El efecto del calentamiento global en la productividad de los bosques ha pasado de positivo a negativo en los últimos 25 años. El aumento de temperatura conlleva mayor estrés hídrico estival, según refleja el análisis del crecimiento de tres especies de pino durante ocho décadas liderado por la Universidad Complutense de Madrid.
El 2021 ha sido un año excepcionalmente seco en todo el territorio catalán, exceptuando la mitad sur. Según un informe del Centro de Investigación Ecológica y Aplicaciones Forestales, solo se han registrado 1.440 hectáreas forestales recuperadas, en comparación con las 10.300 de 2020, un año que fue extraordinariamente lluvioso.
Nuestro planeta alberga alrededor de un 14 % más de especies arbóreas de las que se creía anteriormente. Un tercio de ellas son escasas, con una población restringida tanto en número como en superficie. Este es uno de los resultados de la primera estimación de su riqueza a escala mundial.
Una investigación liderada por científicos de la Universidad Rey Juan Carlos describe cientos de especies de escarabajos, mariposas o avispas, entre otros, que comen partes de este árbol.
La actividad incendiaria es tan compleja que no existe una única forma de gestión exitosa. Desde el Centro de Investigación Forestal de Lourizán, la investigadora Cristina Fernández analiza cómo reducir el riesgo y mejorar la capacidad de recuperación de los paisajes ya quemados.
Investigadores de la Universidad Politécnica de Madrid han desarrollado un algoritmo sencillo para elaborar mapas de la estructura de la vegetación y cambios en el bosque, lo que ayuda a determinar el riesgo de incendios. Para realizar el estudio se han utilizado datos LIDAR, obtenidos desde el aire con tecnología láser.
Por primera vez se ha revisado la evidencia científica sobre cómo afecta al riesgo de incendio y los servicios ecosistémicos de los bosques mediterráneos el aumento o recesión de la temperatura de 2 ºC respecto a niveles preindustriales.
Los fuegos forestales suelen desaparecer con las lluvias y la nieve durante el invierno, pero algunos permanecen agazapados bajo los suelos turbosos de Alaska y Canadá, resurgiendo de nuevo en la primavera siguiente para prender más árboles. El cambio climático parece aumentar la frecuencia de este raro fenómeno, según los científicos que lo han analizado.
Un equipo internacional de investigadores ha identificado los principales factores de vulnerabilidad a la crisis climática de los bosques europeos. Los datos aportados por los algoritmos contribuyen a mejorar la gestión de dichos ecosistemas naturales.