Investigadores de la Universidad Autónoma de Madrid y el Centro de Biología Molecular Severo Ochoa han descrito la cadena de montaje espontáneo de un virus y han detallado el papel que desempeña la flexibilidad mecánica del virus en este proceso. Los resultados favorecen el diseño de fármacos antivirales que inhiban el autoensamblaje de virus, o que degraden las propiedades mecánicas que ayudan a su supervivencia.
Investigadores del CSIC han descubierto que el virus de la bursitis infecciosa, considerado por la comunidad científica un fósil viviente, presenta una estructura insólita: su cápsida, el contenedor del material genético del patógeno, es más grande de lo que necesitaría para sobrevivir en su viaje entre infectado e infectado. El estudio, que aparece publicado en el último número de la revista PNAS, explica que el virus se sirve de su tamaño para aumentar su capacidad infectiva. Además, las dimensiones de su cápsida le habrían permitido evolucionar hacia modelos virales más complejos, lo que le convierte, según los autores, en un “eslabón perdido” entre las diferentes familias de virus y en un valioso objeto de estudio de su evolución.