El James Webb, que será el observatorio más grande jamás lanzado al espacio, despegará en 2019 para observar en el infrarrojo las primeras galaxias, el nacimiento de las estrellas y la formación de sistemas planetarios. Su gigantesco espejo bañado en oro se prepara para viajar por el tiempo del universo.
Las órbitas de las estrellas que, como S2, se mueven en torno al agujero negro supermasivo que hay en el centro de nuestra galaxia parecen desviarse ligeramente de la ruta calculada por la física clásica y mostrar los efectos que predijo Einstein en su teoría de la relatividad general. Así lo sugiere un estudio basado en las observaciones del supertelescopio VLT del Observatorio Europeo Austral y otros instrumentos.
Científicos del Centro de Astrobiología y otros centros europeos han encontrado, en una región de formación de estrellas parecidas a nuestro Sol, un ingrediente químico básico para la vida: el isocianato de metilo. El descubrimiento se ha logrado gracias al observatorio ALMA y puede ayudar a comprender mejor cómo surgió la vida en la Tierra.
Cien años después de que Einstein presentara su teoría de la relatividad general, los científicos la han utilizado para medir por primera vez la masa de una estrella a partir de la desviación gravitatoria de la luz emitida por otra situada detrás. Así, se ha podido saber que la protagonista de la historia, una enana blanca, tiene aproximadamente el 68% de la masa del Sol.
Aunque no lo parezca, Roland Lehoucq habla de ciencia a partir de la ficción de las películas de Star Wars. Este astrofísico francés utiliza la saga hollywoodense como pretexto para acercar la física actual al gran público. Lehoucq sabe de antemano qué es real y qué es fantasioso en las películas de La guerra de las galaxias, pero al argumentarlo presenta una ciencia más amable y atractiva, tanto como la ficción.
No todas las estrellas que viajan por la Vía Láctea en lo que se llama un grupo de movimiento, donde comparten origen y composición química, son realmente miembros. En el caso del grupo de la Osa Mayor, 29 de sus 44 estrellas sí lo son, y esta proporción se considera elevada respecto a otras agrupaciones. Por tango, hay poca contaminación estelar, según una investigación en la que participa la Universidad Complutense de Madrid.
Las explosiones estelares se suelen relacionar con supernovas, estrellas que estallan al final de sus días, pero también pueden ocurrir mientras se están formando las estrellas. Con la ayuda del telescopio ALMA, los astrónomos han captado en la nebulosa de Orión una espectacular colisión de dos protoestrellas, que hace 500 años desgarraron el vivero estelar en el que se estaban desarrollando, enviando serpentinas gigantes de gas y polvo al espacio interestelar.