El estreno de la película El Rey Arturo y la Leyenda de Excalibur, en pleno auge de las fantasías medievales, justifica un repaso de los ingredientes que modelaron un ciclo literario a base de mitos celtas y nórdicos, leyendas de la Britania romana y épica caballeresca. Como todo gran relato, ha servido de vehículo para las más diversas ideas, desde el romanticismo cristiano de Richard Wagner a la crítica a la aristocracia de Mark Twain, pasando por el adoctrinamiento nacionalista en la Inglaterra victoriana y el alegato antifascista de El Príncipe Valiente.
Bajo las tierras del Viejo Continente, los objetos preciosos de la Edad de Bronce que afloran por doquier son vestigios de una práctica prehistórica que inspiró las leyendas de la espada Excalibur, de los Nibelungos y de los tesoros moros, así como las sagas de Tolkien. ¿Ofrendas a los dioses? ¿Estrategias para controlar el valor de los metales o medidas de protección en tiempos revueltos?
Los muertos vivientes, no contentos con deambular por cómics, series y videojuegos, tienen su Día del Orgullo Zombi el 4 de febrero. No es poca cosa para una figura del folklore de una pequeña isla del Caribe marcada por la esclavitud y las creencias africanas. Su fama macabra ha llevado a los científicos a investigar si estos seres suspendidos entre la vida y muerte tienen base real.
La visión del científico heroico y puro sigue muy presente en nuestro imaginario; de ahí el escándalo con el que recibimos las recurrentes noticias sobre el comportamiento censurable de algún investigador. Cuestionar esas visiones edulcoradas es el cometido de Los pecados de dos grandes físicos: Newton y Einstein, obrade Eduardo Battaner. No tenían un pelo de inmaculados, pero, como afirma el autor, “el sabio imperfecto puede hacer una ciencia perfecta”.
En Cerro Paranal las estrellas no parpadean. La inmovilidad de las luminarias ofrece una extraña visión. Pero la sensación de rareza enseguida queda eclipsada por el deslumbrón de la Vía Láctea, el arco luminoso que cruza la bóveda celeste con una nitidez increíble a ojos desnudos. Allí se divisan los mejores cielos visibles desde la Tierra. Acompañados por una científica del Observatorio Europeo Austral, buque insignia de la ciencia del viejo continente, nos adentramos en el desierto chileno, que alojará el 70% de la capacidad mundial de observación astronómica.
¿Por qué Roma, una insignificante aldea en medio de un territorio cenagoso, llegó a crear un imperio tan imponente? La académica Mary Beard huye de las crónicas ficticias difundidas por películas y novelas para reconstruir la apasionante historia de una civilización pionera en medidas políticas como el voto secreto y el deber del Estado de alimentar a sus súbditos en apuros, pero que también fue brutal, esclavista y genocida. La británica, premio Princesa de Asturias, hace en su libro SPQR un prodigioso ejercicio de divulgación histórica.
¿Estamos en el mundo por mandato de leyes naturales inexorables o acaso nuestra presencia, junto con la de los pájaros, los líquenes y demás seres que vuelan o se arrastran, es fruto de una pura casualidad? Tal es la vieja pregunta que se propuso responder Jacques Monod en un ensayo cuyo título encierra la aparente disyuntiva y también su solución: El azar y la necesidad.
Hace justo dos siglos, el hemisferio norte se quedó sin verano. Un súbito trastorno climático desencadenó un enfriamiento general que obligó a unos viajeros ingleses a pasar sus vacaciones suizas en una villa de Ginebra. En aquel grupo de amigos estaba la escritora Mary Shelley. Confinados por el mal tiempo, decidieron, para entretenerse, escribir historias de horror, una de las cuales haría época: Frankenstein.
En los viajes al pasado que emprenden los protagonistas de la serie española, la presencia de científicos y tecnólogos no parece necesaria. ¿Qué impedía enviar a la brigada temporal a salvar a Miguel Servet de la hoguera preparada por Calvino, o asociar las puertas del tiempo a las ecuaciones formuladas por un matemático de Al Andalus? Se ha perdido la oportunidad de combinar la enseñanza de la historia con la puesta en escena de hitos de la ciencia.
En paralelo a la preocupación por el cambio climático ha ido creciendo la meteorología mediática, patente en la proliferación de espacios televisivos, blogs y webs específicos. Gracias a los recursos audiovisuales y a su mayor eficacia predictiva, la información del tiempo se ha vuelto la más consultada por el público, que, aparte de utilizarla en su orientación práctica, encuentra en ella una fuente de placer visual y un combustible para la conversación social.