A través de la mirada que nos suscitan los objetos prehistóricos es posible inferir cómo interpretaban el mundo nuestros antepasados, según una novedosa investigación neuroarqueológica. Aunque no haya registro fósil del cerebro de las personas que vivieron hace miles de años, el estudio permitiría conocer su estructura mental a través de los objetos que construyeron, como las vasijas de cerámica.
¿Cómo percibían el mundo nuestros antepasados hace 6.000 años o incluso antes? Hasta ahora esta respuesta era esquiva. “No hay forma de hacer neuroarqueología basada en restos biológicos, ya que el cerebro humano es una estructura muy blanda de la que no quedan restos fósiles para su estudio”, explica Luis M. Martínez-Otero, investigador principal del laboratorio de Analogía Visual del Instituto de Neurociencias UMH-CSIC en Alicante.
Sin embargo, sí es posible hacer un estudio neuroarqueológico a través de la mirada que nos suscitan los objetos que desde la prehistoria han llegado hasta nosotros, como las vasijas de cerámica, de las que existe un registro muy amplio. “Viendo los objetos de civilizaciones pasadas podemos inferir cómo interpretaban el mundo, y en definitiva, cómo pensaban”, explica Martínez-Otero.
Para llegar a esa conclusión investigadores del Instituto de Neurociencias UMH-CSIC, el Instituto de Ciencias del Patrimonio de Santiago de Compostela y la Universidad de Santiago han analizado piezas de cerámica que abarcan en total 4.000 años de la prehistoria de Galicia, pertenecientes a diferentes estilos y sociedades.
Posteriormente, los científicos las han sometido a la mirada de 113 personas para analizar el recorrido que realizaban sus ojos al observar los diferentes patrones decorativos representados en estos objetos cerámicos prehistóricos. El número de personas participantes en el estudio es uno de los mayores en este tipo de investigaciones. El trabajo se ha publicado en la revista Scientific Reports.
“Lo más llamativo de este trabajo fue darnos cuenta de que las sociedades con una estructura muy horizontal, más primitivas, organizadas en clanes familiares relacionados genéticamente, fabricaban piezas cerámicas que al mirarlas hoy promueven una visión muy horizontal, muy igualitaria”, explican Luis Martínez-Otero y Felipe Criado-Boado.
Sin embargo, cuando las sociedades crecen en tamaño y complejidad, pasando de centenares a miles de personas, se van jerarquizando y subdividiendo en clases sociales con clanes dominantes, y se construyen objetos que imponen una manera de mirar muy vertical. “Esta correlación entre estructura de la sociedad y la manera en que se producen objetos de uso corriente paralelamente está reorganizando también el cerebro de sus miembros”, señalan los investigadores.
Además se comprobó que la mirada que suscitaba estas cerámicas a los participantes en el estudio no estaba determinada por la forma, sino por la decoración. “Cuando a una cerámica del periodo vertical, más moderno, le cambiamos la decoración por otra del periodo horizontal, imponían en los participantes una mirada horizontal, y viceversa. Esto significa que más allá de la forma y el uso que tuvieran, la manera en que decoraban nuestros ancestros estas vasijas imponía una forma de mirar consecuente con la estructura de la sociedad en la que vivían”, resalta Martínez-Otero.
“La prominencia visual de cada estilo cerámico produce una respuesta visual distinta. La cerámica prehistórica comprende una parte importante del mundo material que rodeaba a los individuos de esa época. Por eso un análisis de este tipo aporta resultados muy significativos”, añade Felipe Criado-Boado, del Instituto de Ciencias del Patrimonio de Santiago de Compostela.
Nuestro espacio personal y peripersonal está representado en nuestro cerebro por medio de circuitos neuronales o mapas. Estos circuitos determinan la manera en que nos relacionamos con las personas y los objetos que nos rodean. El uso y diseño de herramientas y otros objetos, como las vasijas del estudio, se incorporan de manera muy rápida a estos mapas neuronales pasando a formar parte de nuestro esquema corporal como si de una extensión del mismo se tratase.
“Nuestro estudio muestra que hay una interacción muy estrecha entre los cambios culturales y la plasticidad cerebral, lo que proporciona una nueva perspectiva sobre cómo el cerebro permite la transmisión de valores culturales, creencias y costumbres. Estos hallazgos abren una ventana para investigar cómo podrían ver el mundo personas que vivieron hace miles de años. Aunque no haya registro fósil del sistema nervioso de estas personas, podemos inferir su estructura mental a través de los objetos que construyeron. Investigando la forma en que miramos sus obras de arte, ya sea cerámica, como en este caso, o pinturas rupestres, podemos tener una idea bastante aproximada de cómo era su estructura social, cómo veían el mundo y cuál era su desarrollo cognitivo”, concluye Martínez-Otero.
Referencia bibliográfica:
Felipe Criado-Boado, Diego Alonso-Pablos, Manuel J. Blanco, Yolanda Porto, Anxo Rodríguez-Paz, Elena Cabrejas, Elena del Barrio-Álvarez, and Luis M. Martínez. "Coevolution of visual behaviour, the material world and social complexity, depicted by the eye-tracking of archaeological objects in humans". Scientific Reports. DOI: www.nature.com/articles/s41598-019-39661-w