Investigadores de la Estación Biológica de Doñana han comprobado que las abejas utilizadas como polinizadores en cultivos rivalizan con las que viven en su entorno natural por los recursos disponibles. Esta lucha puede llevar a una reducción de las comunidades de abejas silvestres y afectar a la capacidad reproductiva de ciertas especies de plantas. Andalucía es la comunidad con mayor diversidad de abejas, por lo que se considera un ‘punto caliente’ debido al riesgo de extinción.
La cordillera de los Pirineos es el lugar de la península ibérica que alberga la mayor diversidad de especies de abejorros, unos polinizadores muy importantes. Un estudio en el que participa la Universidad Complutense de Madrid ha detectado el descenso de nueve especies y dos subespecies de estos insectos en la región pirenaica. La acción del hombre y los cambios ambientales están detrás de esta reducción, con consecuencias ecológicas y económicas.
En el Cretácico, hace unos 105 millones de años, no existían ni hormigas, ni abejas ni mariposas con espiritrompa, y la mayoría de ecosistemas terrestres estaban dominados por plantas sin flores (gimnospermas). Darwinylus marcosi es el nombre del escarabajo –inspirado en la pasión del naturalista inglés Charles Darwin por estos insecto– que representa la primera evidencia científica de un nuevo patrón de polinización en insectos en el Cretácico medio, según un artículo de la revista Current Biology que cuenta con participación española.
Una investigación de la Universidad de Salamanca publicada en la revista Journal of Apicultural Research demuestra que la interacción de las abejas de la especie Osmia caerulescens con el paisaje agrícola determina su estrategia a la hora de desarrollarse y reproducirse. La cantidad de hembras y de machos, así como el tamaño que alcanzan, son diferentes en zonas de viñedos, cereales y huertas y resultan muy importantes para todo el ecosistema, que ve afectada su polinización en función de estos factores.
La diversidad de flores que observamos se debe en parte a los cambios en los tipos de polinizadores. Un estudio, realizado en las islas de Canarias, Madeira, Azores y Cabo Verde, con la colaboración de científicos españoles, demuestra que las formas de las células epidérmicas de los pétalos también se modifican cuando la polinización pasa de ser por insectos a aves.
Investigadores del área de Biología de la Universidad Rey Juan Carlos han evaluado las consecuencias del aumento del matorral en las cumbres de las montañas debido al calentamiento global. Este estudio constata que el ascenso de la vegetación en alta montaña tiene una importante repercusión sobre las redes de interacción entre plantas y polinizadores.
Algunos seres vivos establecen relaciones entre sí de las que se benefician mutuamente. Un ejemplo es la polinización, en la que los insectos contribuyen a la reproducción de las plantas y reciben alimento como recompensa. No obstante, este proceso afecta a algunas especies de abejorros debido al cambio climático y ha provocado un descenso de los recursos florales. Asimismo, ha obligado a insectos que polinizan flores con corolas de tubo largo a adaptarse y disminuir sus lenguas.
Cuando se piensa en la polinización, la imagen más común es la de una abeja o una mariposa cubiertas de polen. Pero en el Cretácico, hace entre 145 y 72 millones de años, no existían estos insectos, y la mayoría de los ecosistemas terrestres estaban dominados por plantas sin flores, llamadas gimnospermas. Un equipo de científicos ha hallado en el yacimiento de El Soplao en Cantabria unas moscas atrapadas en ámbar que las polinizaban gracias a su larga trompa muy especializada.
Un estudio llevado a cabo por un equipo de investigadores del Centro de Investigación Ecológica y Aplicaciones Forestales ha comprobado que la polinización por insectos aumenta la emisión de las moléculas responsables del olor de las flores. Las fragancias de las flores son necesarias para atraer a los insectos y garantizar el intercambio de polen con otras flores.
Investigadores del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) han logrado predecir el momento en el se rompe la relación de colaboración entre especies, provocado por el cambio global. De este modo pretenden tomar medidas para evitar sus consecuencias, imposibles de paliar a posteriori. El trabajo ha sido publicado en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS).