Las bacterias del complejo ACB de Acinetobacter, que normalmente se adquieren en un contexto hospitalario, pueden también encontrarse en carne de res, según un estudio realizado con muestras procedentes de mercados en Lima, Perú. Aunque las bacterias aisladas eran susceptibles a la mayoría de antibióticos, estos resultados sugieren que la carne cruda puede representar un reservorio para estos patógenos.
Para explicar el tamaño relativamente grande del cerebro humano se ha planteado que podría ser una respuesta a las relaciones sociales. Pero ahora un nuevo estudio apunta que los factores ecológicos, como la búsqueda y procesamiento de alimentos, tuvieron un papel más importante en la evolución y crecimiento de nuestro cerebro.
Un nuevo estudio realizado en España revela que la cantidad de carne consumida y determinados hábitos en su cocinado se relacionan con el riesgo de padecer cáncer de mama. La investigación, integrada en el proyecto MCC-Spain, refuerza la idea de que la dieta es un factor de riesgo que puede modificarse para mejorar la prevención de esta enfermedad.
Un azúcar denominado Neu5Gc, presente en las carnes rojas, algunos pescados y productos lácteos, está relacionado con la aparición de tumores espontáneos en humanos. Investigadores de la Universidad de Nevada, Reno (EE UU), liderados por el español David Álvarez Ponce, han analizado la historia evolutiva del gen CMAH –quepermite la síntesis de este azúcar– y revelan qué grupos de animales han perdido el gen y por lo tanto son más apropiados para el consumo humano y para trasplantes de órganos.
El fraude en los productos cárnicos se ha convertido, en los últimos años, en una batalla de la industria alimenticia y la salud pública. Aunque existen numerosas estrategias para descubrirlo, no son lo suficientemente selectivas y sensibles para diferenciar especies animales cercanas. Investigadores de la Universidad Complutense han desarrollado un biosensor electroquímico capaz de detectar, en solo una hora, procesos de adulteración de carne de ternera con carne de caballo.
Investigadores de la Universidad Rey Juan Carlos han demostrado el gran potencial que presentan materiales porosos de sílice para extraer contaminantes en alimentos. El avance se puede aplicar para controlar fármacos de uso veterinario en productos cárnicos.
Seguir una dieta mediterránea tradicional puede reducir el consumo hídrico, un descenso que podría llegar hasta la mitad si esta dieta fuera vegetariana. Es una de las conclusiones de una investigación internacional en la que participa la Universidad Complutense de Madrid, y con la que se han analizado las pautas de consumo y alimentación de los ciudadanos de 13 ciudades europeas.
En medicina es conocido el uso de la tomografía computarizada, un método de diagnóstico en el que se usan los rayos X para crear imágenes transversales del cuerpo humano. Ahora la misma técnica permite obtener imágenes de distintos tejidos en animales, como los cerdos, y desarrollar modelos de crecimiento sin sacrificarlos.
Hace seis meses la Agencia para la Investigación sobre el Cáncer asoció el consumo de carne roja y carne procesada al riesgo de sufrir cáncer. Sin embargo, en su análisis no hizo ninguna referencia a algunos contaminantes ambientales cancerígenos que ya están presentes en la carne cruda o sin procesar. Un estudio demuestra que solo los procesos de cocina que eliminan la grasa de la carne pueden reducir las concentraciones de estas sustancias.
Cuando hace más de dos millones de años, los Homo erectus empezaron a comer carne cruda algunos de sus rasgos físicos se modificaron y adaptaron a los nuevos alimentos. Sus dientes se hicieron más pequeños, sus músculos para masticar se debilitaron y sus intestinos se acortaron. Según un nuevo estudio, el abandono del vegetarianismo y el uso de herramientas de piedra básicas para procesar la comida explican estos cambios evolutivos.