20ª aniversario de la ley que permitió la unión entre personas del mismo sexo

“Ahora sería muy difícil aprobar una ley como la del matrimonio igualitario”

La presidenta de la Federación Estatal LGTBI+ hasta 2007, Beatriz Gimeno, habla con SINC por el 20º aniversario de la ley que permitió la unión entre personas del mismo sexo. Para la activista, hoy la polarización política y las campañas de odio harían casi imposible su aceptación: “La ola va en el sentido contrario”. 

“Ahora sería muy difícil aprobar una ley como la del matrimonio igualitario”
Fotografía de Beatriz Gimeno, expresidenta de FELGTBI+. / Imagen cedida por la entrevistada

La Ley del Matrimonio Igualitario cumple 20 años desde su aprobación en el Congreso de los Diputados, el 30 de junio de 2005. Con ella, España se convirtió en el tercer país del mundo en legalizar las uniones entre personas del mismo género, después de Países Bajos y Bélgica.

Tras dos décadas, la activista y expresidenta de FELGTBI+, Beatriz Gimeno, explica que el objetivo no fue exclusivamente la relación legal entre personas del mismo sexo, sino la obtención de la igualdad ante una norma que en su origen era discriminatoria. 

Hace 20 años España se convirtió en el tercer país del mundo en legalizar las uniones entre homosexuales, después de Países Bajos y Bélgica

“La función del matrimonio fue, durante siglos, organizar y controlar las relaciones entre géneros. Cuando ya no sirve para esto y pueden contraerlo dos hombres o dos mujeres, pierde esa función patriarcal, por lo que deja de ser una institución que lo sostenga”, argumenta a SINC la expresidenta de la asociación. 

No obstante, vivimos una ola de retroceso en la actualidad, señala la experta. “Con las dinámicas que se están produciendo, la polarización, las campañas de odio y la situación en las redes sería muy difícil aprobar una norma de este tipo”, advierte. 

Nacida en Madrid, Beatriz Gimeno ha dedicado gran parte de su vida al activismo social y queer. Fue presidenta de la actual FELGTBI+ (Federación Estatal de Lesbianas, Gais, Trans, Bisexuales, Intersexuales y más) entre 2003 y 2007, durante el periodo en que se aprobó el matrimonio igualitario. También ha sido directora del Instituto de la Mujer

La función del matrimonio fue, durante siglos, organizar y controlar las relaciones entre los sexos 

Han pasado 20 años desde la aprobación de la ley para el matrimonio de personas del mismo sexo, ¿cómo recuerdas este hito? 

Con mucha emoción. Estuve implicada desde el principio y la verdad es que no esperábamos conseguirlo, ni yo ni nadie. Pensábamos que la lucha la continuarían nuestros hijos, y aunque ahora parezca raro pensar así, en aquel momento era completamente lógico. España cambió muy rápido. 

El matrimonio igualitario sigue teniendo el mismo impacto y relevancia que tuvo en 2005. 

Sí. Ojalá pudiéramos hablar del matrimonio igualitario de la misma manera que hablamos del heterosexual: como algo residual, que la gente no usa porque ya no es necesario. Pero no, no estamos en ese momento. Nos situamos en un contexto en la que esa ley vuelve a ser una barrera contra el recorte de derechos y el retroceso general. 

¿Fue un movimiento más civil que político? 

El matrimonio se consiguió con la idea de que, si no se convencía a la sociedad, iba a ser muy difícil obtenerlo. Por ello, estábamos en todos sitios, en grupos de alumnos, en las movilizaciones contra la guerra, en los sindicatos y también en todos los partidos políticos. No nos mostrábamos como personas especiales o diferentes sino como la médica, el conductor de autobús o la profesora de tu hijo.

Nos situamos en un contexto en la que esa ley vuelve a ser una barrera contra el recorte de derechos y el retroceso general

Todavía existe recelo al llamarlo matrimonio. ¿Cuál fue la victoria de que obtuviera este nombre? 

Esto era una de las cosas que estaban en juego: la igualdad. No podíamos llamarlo de otra manera porque no éramos personas diferentes. Al principio, teníamos discusiones para que, en vez de matrimonio, se llamara ‘Ley de Parejas’, pero en este caso el nombre me parecía más importante que el contenido de la norma. Llamarlo igual, hacía que fuéramos como el resto de las personas. 

¿Se perdieron otras formas de vivir el amor que se reivindicaban en la comunidad LGTBIQ+?

No tengo nada en contra de que se reconozcan otro tipo de relaciones. Se pueden incluir otras formas de contratos o no contratos, estructuras familiares y relaciones afectivas. De hecho, creo que en el futuro será necesario hacerlo. Pero no podemos partir de una situación en la que se excluye de una ley a un grupo social por ser LGTBIQ+. Nunca se trató de matrimonio, se trataba de alcanzar la igualdad y ya está. 

Dices que la ley fue un triunfo en sí misma, ¿por qué?

Exactamente por eso, yo nunca pensé que el objetivo fuera el matrimonio, sino la igualdad que suponía ante la ley alcanzarlo. Nuestra exclusión era una discriminación legal. Se entiende mejor si lo trasladamos a cualquier otro grupo minoritario. Si personas negras, racializadas o inmigrantes hubieran estado excluidas de la ley nos habría parecido escandaloso. 

La gente lo consideraba un triunfo social, no solo LGTBIQ+. Estaban orgullosos de esta ley

Si tuviéramos que volver a recorrer ese camino, ¿crees que conseguiríamos el matrimonio igualitario en la actualidad? 

Lo he hablado muchas veces con mis amigas. Ahora mismo no sería posible aprobar una ley como el matrimonio igualitario, hay un retroceso social muy grande. 

A lo largo de los 10 años que estuvimos de lucha, la sociedad se movía en un contexto social muy progresista. Cuando se aprobó el matrimonio igualitario, incluso gente conservadora o de derechas —aunque no lo dijeran oficialmente— nos felicitó. Se produjo una ola progresista que hizo que la ley saliera a flote y que, muy rápidamente, fuera valorada y aceptada por la mayoría de la sociedad. En muy poco tiempo, las encuestas indicaron que la gente lo consideraba un triunfo social, no solo LGTBIQ+. Estaban orgullosos de esta ley. 

Sin embargo, ahora la ola está en el sentido contrario. Con las dinámicas que se están produciendo, la polarización, las campañas de odio y la situación en las redes sería muy difícil aprobar una norma de este tipo. 

¿Qué importancia tuvo la manifestación del orgullo como herramienta de presión política para aprobar la ley?

La marcha del Orgullo pasó de ser una marcha pequeña de 2 000 personas en la calle Preciados, a convertirse en algo masivo. Se volvió una muralla real contra aquellos que querían frenar el avance de los derechos. 

Yo estoy en contra de las críticas ante la entrada de empresas en la manifestación. siempre que los colectivos mantengan el carácter político de la misma. Mientras los derechos estén en riesgo es muy importante que la manifestación sea masiva. 

Antes, nos daba visibilidad y demostraba cohesión social. Ahora mismo estamos viendo algo preocupante: muchas menos empresas colocan banderas arcoíris. Este año no se ven casi por las calles, ni en los escaparates ni en las oficinas. Eso es muy preocupante, hay una ola de retroceso. 

Entiendo que su implicación era puro marketing, pero su ausencia también deja claro lo poco que les importa realmente el colectivo LGTBIQ+. Su presencia era debatible, tenía cosas buenas y su falta indica en qué punto estamos. 

Si el matrimonio dejaba de ser un privilegio exclusivo del grupo heterosexual y se ampliaba a otras personas, tal vez dejaría de tener una utilidad social

¿Sigues escuchando los mismos argumentos en contra del matrimonio igualitario?

Ahora mismo se habla poco de esto. En realidad, el argumento que se usaba en contra no era del todo absurdo. Desde la iglesia pensaban que las relaciones de personas del mismo sexo acabarían con el matrimonio. Yo pensaba que quizás tendrían razón, pero no me parecía un problema. 

Si el matrimonio dejaba de ser un privilegio exclusivo del grupo heterosexual y se ampliaba a otras personas, tal vez dejaría de tener una utilidad social. De esta manera, es posible que acabara perdiendo importancia porque ya no representaría un estatus exclusivo. Ese fue uno de los argumentos más comunes entonces. Otro argumento que escuché muchas veces fue que, si dejábamos casarse a dos personas del mismo sexo, lo siguiente sería el matrimonio con un gato. Lo decían mucho los obispos y los curas; por suerte ya no se oye. 

¿Cuál fue el triunfo más allá de la ley? 

La consecución de la ciudadanía plena fue el gran logro. Ser iguales significaba ser ciudadanos y ciudadanas con los mismos derechos. Esa fue la verdadera fuerza de la ley. Considero que en ese momento alcanzamos niveles de visibilidad y normalización muy altos. 

Sé que este último término no nos gusta, pero es una aspiración social compartida por muchas personas. Por mucho que, desde los márgenes, se quiera tener una visión creativa o liberadora, a la larga a nadie le gusta vivir forzosamente así. Vivir en los límites de la sociedad tiene sus ventajas, pero también hace frío y se sufre. Estar fuera puede ofrecer libertad, pero poder integrarse -sin perderse- también es una necesidad profunda que en algunos momentos experimentamos. 

Fuente:
SINC
Derechos: Creative Commons
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