La semana comenzó con el anuncio de la compra de esta red social por parte del consejero delegado de Tesla, el hombre más rico del mundo, que ha ofrecido un total de 41.000 millones de euros. La operación ha causado un gran revuelo dentro y fuera de Twitter. ¿Qué implica la adquisición? ¿Está en riesgo la libertad de la red? ¿Lo estaba antes?
Twitter es una red social que se lanzó en marzo del 2006 como un diario simple y en tiempo real, con mensajes tipo SMS (de ahí el límite inicial de 140 caracteres). Un servicio de microblogging que revolucionó la forma de comunicarnos, que simplificó aún más la generación de contenidos por cualquier persona al conseguir que la palabra fuera el enlace: una mención, una etiqueta (hashtag) o un enlace a una web se convertían automáticamente en algo ‘pinchable’.
Otra de las características que contribuyó al éxito de esta red social fue la apertura de su API: un punto de entrada para que cualquiera pudiera construir sus propias aplicaciones accediendo a los datos públicos de sus usuarios. Eso significó un boom de clientes y herramientas para analizar el comportamiento de los usuarios en la red. Sin embargo, en los últimos años, Twitter se ha convertido en un campo de batalla de desinformación, spam y bots, a través de los cuales se ha llegado incluso a manipular procesos electorales.
El pasado 1 de abril, Elon Musk adquirió ya el 9 % de las acciones de Twitter y unos días después hizo una oferta por la empresa completa. Han sido unas semanas movidas, durante las cuales Twitter llegó incluso a activar la llamada píldora envenenada: un mecanismo de sanción para evitarla venta de grandes volúmenes de acciones sin el consentimiento de la junta. Pero, finalmente, el 25 de abril, Twitter comunicó que aceptaba la oferta de Elon Musk de 44.000 millones de dólares (unos 41.000 millones de euros) por el total de las acciones de la empresa, convirtiéndose en el único propietario. ¿Qué tiene eso de malo? ¿Por qué no lo era cuando estaba en manos únicamente de Dorsey, Glass, Stone y Williams?
Entre los motivos esgrimidos por el magnate, están la manipulación, la desinformación, la censura que determinados mensajes recibían o el anonimato tras el que se esconden muchos de estos comportamientos. La visión de Musk del nuevo Twitter se basa en una serie de características que ha ido desvelando en estos días
Las reacciones de la comunidad de usuarios de Twitter no se hicieron esperar. La primera de ellas fue el anuncio de los perfiles de muchos de ellos en otras redes, especialmente Mastodon. Quién sabe si veremos un movimiento semejante al abandono de Whatsapp por Telegram o Signal en el 2021.
Otro movimiento, que reconozco que me provoca cierta ternura, son las cadenas de mensajes de “no autorizo ni doy permiso para que Elon Musk pueda usar mis imágenes, información, mensajes, fotos, mensajes eliminados, archivos y etc.” que de vez en cuando inundan todas las redes cuando se anuncia un cambio en las condiciones. Lo que si se ha observado ya es un borrado de cuentas masivo, unas 200.000, que se pueden achacar a la compra de Twitter.
A pesar de que su empresa se llama Tesla, Elon Musk ha manifestado en varias ocasiones que admira más a Thomas Edison. De hecho, exceptuando el interés de uno y otro por las patentes (más de 1000 registradas por Edison), ambos se centran en la parte comercial de la innovación: en que no se quede en los laboratorios, aislada del mundo. Había que conseguir venderlo. Los dos se rodearon de equipos de ingenieros. Y como datos curiosos, muchos de los desarrollos de Edison en los laboratorios de Menlo Park estaban financiados por J.P Morgan, y es Morgan Stanely quien financia la operación de Twitter. O que Garrett P. Serviss escribió en 1898 un relato titulado Edison’s Conquest of Mars en el que el futuro está en manos de Edison y sus inventos. ¿Hasta qué punto nuestra sociedad depende de iniciativas individuales?
Esta discusión ya aparece en el libro La era del capitalismo de vigilancia (Shoshana Zuboff, 2019), en la que se alerta de los peligros de los cambios en las esferas de poder y en el control de la información por parte de las corporaciones, especialmente las grandes tecnológicas. En ese sentido, la compra de Twitter por parte de Musk cumple con sus tres máximas:
Apenas terminando de escribir esta pieza, ya se está empezando a hablar de la posibilidad de que Elon Musk retire su oferta. En ese caso, tendría que asumir una penalización de 1.000 millones de dólares. No sería la primera vez que lo hace. El asunto no está cerrado y en los próximos meses iremos viendo el alcance real del cambio de manos.
Miguel Rebollo Pedruelo es investigador del Instituto de Investigación para la Inteligencia Artificial (vRAIN) y profesor del Sistemas Informáticos y Computación de la Universidad Politécnica de Valencia