Un informe de la Organización Mundial de la Salud subraya la importancia de que tras un conflicto bélico se adopten estrategias ante las enfermedades no infecciosas, como el cáncer o la diabetes. Este tipo de patologías son la primera causa de muerte en el mundo y en épocas de postguerra aumenta su prevalencia.
Después de una guerra, el estrés, el trauma y otras consecuencias derivadas de vivir un conflicto aumentan el riesgo de padecer enfermedades mentales y otras enfermedades no contagiosas (NCD, por sus siglas en inglés), como la diabetes, el cáncer o la hipertensión.
Un grupo de expertos del King's College de Londres advierte de la importancia de definir estrategias para tratar esta situación en los países afectados. El texto se publica en el boletín de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Las enfermedades no infecciosas son la primera causa de muerte en el mundo. Muchas de ellas están relacionadas con comportamientos dañinos para la salud, como un uso abusivo del tabaco y del alcohol, lo cual es bastante habitual tras la exposición a situaciones violentas o traumáticas que se dan en los conflictos armados.
“Esta combinación tóxica de estrés, comportamientos perjudiciales para la salud y un marketing agresivo por parte de compañías multinacionales en el marco de una transición política y social requiere una respuesta efectiva, pero muchas veces los estados tienen una capacidad limitada para hacer esto”, explica Bayard Roberts, investigador del King's College de Londres y coautor del informe de la OMS.
Vía libre para los intereses de las multinacionales
Por ejemplo, Afganistán no tiene ninguna estrategia nacional ante las NCD, y solo recibe ayudas para enfrentarlas por parte de la Comisión Europea. En Iraq la hipertensión apenas se trata y en Libia se triplica la media mundial de personas que mueren prematuramente por estas enfermedades. Estos patrones se repiten en muchos otros países que se encuentran en un proceso de reconstrucción tras una guerra.
“Esta falta de políticas estatales deja la puerta abierta a las multinacionales para influir en las legislaciones y, por ejemplo, socavar las leyes de control del tabaco o del alcohol, o fomentar las dietas perjudiciales en los estados de transición”, subraya Roberts.
Los autores señalan la importancia de apoyar los esfuerzos de reconstrucción y humanitarios para ayudar a los países que están saliendo de un conflicto. En particular, para asistirles a enfrentar a corto y largo plazo las NCD.
“Se presta mucha atención a las enfermedades infecciosas, y las NCD también requieren vigilancia, especialmente en entornos de postguerra”, sostiene Roberts. “Estamos preparando unas recomendaciones para que las autoridades no dejen vía libre a las compañías para avanzar e imponer sus intereses”.
Además, según los investigadores, el periodo de postguerra también puede ser un buen momento para replantear las estrategias sanitarias hacia una legislación más justa y eficiente.
Referencia bibliográfica:
“Noncommunicable diseases and post-conflict countries”. Bulletin of the World Health Organization. Enero de 2012.
Enfermedades no contagiosas
Las enfermedades no contagiosas (NCD) se caracterizan por tener una causa no infecciosa. La OMS declaró que son, con gran diferencia, la primera razón de mortalidad ya que suponen el 60% de las muertes.
Existen factores de riesgo asociados con las NCD dentro del historial médico de cada persona, de sus hábitos o en el entorno. Muchas de estas enfermedades se consideran prevenibles, ya que se producen por factores modificables, como el tabaquismo o la obesidad.
Durante mucho tiempo este tipo de patologías se consideraron propias del primer mundo, mientras que las infecciosas se asociaban a los países en desarrollo. Sin embargo, hoy en día se estima que el 80% ocurre en países de ingresos medios o bajos.
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