Investigadores del Departamento de Psicología Biológica y de la Salud de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM), se encuentran actualmente inmersos en una vertiginosa carrera cuya meta es conocer cuáles de las regiones del cerebro están detrás de las diferencias que separan a los humanos en las capacidades que usan al escuchar, hablar, memorizar o razonar.
Tecnologías como la resonancia magnética permiten a los científicos explorar el cerebro de una persona viva. En la actualidad se puede visualizar cómo cambia el cerebro desde que nacemos hasta que dejamos este mundo. También estamos en disposición de valorar, milimétricamente, el deterioro físico del cerebro a consecuencia de la enfermedad de Alzheimer. Por supuesto, es posible medir el incremento de materia gris que resulta de la estimulación psicológica.
A menudo se piensa que la neurociencia debería estar orientada a la comprensión de los principales trastornos que aquejan a la humanidad. Sin embargo, un adecuado entendimiento de los procesos degenerativos que tienen lugar ante la presencia de un trastorno exige, necesariamente, saber cómo es y cómo se comporta el cerebro de las personas sanas. En otras palabras, es tan importante 'visualizar' el cerebro de un individuo con algún trastorno como disponer de ese tipo de información en individuos sin trastornos.
En uno de los artículos recientemente publicado en la revista Intelligence por el equipo de investigación dirigido por Roberto Colom, del Departamento de Psicología Biológica y de la Salud de la UAM, se ha estudiado la relación que existe entre las diferencias regionales de materia gris y una serie básica de capacidades vinculadas al razonamiento, el lenguaje, el cálculo o la orientación espacial.
Los principales resultados señalan a determinadas regiones temporo-occipitales, parietales y frontales. Las regiones temporo-occipitales identificadas se encargan del procesamiento de la información que proviene de los sentidos. Las parietales subyacen a los procesos de abstracción. Finalmente, las regiones frontales dan soporte al razonamiento y la toma de decisiones.
Existen diversas implicaciones prácticas de estos resultados, pero se podrían resumir en dos. Por un lado, aunque los humanos usamos 'todo' el cerebro para llevar a cabo la más elemental de las actividades diarias, únicamente determinadas regiones están detrás de las diferencias que nos separan al realizar ese tipo de actividades. Por ejemplo, aunque la corteza visual primaria (V1) y la de asociación visual (V2) son necesarias para dar soporte a nuestra capacidad viso-espacial, únicamente las diferencias de materia gris presentes en V2 se relacionan con nuestras diferencias de capacidad. Por otro lado, la estimulación de las capacidades -un objetivo largamente perseguido por los científico- podría estar orientada a promover el desarrollo específico de aquellas regiones que pensamos están detrás de las diferencias de capacidad.
En otros de los trabajos publicados por el grupo de Roberto Colom en la misma revista, estos investigadores colaboraron con el equipo de neuroimagen del Hospital Monte Sinaí de New York. Este centro de salud constituye un sobresaliente ejemplo de la estrategia destinada a conocer cómo es el cerebro de un individuo con algún trastorno mediante la comprensión de cómo es el cerebro de los individuos sin trastornos. En una palabra, si se quiere comprender qué sucede en el cerebro de un individuo con esquizofrenia, retraso cognitivo moderado o Alzheimer, se debería saber cómo es, en realidad, un cerebro sano.
Según estos investigadores, ahora se sabría más si antes se hubiera tenido clara esta estrategia de aproximación al problema de las bases cerebrales de las capacidades que nos hacen humanos.
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