Investigadores de la Universidad Carlos III de Madrid (UC3M) han publicado un estudio que sugiere que una “dieta” de contenidos culturales televisivos favorece el desarrollo del niño y que indica que en España hay un déficit de contenidos audiovisuales de calidad como estos.
El estudio, publicado recientemente en la revista “Comunicar” por Pablo del Río (Laboratorio de Investigación Cultural, UC3M) y Miguel del Río (Fundación Infancia y Aprendizaje), forma parte de un proyecto de largo alcance que se inició con respaldo del Ministerio de Educación y Ciencia y de la Fundación Infancia y Aprendizaje sobre el impacto de la televisión en la infancia española. La idea se inscribe en una larga tradición de los estudios sobre efectos de los medios en el desarrollo infantil a nivel internacional, aunque en el contexto nacional existe comparativamente un hueco en la investigación. Este equipo de investigadores inició estudios en esa dirección en los años noventa en el seno del Grupo GOMEL (Group on Media Education and Learning) de la Universidad Complutense de Madrid, y en el Centro Tecnológico de Diseño Cultural de la Universidad de Salamanca, donde se constituyó el equipo/proyecto "Pigmalión".
En 2004 se publicó el I Informe Pigmalión sobre el impacto de la televisión en la infancia, que revisaba y valoraba la investigación internacional acumulada sobre los efectos de la televisión en el desarrollo infantil. En líneas generales, sus conclusiones confirmaban desde un amplio corpus empírico una fuerte y variada influencia, positiva y negativa, según los casos. El informe, además, ya proponía un conjunto de estrategias y políticas de actuación dirigidas a las familias, los medios audiovisuales, la educación, la cultura y los modos de vida para optimizar esos procesos de influencia. En general, la situación española se caracteriza por dos cosas, según estos investigadores: “La sociedad civil y las instituciones sociales y políticas se han sensibilizado al problema; y al mismo tiempo, se sigue apreciando un gran y preocupante déficit de políticas y actuaciones constructivas”, aseguran.
El estudio que han publicado ahora los investigadores en la revista “Comunicar” recoge parte de las investigaciones empíricas realizadas entre 2004 y 2006 sobre la situación española que se recogerán en el II Informe Pigmalión, actualmente en fase de preparación y en una situación muy avanzada. Un nuevo proyecto actualmente en curso en el Laboratorio de Investigación Cultural de la UC3M sobre las dietas culturales y la construcción del imaginario en las nuevas generaciones aportará en su día el contenido para un III Informe Pigmalión.
Pocos contenidos de calidad
En el contexto de muy variadas conclusiones de este trabajo los investigadores llaman especialmente la atención, en reenfocar la mirada social para dejar de apreciar sólo lo que hay de negativo y centrar el esfuerzo en lo que no se hace de positivo: “el niño no sólo precisa no intoxicarse, necesita fundamentalmente una dieta cultural sana para su desarrollo y en ese sentido existe en España un déficit de contenidos audiovisuales de calidad que posean un impacto potencial positivo en el desarrollo”, indica Pablo del Río. “Las políticas culturales han estado más preocupadas por dar algunos pasos que limiten el impacto negativo de los materiales nocivos que de asegurar a familias y niños alimentos culturales de calidad con los que poder cocinar una dieta sana”, añade este profesor de la Facultad de Humanidades, Comunicación y Documentación de la UC3M.
Tanto el II Informe Pigmalión al que se refiere este estudio como la investigación actualmente en marcha se apoyan en un concepto metodológicamente innovador que permite avanzar considerablemente en el problema de la objetivación del impacto de los contenidos culturales en los individuos y las comunidades sociales, según los investigadores. Se trata del concepto de dieta (cultural, mediática, televisiva) que objetiva, por así decir, la "ingesta" acumulada de determinados contenidos culturales a lo largo del desarrollo, relacionándola con los efectos al final. De esta forma, del mismo modo que una dieta (y la correspondiente producción agrícola, distribución alimentaria, redes de restaurantes o prácticas de cocina en el hogar) produce quince años después impactos en la salud o la morbilidad (como el incremento en la diabetes), una dieta cultural tiene repercusiones en la arquitectura mental y el imaginario de cada generación.
El I Informe Pigmalión se difundió en su momento entre las cadenas de televisión, la administración y la sociedad civil. Se presentó en el Congreso y en los medios, pero “no se ha traducido aún en políticas, acciones y movilizaciones apreciables, como en otros países más conscientes que España respecto de la creación y programación cultural para la infancia, donde existen proyectos estables de investigación sobre la situaciñon evolutiva de la infancia respecto de los medios culturales, índices de calificación evolutiva, iniciativas y fondos para asegurar la producción de materiales de calidad y dietas culturales saludables”, indica el profesor Pablo del Río.
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