Ingeniería genética, proteínas que emiten luz y sensores para detectar el crecimiento de un tumor podrían ser los ingredientes de un film de ciencia ficción. Sin embargo, el futuro se encuentra un poco más próximo porque estos son los ejes de una línea de investigación del grupo de Oncología Molecular de la Universidad de Santiago de Compostela (USC). Los investigadores emplean en sus ensayos de laboratorio una técnica de imagen funcional óptica basada en la emisión de luz, para la localización de los tumores y la determinación de su peligrosidad.
Este sistema, que se encuentra en fase experimental, controla la fabricación de proteínas que emiten luz. Así, a través de un entramado de ingeniería genética, los investigadores pueden inocular en las células un sensor que propicia que cuando éstas crecen emitan luz, de modo que es posible visualizarlas. “Una mayor intensidad de luz indica una mayor agresividad del tumor” lo que denotaría un rápido crecimiento y la posibilidad de extenderse a otras zonas, explica el coordinador del proyecto, José Antonio Costoya Puente. El resultado final es una imagen funcional, es decir, la posibilidad de conocer si existe un tumor y si es poco o muy agresivo.
La explicación de este mecanismo tiene su razón de ser en el propio funcionamiento del organismo humano. “Cuando un tumor es muy agresivo –señala otro de los investigadores, Pablo Iglesias Vázquez- un grupo de células se descontrola al tiempo que se multiplican, de manera que a aportación de oxígeno por parte de los vasos sanguíneos se hace insuficiente”, es lo que se conoce como hipoxia. Tal y como indican los expertos, la naturaleza tiene mecanismos para vencer esta situación, ya que existe un “detector” que hace que, ante bajas concentraciones de oxígeno, el organismo responda con la fabricación de nuevos vasos sanguíneos. Se trátase de una especie de ‘interruptor molecular’.
De manera particular, el equipo compostelano se centra en el estudio de las células tumorales que metastatizan en el cerebro y en el pulmón, localizaciones más habituales para ciertos tipos de cáncer, señala Costoya Puente.
Este método de imagen, que además posee la cualidad de no ser invasivo, se trasladaría al hipotético paciente en pequeñas moléculas inyectables “que funcionen como sensores, permitiendo la ‘monitorización’ de la enfermedad para su estudio y seguimiento”. Se alcanza así un “avance importante” con respecto a los actuales sistemas de diagnóstico por imagen, basados en isótopos radioactivos”. La mejora sería extensible igualmente al ámbito de la cirugía oncológica, haciéndola más selectiva y con un mejor pronóstico, en definitiva más efectiva.