Por primera vez, un equipo internacional de científicos ha hallado el modo de distinguir la cantidad de carbono antiguo que se libera a la atmósfera en forma de CO2. En el futuro, este descubrimiento permitiría predecir con precisión cómo afectará al cambio climático la liberación de carbono del suelo.
Hasta ahora, determinar el porcentaje que corresponde a carbono antiguo ha sido difícil, aunque la medida de la pérdida de carbono del suelo sea sencilla. Investigadores del Instituto Macaulay (Aberdeen) y Landcare Research (Nueva Zelanda) han desarrollado un método para medir la liberación de carbono antiguo del suelo.
El investigador titular del estudio, el profesor Pete Millard del Instituto Macaulay explica que “globalmente, el suelo contiene más de 300 veces la cantidad de carbono que se libera anualmente debido a la combustión de carburantes fósiles, y ese carbono, hasta la fecha, ha estado bloqueado de forma segura bajo la superficie”.
Conocer este dato es, para los investigadores, de gran relevancia. “Por primera vez nos permitirá determinar cuáles serán las consecuencias del uso del suelo para el cambio climático”, señala Millard. Cuanto más aumente la cantidad de CO2 liberada del suelo, más aumentará la temperatura que podría producir incluso una reacción “descontrolada”.
Creación de carbono ‘antiguo’
Según apunta el investigador, a medida que se calienta el planeta, el carbono se libera del suelo a la atmósfera en forma de dióxido de carbono. Existen dos tipos de carbono: el carbono “nuevo”, que ha entrado en el suelo recientemente a través de la vegetación, y el carbono “antiguo”, que lleva años fijado en el suelo.
“Es la cantidad de este carbono antiguo que se libera como CO2 lo que ejerce un mayor efecto en el cambio climático”, añade, “ya que significa que el suelo está cambiando de ser un depósito de carbono, a ser un generador de carbono, un emisor de carbono”.
El enfoque que han utilizado, entre otros, David Whitehead, John Hunt y Margaret Barbour de Landcare Research (Nueva Zelanda) se basa en una media de diferencias muy pequeña en cantidad de un isótopo: el carbono-13, que está presente de modo natural en el dióxido de carbono, también en el que libera el suelo a la atmósfera.
“Estamos emocionados, porque este trabajo es muy relevante en este momento. Necesitamos predecir cómo va a cambiar el clima, y sin duda está relacionado con la atmósfera, la vegetación y el suelo”, afirma el profesor Millard.
Los investigadores han trabajado durante tres años en este proyecto financiado por el Gobierno de Escocia y el Marsden Fund de la Royal Society of New Zealand.