Cuando las condiciones son adversas, no queda más remedio que adaptarse a ellas. Las plantas también lo hacen. Algunas hierbas que crecen en terrenos mineros tienen una resistencia inusual; están acostumbradas a vivir en un entorno tóxico y saben cómo hacerle frente. Partiendo de esta capacidad de adaptación, la investigadora Lur Epelde ha usado estas plantas como hierbas medicinales para suelos contaminados.
Los entornos mineros abandonados albergan una gran diversidad de plantas que toleran los metales pesados presentes en el suelo. Por ello, son entornos adecuados para seleccionar y estudiar especies con diferente potencialidad para ser empleadas en fitotecnologías de remediación de entornos metalíferos, como la fitoestabilización o la fitoextracción. Una tesis doctoral presentada por la UPV/EHU ha estudiado la capacidad de la acedera (Rumex acetosa) para su utilización en dichas tecnologías.