La globalización económica y los patrones de consumo humano merman la biodiversidad. Nature publica un estudio que pone de manifiesto el impacto de las cadenas de suministro global sobre 25.000 especies de animales.
Un equipo internacional de científicos ha demostrado que la globalización económica es responsable del peligro que corren el 30% de las especies incluidas en la Lista Roja de Especies Amenazadas de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN, por sus siglas en inglés).
“Dependiendo del café que compres, contribuyes (o no) a la extinción de muchos animales”, afirma a SINC Manfred Lenzen, científico de la Universidad de Sidney (Australia) y primer autor de un estudio que publica esta semana la revista Nature.
Por ejemplo, “el mono araña está amenazado por la pérdida de su hábitat debido a las plantaciones de cacao y café en México”, comentan los científicos en su estudio.
“Históricamente, las demandas locales de comida, combustible y espacio han tenido un bajo impacto en el hábitat de las especies –comentan los autores de esta publicación–. Pero la globalización ha acelerado la degradación del hábitat lejos de los lugares donde se consumen estos recursos”.
Barney Foran, coautor del estudio y también científico en la universidad australiana, no esperaba una cifra “tan alta” como el 30%. “Pero la auténtica sorpresa ha sido que en países como Papúa Nueva Guinea, Madagascar, Sri Lanka, Honduras y Nueva Zelanda, el comercio internacional es la amenaza de hasta el 60% de su biodiversidad”, señala a SINC Foran.
En el trabajo se han relacionado 25.000 especies de animales con más de 15.000 productos básicos y 5.000 millones de cadenas de suministro. Los resultados revelan que las naciones enriquecidas (EE UU, Japón y las de la Unión Europea) son las principales responsables de este problema.
“La única condición que contempla el de comercio internacional es la lucha entre precios: el más bajo es el que triunfa”, se queja Foran. Según el experto, los resultados de su estudio se explican porque “la mayoría de países pobres harán lo que sea necesario para crecer económicamente”.
Para los científicos, la responsabilidad varía en función del producto, pero en general la consideran compartida entre el consumidor y la industria. “Es difícil regular estas empresas que contaminan y degradan el medio ambiente en países no industrializados porque generalmente cuentan con medios muy limitados y son vitales para el empleo y el desarrollo de la comunidad”, afirma Lenzen.
La solución también pasa por el consumidor
El trabajo proporciona un marco global para identificar los productos más peligrosos para la biodiversidad que, según los autores, podría servir para que adoptar políticas que afecten tanto a productores, como a comerciantes y consumidores.
“La Organización Mundial del Comercio contempla que se le pueda añadir un impuesto económico a este tipo de género, y esto permitiría al importador y al consumidor diferenciarlo del resto. En casos extremos los gobiernos podrían imponer a estos productos las mismas condiciones que se aplican a las mercancías peligrosas y nocivas”, expone Foran.
Las cadenas de suministro son “tan complejas” que, según el experto, incluso el consumidor más responsable tiene problemas en decidir qué producto es el más adecuado. “Lo que se necesita es un etiquetado general y sencillo semejante a un semáforo: verde, naranja y rojo en función de su impacto en la biodiversidad”, señala el científico.
“El problema es que las personas del primer mundo no ‘ven’ las consecuencias que tiene su consumo en los países en vías de desarrollo –explica Lenzen–, pero son las que pueden reclamar que se haga un esfuerzo en mantener la biodiversidad de estas regiones”.
Referencia bibliográfica:
Lenzen M.; Moran D.; Kanemoto K.; Foran B.; Lobefaro L.; Geschke A. “International trade drives biodiversity threats in developing nations” Nature 489: 109-112. Junio de 2012. DOI: 10.1038/nature11145
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