Tras celebrar su reunión anual a lo largo de la pasada semana en Salamanca, la Sociedad Española de Mineralogía se trasladó a Zamora para cerrar el encuentro visitando los monumentos de la ciudad, en los que se puede apreciar el deterioro que sufre la piedra con la que fueron construidos. Los científicos observaron las características de la roca y analizaron los condicionantes que provocan el deterioro.
La roca que se ha utilizado en la mayor parte de los monumentos es siempre la misma, procede de canteras del bosque de Valorio que aún se pueden reconocer a simple vista en las proximidades de la ciudad. "Nosotros decimos que esta piedra es como un conglomerado y el nombre coloquial que le damos es turrón de Zamora, porque está compuesta por unos cantos de cuarzo redondeados, de forma que da la impresión de ser turrón", comenta Mercedes Suárez, directora del Departamento de Geología de la Universidad de Salamanca.
Además, hay otra piedra arenisca de grano más fino que también ha sido muy utilizada y que procedente de canteras situadas al Sur de la ciudad. También el granito está presente en los monumentos, aunque en menor medida. En cualquiera de los casos, "es fácil ver el deterioro y nosotros realizamos una clasificación de las formas de alteración, ya que pueden ser superficiales, por fisuras, por pérdida de materia, podemos observar si hay pátinas y otros aspectos", señala.
En general, hay rocas que son más alterables que otras bajo las mismas condiciones climatológicas en función de su composición química, de su porosidad o del tamaño de grano, "pero también hay que tener en cuenta dónde están puestas", aclara Suárez. A grandes rasgos, las características de la piedra y las condiciones ambientales determinan sus posibilidades de conservación.
En cuanto a las características de la roca, en este caso configuran una piedra "no excesivamente alterable, sin sales, aunque sí muy porosa, es decir, que tiene pequeños agujeros en los que el agua en invierno penetra", afirma la científica.
A esto hay que sumar que los importantes cambios térmicos que se registran en invierno provocan que por la noche el agua se congele y por el día se descongele. "Esto da lugar a ciclos de hielo y deshielo, de manera que, sabiendo que el agua en estado sólido aumenta de volumen, cuando el poro está lleno de agua y el agua se congela ejerce una presión que rompe la piedra", comenta. Ésta es la principal causa de alteración de la roca en la ciudad, aunque no la única. Además, también depende de la zona del monumento en la que esté, si le afecta el viento o el sol, por ejemplo.
En los últimos años, se han realizado actuaciones de restauración que han sido diferentes según el monumento y de sus patologías. "Todas estas intervenciones tienen varias cosas en común, como la limpieza de pátinas de suciedad, la consolidación o la sustitución de piezas muy deterioradas con la misma roca de construcción".