El objeto del artículo realizado por el grupo de Geometría de la Universidad de Murcia era averiguar por qué las estructuras helicoidales tienen esa forma. Según los investigadores Manuel Barros Díaz y Ángel Ferrández Izquierdo, los principales parámetros que están asociados con un modelo de la naturaleza no pueden variar de una manera continua, sino que deben ser múltiplos discretos de una cantidad fija.
Para la consecución del objetivo se construye un modelo geométrico que responda, de un modo real y riguroso, basado en tres reglas esenciales: El modelo debe ser simple, pues en matemática la simpleza suele ser sinónimo de belleza y elegancia; el modelo debe ser variacional, es decir, cuando se produce un cambio en la naturaleza, la cantidad de acción necesaria para ello debe ser la más pequeña posible; y, finalmente, el modelo debe ser cuántico, ya que la naturaleza es cuántica.
Las formas helicoidales son muy abundantes en la naturaleza tanto a nivel microscópico (cadenas de proteínas, siendo las más famosas las que forman el ADN de los cromosomas de las células, nanotecnología, flagelos de bacterias etc.) como a nivel macroscópico (plantas trepadoras, dientes y cuernos de animales, conchas de caracolas, tornados etc.).
Por otro lado, la forma helicoidal ha sido una constante dentro del arte en cualquiera de sus manifestaciones y en cualquier época: Leonardo da Vinci (hélice aérea), Alfred Hichcock (en sus películas Vértigo y Psicosis), Antoni Gaudi (Parque Güell y Sagrada Familia), Frank Lloyd (Museo Gugenheim de Nueva York), etc. Las estructuras helicoidales forman parte de nuestra vida cotidiana: muelles, bobinas, sacacorchos, tornillos y tuercas, escaleras de caracol, gusanillos de libretas, filamentos de bombillas, etc.
En fin, las hélices son entonces ingredientes básicos del espectáculo del universo y naturalmente, muchos científicos se han interesado por encontrar respuesta a la siguiente pregunta ¿por qué es la hélice una forma tan popular en la naturaleza, en nuestras manifestaciones artísticas, en nuestra vida cotidiana y en el universo?
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La frecuencia con la que los animales voladores, sean aves, insectos o murciélagos, agitan sus alas es proporcional a la raíz cuadrada de su masa corporal dividida por el área alar. Investigadores daneses han dado con esta fórmula, que también se puede aplicar para animales nadadores como las ballenas y los pingüinos.
