En agosto de 2017 los astrónomos observaron por primera vez ondas gravitacionales y radiación procedentes del choque de dos estrellas de neutrones. Ahora informan que de aquella colisión estelar emergió un potente chorro de material que, viajando a velocidades próximas a la de la luz, fue detectado en la Tierra con una red mundial de radiotelescopios.
Ilustración de las siete lunas interiores de Neptuno / Mark R. Showalter, SETI Institute
La misión Lisa detectará las ondas gravitacionales desde el espacio, Euclid investigará la misteriosa energía oscura, la sonda BepiColombo llegará a Mercurio, se fabricará el gran observatorio de rayos X Athena y una flota de nuevos satélites ofrecerá datos inéditos sobre exoplanetas. Estos son algunos de los proyectos que la Agencia Espacial Europea prepara para las próximas dos décadas, según ha explicado en España su director de Ciencia, Günther Hasinger.
En junio de 2018 una tormenta de polvo dejó inutilizable el vehículo Opportunity en el valle Perseverancia de Marte. Desde entonces, la NASA ha intentado sin éxito contactar con el rover, hasta esta semana, cuando ha decidido dar por completada su misión, una de las más exitosas en el planeta rojo.
Los bordes de la Vía Láctea están doblados
En los sistemas planetarios es habitual que los planetas más densos estén más cerca de su estrella, pero en el sistema Kepler 107 se ha observado que no es así: el segundo planeta más próximo a la estrella es mucho más denso que el primero, probablemente por los efectos de un gran impacto como el que sufrió la Tierra y dio origen a la Luna.
Hasta ahora una tenue nube de gas caliente ha dificultado el estudio y la obtención de imágenes nítidas de SgrA*, el agujero negro supermasivo del centro de la Vía Láctea. Pero por primera vez un equipo internacional de astrónomos ha empleado el telescopio ALMA, en Chile, junto con otros radiotelescopios repartidos por la Tierra para ver a través de esa niebla y analizar la fuente de radio asociada a este oscuro objeto con una calidad sin precedentes.
Un supereclipse total de luna
La edad de los populares anillos de Saturno era una de las cuestiones que más intrigaba a los astrónomos que estudian este gigante gaseoso. Ahora, las últimas mediciones que tomó la nave Cassini antes de desaparecer en su turbulenta atmósfera revelan que se formaron mucho más tarde que el planeta, probablemente en la época en la que los dinosaurios poblaban la Tierra.
Investigadores del Instituto de Astrofísica de Andalucía y otros centros internacionales han estudiado el final de una estrella muy masiva, que acaba generando un estallido de rayos gamma y una hipernova. El estudio aporta el eslabón que faltaba para vincular esos estallidos con este tipo de energética supernova.