Cuando se piensa en la polinización, la imagen más común es la de una abeja o una mariposa cubiertas de polen. Pero en el Cretácico, hace entre 145 y 72 millones de años, no existían estos insectos, y la mayoría de los ecosistemas terrestres estaban dominados por plantas sin flores, llamadas gimnospermas. Un equipo de científicos ha hallado en el yacimiento de El Soplao en Cantabria unas moscas atrapadas en ámbar que las polinizaban gracias a su larga trompa muy especializada.
Las moscas necrófagas adultas pueden ayudar a la expansión de los brotes de botulismo aviar, ya que pueden transportar la bacteria Clostridium botulinumentre los cadáveres de las aves acuáticas. Esta es una de las conclusiones que se desprenden de un estudio liderado por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, que ha sido publicado en la revista Environmental Microbiology Reports.
Tres estudios complementarios explican cómo la Drosophila hembra integra las señales externas de los machos y la información sobre su estado interno al tomar una decisión para responder al cortejo de un pretendiente. El proceso está controlado por al menos tres grupos de neuronas.
Un estudio ha demostrado que las rayas de muchos équidos, como las cebras, han evolucionado para evitar la picadura de las moscas. Investigadores de la Universidad de California (EE UU) han llegado a esta conclusión tras descartar otras cuatro hipótesis que trataban de explicar el origen de este patrón.
Los cerebros de los animales no pueden controlar los ritmos biológicos si sus relojes internos están desfasados. Por suerte, una red muy estable de neuronas reloj garantiza su sincronía. Un nuevo estudio con moscas de la fruta muestra que este ritmo se rige por muchos cronómetros independientes y no uno solo, como se creía.
La persistencia de los machos durante la cópula responde a impulsos cerebrales que determinan el momento idóneo en el que deben terminar. Un estudio en Drosophila ha localizado este circuito neuronal. Su autora asegura que debe existir un temporizador similar en humanos.
Nuevos fósiles de los géneros Strashila y Vosila ponen en duda la idea de que parasitaran la piel de dinosaurios emplumados y reptiles alados. Un estudio publicado en Nature sugiere que estos insectos extintos eran dípteros que perdían sus alas al salir de la crisálida, copulaban en el agua y morían en el acto. Su característica más extraña es que, según parece, algunos adultos tenían branquias, como las larvas.
Mosca soldado negra.
La mitocondria da a las hembras ventaja en la batalla de los sexos.
Un grupo de investigadores del Instituto Universitario de Investigación en Ciencias Policiales de la Universidad de Alcalá (IUICP) ha descubierto tres especies de moscas necrófagas en la Península Ibérica que podrían ser útiles como indicadores forenses.