La colaboración entre los servicios sanitarios de siete hospitales españoles e investigadores del CNIC ha permitido comprobar que la administración precoz de metopropol a 270 pacientes con infarto redujo la superficie cardiaca afectada.
Después de dos años de ensayo clínico en 270 pacientes, el proyecto METOCAD-CNIC ha tocado a su fin. Sus resultados esclarecen que la administración precoz de metopropol, un fármaco de bajo coste, durante un infarto, reduce un 20% el daño sufrido por el corazón. Este estudio nace de la colaboración de siete hospitales españoles y el Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares (CNIC).
Las conclusiones del trabajo, publicadas este mes en la revista Circulation, han sido presentadas el jueves por los cardiólogos Carlos Macaya, del Hospital Clínico San Carlos; y Borja Ibáñez, del CNIC –ambos autores del estudio–, así como por el director general del centro, Valentín Fuster.
El metopropol, un medicamento “sin interés comercial, que ya está exento de patente”, como explica a SINC Ibáñez, se utiliza desde hace más de 30 años para tratar la hipertensión arterial y otras enfermedades cardiovasculares. “Con menos de un euro y medio somos capaces de reducir las consecuencias del infarto, los reingresos y, muy posiblemente, el índice de mortalidad”.
“Pensábamos que era un fármaco que podía dar mucho más de sí. En un principio hicimos un estudio en animales y vimos su eficacia en la reducción del daño ocasionado por el infarto”, señala el médico del CNIC.
Cada minuto cuenta
Cuando una persona sufre un accidente cardiovascular, la rapidez de actuación determina su evolución, ya que cuanto más se tarda en realizar una angioplastia –apertura de la arteria coronaria ocluida–, la superficie cardiaca afectada será mayor.
“Cuanto más músculo se necrosa, más probabilidades hay de que el paciente sufra efectos a largo plazo”, indica Ibáñez. Por ello, los pacientes, elegidos aleatoriamente, recibieron metopropol de forma intravenosa inmediatamente tras el diagnóstico del infarto, durante el traslado en ambulancia o nada más llegar al hospital.
La unidad de imagen del CNIC evaluó posteriormente la eficacia de la intervención mediante la realización de una resonancia magnética cardiaca a la semana del infarto. De esta manera, cuantificaron los gramos de tejido que habían resultado dañados en cada paciente, y probaron que las personas que habían recibido metoprolol tenían un infarto de menor tamaño que aquellas a las que no se les administró.
Los individuos tratados “tendrán menos insuficiencias cardíacas posteriores y, por tanto, menos intervenciones”, destaca el cardiólogo. Según los científicos, esta reducción se traducirá en un enorme ahorro económico para los hospitales.
Los autores aseguran además que esta estrategia podría utilizarse en todo el mundo por su gran beneficio clínico, bajo coste y accesibilidad universal.
Próximos pasos
Aunque ya se conoce que el medicamento reduce el daño por isquemia y por perfusión, los investigadores aún están evaluando cuál es el mecanismo de acción de esta terapia.
La aplicación obligatoria del metopropol en los servicios de urgencias también tendrá que esperar, pues aún no está incluido en las guías de protocolo actuales y por tanto su aplicación depende del juicio del médico. “Será necesaria la realización de un ensayo clínico más numeroso a nivel internacional para que llegue a ser obligatorio”, afirma Ibáñez.
Los próximos experimentos tratarán de demostrar que el fármaco no solo produce una disminución del tamaño del infarto, sino que también reduce la mortalidad a largo plazo.
El estudio ha sido subvencionado por los fondos del Ministerio de Economía y Competitividad, una beca de investigación competitiva del CNIC, y la distinción Severo Ochoa obtenida en 2011 por el centro.
“Una gran farmacéutica no va a poner interés en realizar un estudio con un medicamento que ya no tiene interés comercial”, recalca el cardiólogo del CNIC.
Ninguno de los médicos que prestaron sus servicios durante el ensayo recibió ninguna remuneración. “Al principio éramos un poco escépticos –comenta Fuster–. Este proyecto es un ejemplo de cómo los humanos podemos unirnos por una buena causa”, concluye.
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