Hace tiempo que la comunidad científica ha reconocido el poder de la música para expresar y generar emociones y estados de ánimo. Sin embargo, a la hora de trazar los orígenes evolutivos de esta capacidad, aparecía un callejón sin salida: los primates no humanos parecían inmunes a la música. ¿La música no es capaz por tanto de provocar emociones en animales no humanos? Un equipo de investigadores de las universidades de Maryland y de Wisconsin-Madison (EE UU) ha dado con la clave para responder negativamente a esta pregunta, con un experimento practicado en una especie de monos, los titíes de cabeza blanca (Saguinus oedipus). La cuestión no reside en el oyente, sino en el tipo de música: los monos no responden a la música humana, pero sí a melodías creadas a partir de sonidos “simiescos”.
Charles Snowdon, profesor de psicología en Madison, trabajó con el músico David Teie para elaborar unas breves melodías basadas en los gritos que emiten los titíes en dos situaciones opuestas, de alegría y de miedo. Los investigadores observaron que los monos, tras escuchar las melodías durante cinco minutos manifestaron síntomas de ansiedad y nerviosismo cuando escucharon la canción amenazante, y se calmaron e incrementaron sus comportamientos alimenticios (ambos signos de un efecto tranquilizador) cuando escucharon la alegre. Sus resultados, que se publican en Biology Letters, abren una nueva vía en el estudio de la comunicación animal.