Machos promiscuos. Hembras monógamas. Esta es la idea que teníamos hasta hace poco de la reproducción. La ciencia ha terminado desvelando la realidad: las hembras también copulan con varios individuos a lo largo de su vida y no siempre lo hacen para perpetuar la especie. ¿Qué ganan con esta conducta ranas, monas, pájaras o lagartas? Sea lo que sea, la mayoría de los machos permanecen junto a sus compañeras.
Hasta hace relativamente poco se pensaba que las hembras eran sexualmente monógamas. Tras más de un siglo de negación por parte de los biólogos, esta “fidelidad” femenina fue rebatida a partir de los años 1960. La realidad revolucionó nuestra idea de la reproducción: en la mayoría de las especies las hembras copulan con diferentes machos.
“Ambos sexos pueden ser promiscuos, pero mientras los machos se llevaban la fama, no ocurría lo mismo con las hembras hasta fecha muy reciente”, indica Timothy Birkhead, profesor de Ecología del Comportamiento en la Universidad de Sheffield (Reino Unido), en su libro Promiscuidad.
Cada especie se aprovecha de este comportamiento de manera individual y los humanos no se han quedado atrás. A lo largo de la evolución, las mujeres han recurrido a diferentes estrategias, entre las que destaca la multipaternidad: tener a varios padres pendientes de las necesidades de la descendencia. “Las que podían obtener recursos y protección de muchos hombres se beneficiaban de esta promiscuidad, al igual que sus hijos”, explica a Sinc Stephen Beckerman, antropólogo en la Pennsylvania State University (EE UU).
Sin embargo, la percepción del sexo ha cambiado con la sociedad, sobre todo con el comienzo de un control seguro y efectivo de la natalidad a partir de los años 50. La copulación ya no tendría obligatoriamente consecuencias reproductivas. De hecho, “si el sexo no fuera placentero, nuestra especie se habría extinguido hace mucho tiempo”, zanja el antropólogo.
La promiscuidad femenina no ha buscado siempre un fin reproductor. Pero el caso humano no dista mucho del de otras especies.
La poliandria –el apareamiento de las hembras con diferentes machos– está muy extendida, pero puede conllevar costes. / Pixabay
“Investigaciones recientes han proporcionado demostraciones espectaculares de que la reproducción no tiene lugar ni para el bien de la especie ni como una interacción mutuamente beneficiosa entre machos y hembras”, subraya Birkhead. El conflicto sexual está a la orden del día porque “la reproducción es cualquier cosa menos cooperativa”.
En un estudio publicado en la revista Proceedings of the Royal Society B-Biological Sciences, un equipo de científicos demuestra que en el caso de las aves la promiscuidad no está siempre asociada a la colaboración y tampoco aporta aparentes beneficios a las hembras.
“¡Todo lo contrario! La reproducción cooperativa es más probable en especies con antepasados monógamos. Esto se debe a que los grupos familiares con un solo padre y una madre están más estrechamente relacionados entre sí y los compañeros de nido serán hermanos completos en lugar de medio hermanos”, indica a Sinc Ashleigh Griffin, investigadora en el departamento de Zoología de la Universidad de Oxford (Reino Unido).
En su investigación, Griffin y su equipo no encontraron evidencias de que la promiscuidad de las hembras conduzca a una vida más longeva, una característica de las poblaciones cooperativas. “En cambio, se asoció una vida más larga con especies de aves que se reproducen de forma cooperativa con jóvenes criados por ayudantes adultos no reproductores, así como por sus padres”, aclara la científica.
Esta podría ser una de las razones por las que muchas especies de aves se hayan vuelto socialmente monógamas, cuando el linaje más antiguo de las aves es bastante promiscuo. Pero lo cierto es que la poliandria –el apareamiento de las hembras con diferentes machos–, muy extendida en todos los animales, sobre todo en los insectos, puede conllevar costes.
Un estudio publicado en Scientific Reports muestra la primera evidencia cuantitativa de una enfermedad de transmisión sexual en insectos, en concreto en las abejas domésticas (Apis mellifera).
Las reinas son las más susceptibles de infectarse con parásitos intracelulares a través del semen de los machos anteriormente infectados. Ellas son las responsables de copular con diversos machos para producir colonias más aptas. Si existen riesgos en este comportamiento, ¿qué motiva a las hembras?
Las razones de la promiscuidad de las hembras no están siempre claras. / Pixabay
En general, la poliandria aumenta la diversidad genética de las crías de una hembra, les confiere resistencia a enfermedades y asegura espermatozoides viables de al menos un macho fértil. Sin embargo, entre primates como los bonobos, las razones de las hembras no están claras.
Mientras que los machos son promiscuos para maximizar el número de crías que engendran, “algunos científicos sugieren que las hembras lo hacen para crear confusión en la paternidad; para que los machos crean que los descendientes de un grupo son suyos y no los agredan”, señala a Sinc Geoffrey MacFarlane, investigador en la Universidad de NewCastle (Australia).
MacFarlane es autor principal de un trabajo publicado en Behavioural Processes sobre las interacciones genitales entre primates del mismo sexo. El estudio probó que estos escarceos homosexuales se pueden dar tanto en machos como en hembras sin poner en peligro la reproducción. “Es un subproducto de la alta motivación sexual de ciertas especies. Algunos individuos optan por tener interacciones con ejemplares del mismo sexo, además de tener sexo reproductivo”, detalla MacFarlane.
En animales especialmente promiscuos y sexualmente activos, las hembras pueden necesitar aparearse con diversos machos para obtener suficientes suministros de esperma y mantener su fertilidad. Esto ocurre con la mosca de ojos saltones (Teleopsis dalmanni), cuyos machos reparten su eyaculación entre muchas hembras, según una investigación de la University College London.
La poliandria también puede beneficiar a las hembras de especies en peligro de extinción, como es el caso del lagarto cocodrilo (Shinisaurus crocodilurus), un extraño reptil originario de China, entre los que se observó un alto porcentaje de multipaternidad. Cada una de las crías de una misma madre puede tener un padre diferente. Para los autores del trabajo, conocer sus comportamientos reproductivos “es importante para diseñar estrategias de conservación y mejorar la variación genética”.
Las hembras se aparean con diversos machos para animarlos a criar a su descendencia. / EFE
En otras especies, las hembras se aparean con diversos machos para animarlos a criar a su descendencia. “Esto podría ser importante en el caso de los humanos, para los que cuidar a sus hijos supone una inversión considerable”, explica Asheigh Griffin. En el caso de un pájaro, por ejemplo, el esfuerzo que supone criar a una nidada de pollos hasta la edad adulta, equivale en términos humanos a hacer el Tour de Francia.
Esta hazaña solo compensaría si el macho es el padre biológico de su progenie. ¿Pero cómo actúan en realidad los machos cornudos en la naturaleza? La respuesta a esta pregunta depende de la especie.
En un análisis comparativo entre padres cornudos de 50 especies de aves, peces, mamíferos e insectos, un equipo liderado por la Universidad de Oxford reveló que en la mayoría de las especies los machos no abandonan a la descendencia ni reducen el cuidado paterno, aún cuando son “engañados” por sus compañeras.
“Se espera que los machos cornudos sean relativamente tolerantes con el engaño si el cuidado paterno no reduce el éxito reproductivo posterior ni afecta a la aptitud de la descendencia”, señalan los autores en el trabajo publicado PLoS Biology. Así que en la mayoría de los casos “a los machos les merece la pena quedarse”.
Además, para las especies más monógamas como el escarabajo enterrador, ante la duda de ser el padre biológico, abandonar a las crías supondría renunciar a su propia progenie. En el caso de los seres humanos, que son relativamente monógamos comparados con otras especies, “los hombres son bastante insensibles a la pérdida de la paternidad cuando se trata de invertir en sus hijos”, dice a Sinc Griffin, autora principal del estudio.
Pero el riesgo que corren las hembras de las especies más promiscuas como los babuinos chacma es que ante una alta probabilidad de que les sean “infieles” y no se asegure la reproducción en el futuro, los machos decidan no desperdiciar recursos en el cuidado de las crías. Y aquí, a diferencia de los humanos, las hembras promiscuas perderían el apoyo de su compañero para criar a sus hijos hasta la edad adulta. Nadie dijo que el sexo no traería riesgos.