Los océanos polares albergan en sus profundidades enormes criaturas que en ninguna otra parte pueden alcanzar semejantes dimensiones. Para comprobar cómo lo logran, un equipo de científicos ha estudiado las arañas marinas gigantes de la Antártida, protagonistas de #Cienciaalobestia, cuyo tamaño crece a la vez que lo hacen los poros de sus patas, a través de las cuales respiran.
El último ejemplar de tortuga gigante de la isla de Pinta en Galápagos murió en 2012 con más de 100 años. El análisis de su genoma, coliderado por Carlos López-Otín, de la Universidad de Oviedo, revela que este reptil conservaba variantes genéticas relacionadas con la reparación del ADN, la respuesta inmunitaria y la supresión del cáncer.
Paleontólogos españoles han aplicado técnicas de luz ultravioleta para estudiar las extremidades de Concavenatorcorcovatus, conocido como Pepito, el famoso dinosaurio jorobado que cazaba hace 125 millones de años en lo que hoy día es la serranía de Cuenca. Los resultados revelan vestigios de gigantismo en la historia evolutiva de los carcarodontosáuridos, grupo de carnívoros del Cretácico al que pertenece el dinosaurio conquense.
Paleontólogos de la Universidad de Valencia han propuesto una nueva hipótesis que explica las causas de la evolución del gigantismo en depredadores: los saltos metabólicos como consecuencia de factores internos y ambientales. El estudio se refiere a animales actuales, entre ellos el gran tiburón blanco o los cocodrilos, y a extintos como dinosaurios, reptiles marinos y voladores, entre otros.