Estudios recientes muestran que la variante B.1.351 es capaz de resistir incluso el plasma de pacientes convalecientes y el suero de personas vacunadas. Otros trabajos en condiciones de laboratorio nos recuerdan que nuestro sistema de defensa es complejo y no se queda de brazos cruzados mientras el SARS-CoV-2 muta.
En los últimos meses se han descubierto tres “variantes preocupantes” (del inglés, Variant of Concern, VOC) del SARS-CoV-2. Uno de los motivos tras este nombre es la posibilidad de que nuestra respuesta inmunitaria, ya sea natural o mediada por vacunas y tratamientos contra la covid-19, se vea mermada por su culpa. Un artículo publicado esta semana en la revista Nature a partir de experimentos de laboratorio arroja algo de luz sobre el asunto.
Varios investigadores de la Universidad de Columbia (EE UU) analizaron la susceptibilidad de virus auténticos y artificiales (pseudovirus) de las variantes B.1.1.7 (británica) y B.1.351 (sudafricana) a la neutralización con 30 anticuerpos monoclonales, plasma de 20 pacientes convalecientes y suero de 22 personas vacunadas.
En el trabajo participó la empresa biotecnológica Regeneron, responsable de uno de los tratamientos con anticuerpos monoclonales cuya eficacia han puesto en jaque las variantes. Esto es debido a que estas terapias se diseñaron para trabajar frente a una versión distinta del SARS-CoV-2, al unirse a unas zonas específicas del virus que hoy han cambiado demasiado.
Los resultados mostraron que la variante B.1.1.7, dominante en países como Reino Unido e Israel, resiste la neutralización por parte de la mayoría de anticuerpos monoclonales dirigidos a una de las zonas de la espícula afectada por las mutaciones (el dominio N-terminnal, NTD). Sin embargo, no es capaz de escapar del plasma de pacientes que hayan superado la enfermedad ni al suero de personas vacunadas contra la covid-19.
Estas diferencias son debidas a que los anticuerpos monoclonales son idénticos y se unen al mismo sitio, por lo que una mutación puede impedir su tarea. Por el contrario, en nuestro cuerpo la respuesta inmunitaria es más compleja e incluye un cóctail de anticuerpos diferentes, entre otras medidas, que dificultan que haya problemas en condiciones reales. Los datos procedentes de países como Israel y Reino Unido, y publicados en revistas como NEJM, corroboran la idea de que las vacunas contra la covid-19 funcionan contra la variante B. 1.1.7.
Los autores consideran más “preocupantes” los experimentos llevados a cabo con la variante B.1.351 que hoy es dominante en Sudáfrica, y una de las que más temor ha causado en relación con la respuesta inmunitaria y las vacunas.
En este caso, no solo observaron una resistencia a los anticuerpos monoclonales dirigidos al dominio NTD, sino también al RBD (dominio receptor-obligatorio). Esta es la zona afectada por la mutación más característica de esta variante, la E484K.
Los investigadores también observaron una resistencia unas diez veces superior al plasma de convalecientes y de vacunados. “La B.1.351 y otras variantes emergentes con mutaciones similares en la espícula presentan nuevos retos para las terapias con anticuerpos monoclonales y amenazan la eficacia protectora de las vacunas actuales”, escriben los autores del estudio.
Estos resultados van en la línea de otros recientes. Un trabajo publicado la semana pasada en Nature Medicine alertó de que pseudovirus de la variante sudafricana mostraron, en condiciones de laboratorio, “un escape entre sustancial y completo” a la neutralización en plasma de pacientes convalecientes.
Los investigadores no utilizaron la variante P.1 (brasileña) en su estudio pero, como esta comparte algunas mutaciones con la B.1.351, teorizan que podría mostrar resistencias similares. Sin embargo, una prepublicación pendiente de revisión compartida este mes contradice esta hipótesis: en ella se vio que la variante es resistente a múltiples anticuerpos monoclonales, pero menos al plasma de pacientes convalecientes y, sobre todo, al de personas vacunadas.
Por este motivo, los autores de la prepublicación concluían que “la variante P.1 amenaza las terapias con anticuerpos actuales, pero menos la eficacia protectora de nuestras vacunas”. Respecto a este trabajo, el inmunólogo de la Escuela Icahn de Medicina en Monte Sinaí (EE UU) aseguró que la variante brasileña “parece un problema menor” que la sudafricana.
Es importante señalar que los resultados de los experimentos llevados a cabo en condiciones de laboratorio, en ocasiones con virus artificiales, no tienen por qué ser un reflejo exacto de lo que suceda cuando ese virus infecte un cuerpo humano real. Por ejemplo, Reuters ha asegurado que Oxford/AstraZeneca publicará pronto datos que muestran que su vacuna es eficaz contra la variante brasileña. Además, un estudio publicado esta semana en NEJM muestra que la vacuna de Pfizer es capaz de neutralizar las tres variantes motivo de preocupación.
Incluso los experimentos de laboratorio nos recuerdan que el sistema inmunitario es complejo y, sobre todo, que no se queda mirando mientras los virus se adaptan. Una prepublicación pendiente de revisión por pares compartida esta semana muestra que los anticuerpos también evolucionan para obtener “resiliencia” ante las mutaciones de su enemigo. De no hacerlo, “permitiría al SARS-CoV-2 escapar de sus efectos neutralizantes”.
Otro preprint, este compartido la semana pasada, asegura que el esfuerzo inmunitario que suponga la temida variante sudafricana podría no ser en balde. Sus resultados concluyen que el suero de los pacientes previamente infectados con la B.1.351 no solo es capaz de neutralizarla con eficacia, sino que también son capaces de acabar con las variantes originales e incluso con la brasileña.
“Estos datos sugieren que la respuesta de los anticuerpos en pacientes infectados con la variante sudafricana tiene una amplia especifidad, y que las vacunas diseñadas [con la secuencia de la B.1.351] pueden obtener respuestas cruzadas”, escriben los autores.
A todo esto hay que sumar que los anticuerpos no son la única arma con la que cuenta el sistema inmunitario: una prepublicación reciente afirma que las variantes británica, sudafricana, brasileña y californiana tienen un efecto "despreciable" sobre los linfocitos T, células especializadas en matar a aquellas compañeras que han sido infectadas por el coronavirus.