintas colecciones de fósiles de varios museos, encontró un total de tres huesos de los pies (incluidos dos metacarpios correspondientes a dedos pulgares) y un hueso de una pata donde se apreciaba la prueba del canibalismo entre los T. rex.
“Sorprende ver la frecuencia con la que, aparentemente, se producía el canibalismo. No estamos totalmente seguros de qué implica todo esto”, señala el investigador principal del estudio que se publica en PLoS ONE.
Cazar para alimentarse
Según el equipo de científicos, el fósil procede de una presa cazada para comer, pero no están seguros de si podrían ser el resultado de la acción de animales carroñeros o bien la consecuencia última de enfrentamientos y peleas.
“Si dos T. rex combatiesen hasta la muerte, el vencedor podría optar por merendarse a su adversario. Es algo normal para los grandes carnívoros de la era moderna. Representa un método cómodo y eficaz para eliminar la competencia y al mismo tiempo, obtener algo de alimento”, apunta Longrich.
Sin embargo, parece que las marcas se realizaron transcurrido cierto tiempo tras la muerte. Si un dinosaurio mataba a otro, pudo comerse la mayor parte de la carne del cadáver y luego aprovechar piezas más pequeñas, como los pies o los huesos de las extremidades.
Aunque hasta ahora sólo se conoce a otro dinosaurio caníbal, el Majungatholus, Longrish afirma que la práctica “probablemente fuese más común de lo que pensamos”. Un examen minucioso de los huesos fósiles podría “arrojar más pruebas de que había más especies que también consideraban a sus congéneres como presas”, añade el investigador.
El hallazgo representa una pista clave y arroja luz sobre los hábitos alimentarios de estos depredadores. Mientras que los grandes carnívoros modernos cazan en manadas, el T. rex “probablemente” actuaba de forma independiente. “Estos animales eran de los mayores carnívoros terrestres de todos los tiempos y su concepto de la alimentación era muy distinto del que tienen las especies modernas”, concluye Longrich.