Un equipo de investigadores de la Facultad de Medicina de la Universidad de Santiago (USC) centra una de sus líneas de trabajo en el estudio del cáncer. Pretenden mejorar la respuesta de los enfermos, en concreto frente al cáncer de próstata.
El coordinador del proyecto es Manuel Freire-Garabal Núñez, del Departamento de Farmacología de la USC. Según los datos aportados por el investigador, el cáncer de próstata es el más frecuente en varones y el que más ha incrementado su incidencia en los últimos diez años. En la actualidad es la segunda causa de muerte por patología tumoral. En España surgen cada año 30 casos por cada 100.000 habitantes y se prevé que las cifras aumenten en un 50% en los próximos 25 años. A pesar de los datos, la enfermedad se cura con un diagnóstico precoz.
Los dos grandes problemas asociados al cáncer
El investigador señala que existen dos problemas asociados al cáncer que hacen que sea una enfermedad grave y, en algunos casos, mortal. Por un lado, explica que, durante el crecimiento de las células malignas, éstas son capaces de favorecer la formación de nuevos vasos sanguíneos, que les permiten nutrirse y así ir creciendo cada vez más. Por otro lado, está el problema de la posible metástasis, que se produce cuando algunas células cancerígenas pasan a los vasos sanguíneos y crecen en otras partes del cuerpo. En esta línea, el profesor Freire-Garabal señala que “podremos abordar el cáncer cuando seamos capaces de impedir tanto la formación de nuevos vasos sanguíneos por parte de las células tumorales como su proliferación por el organismo”.
Está demostrado que ciertos compuestos naturales de origen vegetal como los polifenoles y los fitoesteroles son capaces de impedir, en algunos tejidos del organismo, la formación de nuevos vasos sanguíneos por parte de las células tumorales. Por esta razón, los científicos tratan de analizar su potencial utilidad para avanzar en la lucha contra el cáncer, ya que esta propiedad hace que los tumores vean reducida la sangre que necesitan para crecer y extenderse.
Algunas de estas sustancias ya se conocen, como el resveratrol, que se encuentra, entre otros alimentos, en la uva tinta. Sin embargo, sus efectos no son tan potentes para estos usos clínicos, por lo que los investigadores de la USC buscan en la naturaleza otras moléculas más prometedoras.
El equipo aisló dos compuestos procedentes de microalgas marinas
El equipo colabora con el profesor de la Universidad de Santiago Jaime Fábregas, que trabaja en la producción de microalgas marinas y les proporciona muestras de las mismas, de las que los investigadores extraen moléculas de potencial interés.
El profesor Manuel Freire-Garabal explica que las microalgas son una prometedora fuente de esteroles, ya que cada kilo de microalgas aporta 700 miligramos de estas sustancias. Las múltiples propiedades de estos productos marinos incrementan su interés en el campo de la investigación, de cara a la obtención de principios activos. Así, las microalgas contienen concentraciones siete veces superiores a las plantas y una gama mayor de esteroles.
Por otro lado, el equipo dispone de células humanas de cáncer de próstata. Las cultivan en el laboratorio y así estudian su comportamiento. En ese medio de cultivo añaden las moléculas que extraen de las microalgas, con el fin de comprobar si aumenta o disminuye tanto la proliferación de nuevos vasos sanguíneos como la formación de la metástasis. Por el momento han aislado dos moléculas y ya han detectado que son capaces de evitar estos dos procesos.
El profesor Freire-Garabal manifiesta que las moléculas que están empleando son eficaces. Asegura que son diez veces más potentes que el resveratrol. “Además, una pequeña dosis de microalgas marinas es suficiente para conseguir un efecto positivo” -afirma el investigador-.
Además de estos experimentos in vitro, los investigadores inyectan células humanas de cáncer de próstata en ratones. Luego los tratan con compuestos obtenidos de las microalgas marinas. Y también han demostrado que estos tratamientos naturales son eficaces para controlar la enfermedad. El siguiente paso es realizar experimentos con animales más grandes y luego ensayos clínicos.
Uno de los principales avances logrados por el equipo de la Universidad de Santiago es el uso de células cancerígenas humanas para la realización de estos experimentos, en lugar de células animales. “Se trata de un modelo válido que aplicamos sobre ratones desnudos, llamados así porque carecen de sistema inmunitario, de modo que todo lo que se inyecte en ellos crece” -explica el coordinador del proyecto-.