La gran disparidad de unidades de medidas que había en toda Europa en el siglo XVIII constituía un problema para el desarrollo del comercio. Para tratar de unificarlas, la Asamblea Nacional Francesa aprobó en 1791 un sistema métrico decimal de vocación universal basado en las unidades de medida de longitud y masa materializadas mediante una barra y un cilindro de platino.
Aquella propuesta se extendió, y el 19 de julio de 1849 la reina Isabel II sancionó en San Ildefonso (Segovia) la Ley de Pesos y Medidas, introduciendo en la legislación nacional de todo el reino el nuevo sistema métrico decimal basado en el establecido por la Asamblea Nacional Francesa.
Aquella ley rompió con costumbres consolidadas durante siglos y sufrió innumerables dificultades para su puesta en marcha, provocando el rechazo de la población más tradicional. De hecho tardó mucho en ser aceptada por todos, y hasta bien entrado el siglo XX todavía se siguieron usando las antiguas unidades de medida (legua, vara, codo, pie, arroba, quintal, libra...) en muchas regiones de España.