El vertido de petróleo en el Golfo de México no pudo ocurrir en peor momento para el atún rojo, entre abril y mayo, justo su temporada de mayor actividad reproductiva. Así lo confirman las imágenes captadas durante la catástrofe por los satélites de la Agencia Espacial Europea (ESA) y de la NASA, que están ayudando a comprender mejor el impacto que tuvo la mancha de crudo sobre esta especie protegida.
El majestuoso atún rojo del Atlántico, capaz de alcanzar el tamaño de un coche, se acerca al Golfo de México entre los meses de enero y junio para desovar, y el pico de mayor actividad reproductiva de esta especie protegida se alcanza entre los meses de abril y mayo.
Justo en esas fechas y en ese lugar, este año se estaban vertiendo al océano unos 10 millones de litros de petróleo al día, como consecuencia de la explosión del pasado 20 de abril en la plataforma petrolífera ‘Deepwater Horizon’. Cuando se logró sellar el 15 de julio ya se habían vertido 750 millones de litros de crudo.
Las huevas del atún contienen una gota de grasa que les permite flotar, siendo fecundadas por los machos cerca de la superficie del océano. La presencia de petróleo en las aguas del golfo podría afectar a las huevas, a las larvas e incluso a los ejemplares adultos. La población occidental del atún atlántico ha disminuido un 82% en los últimos 30 años, por lo que resulta imperativo garantizar su reproducción para poder preservar la especie.
Dentro del Golfo de México hay dos zonas prioritarias de desove: una situada al noroeste y otra, la más afectada por el vertido de crudo, al noreste del golfo. La ‘Ocean Foundation’ -una organización sin ánimo de lucro dedicada a la protección de los océanos y de las especies marinas- necesitaba conocer qué hábitats de la zona noreste habían resultado afectados por el vertido para evaluar el impacto del desastre sobre el atún. Para ello, fue necesario conocer la extensión del vertido y las zonas más favorables para la reproducción del atún.
Los datos adquiridos por varios satélites radar, entre los que se encuentra el satélite Envisat de la ESA, permitieron elaborar mapas semanales de la ubicación, forma y tamaño de la mancha de crudo en el Golfo de México.
La ayuda de los altímetros radar
Para estimar las zonas de desove y de desarrollo de las larvas del atún rojo, los científicos emplearon datos reales, obtenidos con ejemplares marcados, sobre un modelo del océano basado en mediciones de la temperatura del agua, en datos de la altura de la superficie, obtenidos con los altímetros radar embarcados en los satélites Envisat (ESA) y Jason (NASA). También su uso información sobre el color de las aguas, obtenida con el instrumento MERIS a bordo de Envisat y MODIS a bordo del satélite Aqua de la NASA. El color del agua permite estimar la presencia de plancton, del que se alimenta el atún.
Al superponer los mapas de la extensión del vertido con el ‘índice del hábitat de cría’ calculado, fue posible analizar dónde y por cuánto tiempo el vertido de crudo había afectado a las zonas de cría del atún rojo, entre el 20 de abril y el 29 de agosto. Tras la eclosión, las larvas del atún buscan alimento cerca de la superficie, por lo que la presencia de petróleo flotando en las aguas del golfo podría acabar con la vida de estos frágiles organismos. La extensión del vertido coincidió con el hábitat más favorable para la reproducción del atún a finales de la temporada de cría.
Los investigadores han evaluado el efecto letal del petróleo durante este periodo, concluyendo que la presencia de crudo redujo el número de crías en más de un 20%. Afortunadamente, la zona de cría del oeste parece no haber sido afectada por la contaminación, tal y como se observa en las imágenes tomadas por los satélites.
Experiencia para futuras catástrofes
“Este análisis nos ayudará a comprender el impacto de estas catástrofes a otro nivel, con lo que podremos guiar el desarrollo de nuevas políticas y recomendaciones”, explica David Guggenheim, investigador de la Ocean Foundation.
“Por otra parte, este análisis y la forma en que ha sido desarrollado representan una herramienta de nueva generación que puede ayudar en los procesos de investigación y de toma de decisiones, en caso de que nos tengamos que enfrentar a una catástrofe ecológica similar en el futuro”.
Los satélites de observación de la Tierra han jugado un papel fundamental para comprender el desastre. A los pocos días de la explosión, los satélites comenzaron a monitorizar la situación y a proporcionar datos casi en tiempo real a las autoridades estadounidenses encargadas de la limpieza del vertido.
Ahora los satélites están ayudando a los científicos a evaluar las consecuencias a largo plazo de la catástrofe. Los mapas basados en los datos obtenidos por los satélties también se están utilizando para evaluar los daños en los hábitats de la costa y en las zonas de desove de las tortugas marinas.
La protección de los hábitats naturales es el tema principal de la Décima Conferencia de las Partes (COP10) del Convenio sobre la Diversidad Biológica de las Naciones Unidas, que se está celebrado esta semana en Nagoya (Japón).