Ciencia en sociedad debatida con mi padre

Comunicar ciencia es una oportunidad emocionante, sin duda. Pero algunos están preparados y otros no. Desgraciadamente, sigue estando muy extendida la creencia de que la comunicación científica es fácil y que la puede improvisar cualquiera que sepa de algún contenido específico, sin molestarse en entender los otros términos de la ecuación: los medios de comunicación y el público.

Reproducimos un texto muy personal del sociólogo de la ciencia Massimiano Bucchi.

Ciencia en sociedad debatida con mi padre
El investigador de comunicación social de la ciencia Massimiano Bucchi recrea en este texto una conversación con su padre sobre su propio trabajo. / Adobe Stock

Un estudio en la Toscana, al final de la tarde. Papá entra en la habitación.

—Hola, hijo. Solo pasaba a saludar, pero veo que estás trabajando.  ¿En qué andas?

—Bueno, ya sabes que soy el editor de una revista, Public Understanding of Science [Comprensión pública de la ciencia]. Llevo con esto tres años, ya te lo he dicho unas cuantas veces.

—¿Comprensión pública de la ciencia? Bien por ti. Cuánta falta hace hoy la comprensión pública de la ciencia. La negación del cambio climático, el escepticismo sobre las vacunas... Y no paro de leer sobre... ¿cómo se llaman? Las fake news. En realidad, me parece que en estos días deberías llamar a tu revista "incomprensión pública de la ciencia", ¿no crees?

[Pausa]

—¿No crees?

—Mmm. Supongo que una posible respuesta es que la incomprensión es en realidad una forma de comprensión. Con “comprensión” no nos referimos a entender el contenido técnico real de la ciencia. Nos referimos a dar sentido a la ciencia, situándola en un contexto social, político y económico más amplio.

—¿La incomprensión es un tipo de comprensión? No lo entiendo.

—En cierto sentido estoy de acuerdo contigo. Probablemente, algunos de mis colegas preferirían un título más general para la revista, como Science in Society [Ciencia en sociedad]. Pero “comprensión pública de la ciencia” nos recuerda la historia y la tradición de nuestro campo, que también es importante.

—Esto no responde a mi pregunta original. ¿Por qué hay tanta gente que se resiste a los hechos y las verdades de la ciencia? Llevas mucho tiempo leyendo, seleccionando y comentando los artículos de tus colegas. ¿No debería ser ya obvio para ti?

Si tu pregunta es si la gente desconfía de la ciencia y de los científicos, la respuesta que mis colegas llevan dando durante las últimas dos décadas es: no, no lo hace. La ciencia ha sido, y es, un ámbito de actividad muy respetado dentro de la sociedad

—Papá, creo que en realidad estás haciendo más de una pregunta al mismo tiempo. Si tu pregunta es si la gente desconfía de la ciencia y de los científicos, la respuesta que mis colegas llevan dando durante las últimas dos décadas es: no, no lo hace. La ciencia ha sido, y es, un ámbito de actividad muy respetado dentro de la sociedad. Y también lo son los científicos. La mayoría de la gente considera a los científicos mucho más dignos de confianza que otros grupos como, por ejemplo, los políticos o los empresarios.

—¡C***!

—¡Papá!

—Creo que estás perdiendo el tiempo.  ¿No has leído los periódicos? ¿No has visto las redes sociales últimamente? La gente es escéptica sobre las vacunas, los transgénicos, el cambio climático, la energía nuclear... cualquier cosa que la ciencia proponga o sugiera, lo que sea, ¡se oponen!

—Espera, papá. Te he dicho que estás mezclando temas diferentes. Tomemos la energía nuclear como ejemplo. Los ciudadanos pueden tener la más alta consideración de los físicos e ingenieros nucleares y de sus conocimientos. Al mismo tiempo, pueden pensar que la energía nuclear no es la mejor opción para su país por varias razones: porque les preocupan los costes a largo plazo de la eliminación de residuos, los potenciales riesgos geológicos, la inestabilidad política e institucional. ¿Estás de acuerdo?

—Mmm... sí, supongo que es posible. ¿Pero qué pasa con las vacunas? La gente prefiere exponer a sus hijos a riesgos enormes antes que creer en los hechos científicos básicos. ¿Cómo explicas eso?

—En primer lugar... ¿Hay por ahí un bolígrafo?

—Teniendo en cuenta que pasas todo el tiempo escribiendo, debería haber alguno. ¿Dónde van a parar todos los bolígrafos? Esa es en realidad una de las mayores preguntas por responder... Tal vez deberías haber estudiado esto, en lugar de tu... “comprensión”.

—No te preocupes, he encontrado uno. Vamos a escribir algunos números. En primer lugar, ¿sabes cuántas personas se oponen firmemente a cualquier vacunación obligatoria en este país?

—No sé... ¿20 %, 30 %? Debe de haber un montón...

—Menos del 5 %.

—¡Eso no es posible! Yo sigo leyendo cosas ridículas sobre las vacunas.

—Bueno, ciertamente hay una minoría muy ruidosa, particularmente en las redes sociales. Hay una proporción significativa de personas que piensan que solo un número muy limitado de vacunas debería ser obligatorio, y para las demás debería ser el individuo el que decida.

—¡Ahá! ¡Tenía razón! Debe de ser porque son ignorantes. ¿Cómo se va a decidir individualmente sobre este tipo de cosas? No estamos hablando de preferencias de comida, ¿no? ¡Los hechos son los hechos, y la ciencia es la misma en todas las latitudes!

—Papá, ¿eres un creyente del modelo de déficit?

—¿Disculpa? Puede que tenga algunos lapsos de memoria de vez en cuando, pero mi cerebro todavía funciona perfectamente bien.

La ecuación más comunicación = más conocimiento = más apoyo simplemente no se cumple. En realidad, a veces ocurre lo contrario

—No estoy hablando de tus propios déficits. Estoy hablando del modelo de déficit. En nuestro campo, llamamos modelo de déficit a la idea de que la gente es escéptica respecto a ciertas implicaciones (o incluso aplicaciones) de la ciencia porque ignora la ciencia.

—Bueno, ese déficit, o como se llame, me parece bastante razonable. “Sé lo que me gusta y me gusta lo que sé”. ¿Eso era del Conejo Blanco de Alicia en el País de las Maravillas?

—Tal vez, o tal vez era Peter Gabriel de Genesis. En cualquier caso, puede que el déficit te atraiga, pero mis colegas llevan años demostrando que la ecuación más comunicación = más conocimiento = más apoyo simplemente no se cumple. En realidad, a veces ocurre lo contrario. Las personas que tienen más conocimientos pueden ser más críticas. Por tanto, las actitudes muy positivas y las expectativas optimistas hacia áreas y aplicaciones de la ciencia no están necesariamente vinculadas con una mayor comprensión de los hechos.

—Ya veo. Eso no es muy alentador. Aun así, me pregunto... Si ese es el caso, ¿para qué molestarse?

—Hay muchas razones para comunicar la ciencia, además de persuadir a la gente para que adopte una determinada tecnología. Razones culturales, por ejemplo. La gente puede disfrutar de una conferencia científica igual que disfruta de una exposición de arte o de una novela. Hoy en día, las instituciones y los científicos consideran cada vez más que hablar de su investigación con el público es parte de sus obligaciones y también una oportunidad de ser más visibles.

—Me gusta ver programas de televisión sobre ciencia y un amigo me envió un enlace a una entrevista en YouTube con esa famosa científica... ¿Cómo se llama? Supongo que es una ganadora del Nobel. Seguro que sabes de quién hablo, llevas años estudiando los premios Nobel.

—Bueno, hay muchos que son activos en las redes sociales. En realidad, no es un fenómeno nuevo.

—¿Te refieres a internet? Porque eso sí es algo nuevo para mi generación…

—No, me refiero a la exposición pública de los científicos. A finales del siglo XIX y principios del XX, ya existían celebridades científicas. Algunas de sus conferencias públicas y libros tuvieron mucho éxito, un verdadero fenómeno comercial.

Hay muchas razones para comunicar la ciencia, además de persuadir a la gente para que adopte una determinada tecnología. Razones culturales, por ejemplo. La gente puede disfrutar de una conferencia científica igual que disfruta de una exposición de arte o de una novela

—Sí, por supuesto, todavía recuerdo a algunos de ellos. Albert Einstein, por ejemplo.

—Sí. Por supuesto, hoy en día el panorama mediático ha cambiado. Ahora, las oportunidades de implicarse directamente con el público están disponibles para cualquiera en el campo de la investigación.

—Eso me parece bien, hijo...

—Bueno, es una oportunidad emocionante, sin duda. Pero algunos están preparados para esa tarea y otros no. Desgraciadamente, sigue estando muy extendida la creencia de que la comunicación científica es fácil y que la puede improvisar cualquiera que sepa de algún contenido específico, sin molestarse en entender los otros términos de la ecuación; por ejemplo, los medios de comunicación y el público o (si lo prefieres), la sociedad.

—Es gracioso: científicos que no se molestan en entender las ecuaciones. Así que el título de tu revista debería cambiarse de “comprensión pública de la ciencia” a “comprensión del público por la ciencia”.

—Creo que pasaré tu propuesta al próximo editor.

—De todos modos, después de casi 30 años, debes haber llegado a una conclusión sobre la mejor manera de comunicar la ciencia...

—Pero ¿qué significa eso?

—Qué estrategias, formatos, herramientas, son más eficaces ...

—¿Eficaces para qué?

—¡Para comunicar ciencia! De eso hemos estado hablando durante la última media hora.

—Pero “comunicar ciencia” abarca una enorme variedad de situaciones. Si lo definimos como “que la sociedad hable de ciencia” (donde sociedad, obviamente, también incluye a los científicos) o “cualquier conversación social sobre ciencia”, se ve inmediatamente lo amplia que es: hay un gran abanico de programas de televisión, noticias, cafés científicos, ficción con contenido científico, debates en las redes sociales...

—¿Eso también es comunicación de la ciencia? Dios mío.

La divulgación es la comunicación científica en tiempos de paz, por así decirlo

—Sí, lo es. Y no solo es que haya diferentes medios de comunicación. El contexto de la comunicación científica también es importante. Por ejemplo, la relevancia de un determinado tema científico, el grado de movilización del público, la visibilidad y credibilidad de las instituciones y los agentes científicos implicados; el grado de controversia o desacuerdo entre los expertos científicos...

—¿Desacuerdo entre los expertos? Los científicos que se apartan fuera de la corriente principal son unos chiflados, no son verdaderos científicos.

—Bueno, en algunos casos, investigadores respetables hacen interpretaciones significativamente diferentes.

—En realidad, eso me recuerda algo que vi en la televisión sobre un grupo de físicos que planteaba dudas sobre la detección real de las ondas gravitacionales.

—¡Ahí lo tienes!  Lo que intento decir es que, en estas situaciones, para nosotros no se trata de establecer quién tiene razón, sino de ver las implicaciones para el público general. Hace algunas décadas, la mayoría de estos desacuerdos habrían sido inaccesibles para los no expertos.

—Vaya. Eso hace que la ecuación de la comunicación científica sea cada vez más compleja.

—Tal vez sería más útil pensar en ella como una tabla, en lugar de como una ecuación, y en ella, ver cada elemento que identifica una situación o contexto de comunicación científica como una combinación de variables.

—Esto se está complicando un poco... ¿Por qué no nos limitamos a difundir la ciencia? Esa es la esencia de la comunicación científica, después de todo.

—No... y sí. Lo que acabas de mencionar es una versión bastante específica de la comunicación científica. Es la historia lineal, de arriba abajo, sin problemas, sin controversias: el científico X ha descubierto Y, y funciona así.

—Pero antes has dicho que eso es el déficit. Y no parecía gustarte demasiado el déficit.

—No, no, te estás confundiendo. Llamémoslo divulgación*. El déficit incorpora un elemento ideológico en forma de suposiciones sobre el público, la ciencia y los procesos de comunicación. Aunque, por supuesto, su significado puede variar en diferentes contextos históricos, la divulgación no comparte necesariamente esos supuestos. La divulgación es la comunicación científica en tiempos de paz, por así decirlo.

Cuanto más se hable de “guerra contra la ciencia”, más se polarizarán las opiniones y aumentarán los conflictos sobre la ciencia

—Eso está muy bien, pero ¿qué hacemos en tiempos de guerra?

—¿Eh?

—Hay una guerra contra la ciencia, ¿no lo ves?

—Oh... Vale. Mmm, bueno... creo que deberíamos tener cuidado con esas etiquetas y estudiar realmente las tendencias de las actitudes públicas hacia la ciencia. Algunos de mis colegas piensan que cuanto más se hable de “guerra contra la ciencia”, más se polarizarán las opiniones y aumentarán los conflictos sobre la ciencia. Esto se llama framing.

Framing, ¿eh? Interesante... Así que de eso trata tu revista: no ofrece recetas para la comunicación científica, sino que plantea preguntas, algunas de ellas realmente interesantes.

—Supongo que esa es una forma de ver nuestra revista.

—Hablando de recetas, es hora de preparar la cena. ¿Prefieres un risotto deficitario, o una pasta de divulgación?

—Te lo dejo a ti, papá, que eres el experto. Como ves, tengo mucha confianza.

—¿La tienes? Esperaba que estuvieras más... ¿qué fue lo que dijiste? Más implicado... en la definición del menú.

—Ah, quizá en otro momento.

Artículo publicado originalmente en la revista ‘Public Understanding of Science’. Traducción: Cintia Refojo.

*El original dice "popularization", que podría traducirse como "popularización", pero en castellano suele emplearse "divulgación" con este sentido.

Massimiano Bucchi es profesor de Ciencia y Tecnología en la Sociedad y Director del Máster SCICOMM de la Universidad de Trento. Es autor de varios libros (publicados en más de 20 países) y artículos en revistas como Nature, Science y PLOS. De 2016 a 2019 fue editor jefe de la revista internacional Public Understanding of Science. Colabora regularmente en periódicos y programas de televisión. www.massimianobucchi.it

Fuente: SINC
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