La llaman la fotógrafa de la danza celular porque es una de las grandes expertas en criomicroscopía electrónica, que permite ver el interior de las células con una precisión impensable hasta hace unos años. Gracias a esta técnica estamos aprendiendo cómo nuestro ADN da instrucciones al cuerpo y cómo cada órgano y tejido interpreta solo la parte del manual que le corresponde.
Eva Nogales, nacida en Madrid, pasa la mayor parte de su tiempo en Berkeley. Allí se dedica a observar muestras criogenizadas de los grupos de moléculas que se pueden encontrar dentro de las células, y las ve bailar. Es una danza extraña que ella analiza para aprender cómo funcionamos por dentro y a pequeñísima escala.
Hace más de veinte años llegó como profesora a la Universidad de California en Berkeley, donde ahora dirige la División de Bioquímica, Biofísica y Biología Estructural del Departamento de Biología Molecular y Celular. Estar allí en el momento justo fue la clave de su exitosa carrera, porque, como ella misma explica, la criomicroscopía de electrones con la que trabaja ha experimentado una revolución tecnológica en los últimos años.
Ahora se ven detalles y procesos que antes apenas se podían intuir. Y ella estaba justo en el medio del meollo para aprender a manejar estos nuevos equipos, exprimir sus posibilidades y enseñar a otros científicos. Hablamos con ella durante el congreso internacional CNIO-“la Caixa” Frontiers Meeting en Madrid.
Estos días la investigadora participa en el 12 Congreso Europeo de Biofísica, que se celebra también en la capital española.
Lo primero que te quiero pedir es que me ayudes a explicar a qué te dedicas.
Yo soy bióloga estructural, una rama de la biofísica molecular que se dedica a estudiar la estructura de complejos biológicos que juegan papeles importantes en el organismo. En particular, utilizamos una técnica que se llama microscopía de electrones, que en los últimos cinco años ha ganado mucha popularidad, con la que se pueden observar prácticamente todos los complejos moleculares de una célula, también en movimiento.
¿Se mueven?
Sí. Para hacer su trabajo, estas moléculas tienen segmentos que se mueven unos respecto a los otros. Definir cómo es ese movimiento te ayuda a entender la función que juegan dentro de la célula.
O sea, que no es solamente hacer una foto, sino una especie de vídeo...
Me gusta ser muy cauta con lo del vídeo, porque lo que hacemos es tomar millones de imágenes de esas estructuras congeladas en distintos estados, combinarlas y, a partir de ahí, extrapolar cómo será su movimiento.
Sueles hablar de la danza molecular. Entiendo que es como pillar al bailarín en distintas posturas del mismo baile.
Exacto. Otra forma de entenderlo es pensar en la iluminación estroboscópica, ¿conoces esas luces que parpadean en las discotecas, que de pronto ves a la gente como si estuviese parada aunque esté moviéndose? Pues es algo así. Cada una de las imágenes corresponde a estas moléculas paradas en distintos estados. Si luego las combinamos podemos imaginarnos cómo es el movimiento.
Muy adecuado entonces lo de la danza molecular.
Es un concepto que me encanta. Hay moléculas para las que incluso decimos que tienen pies, que andan en una superficie o que tienen brazos que agarran, que tiran, que empujan.
En la vida diaria de la gente, ¿de qué puede servir tu trabajo?
Es una pregunta muy difícil porque se me ocurren tantas respuestas que no sé cuál es la mejor. Por ejemplo: la gente sabe que el genoma tiene información que se pasa de forma genética de padres a hijos y está codificada en el ADN, que es el mismo para todas las células, ya sea una de tu ojo, de tu hueso, de tu piel, de dentro de tu estómago… Pero, si es el mismo genoma, ¿por qué las células son diferentes?
Eso tiene que ver con el hecho de que hay determinadas partes del genoma que una célula está leyendo y otra célula no. Cada una tiene que saber qué parte del genoma debe leer y dónde empieza y termina un gen para empezar a leerlo. Si abres un libro y empiezas a leer en medio de una palabra cualquiera, la frase no tiene sentido. Todo eso está orquestado por moléculas que deben saber qué parte del genoma se lee, cuál no, cómo se encuentra al principio de un gen y cómo entenderlo.
Hasta aquí, entendido. ¿Qué tiene que ver tu trabajo con todo esto?
Parte de mi trabajo consiste en entender esa maquinaria molecular que va repasando el ADN y que lee un gen muchas veces, o pocas, o ninguna. Si hay una mutación que afecta a esta maquinaria y causa una enfermedad, yo quiero ver dónde está, qué hace y por qué no funciona bien. Así, podré juntarme con un químico y tratar de arreglar el problema con una molécula que se una a determinada parte. Es como poner un parche en algo que no funciona. Si no lo veo, no sé dónde está el defecto, y ¿cómo lo voy a arreglar?
Nogales durante la entrevista con SINC. / Milena Martínez
Dices que en los últimos cinco años ha habido una revolución en este campo, ¿qué es lo que ha cambiado para que se dé esa revolución?
Ha habido dos grandes cambios. Por un lado, ha aparecido una nueva generación de detectores que proporcionan imágenes con más resolución y contraste. Supone una diferencia enorme: es como comparar una foto sin luz con otra que se ve bien.
Por otro lado, los programas de procesamiento de imágenes también han evolucionado de manera impresionante en los últimos cinco años. Los nuevos, cada vez más inteligentes, permiten interpretar las imágenes de los detectores de última generación y ver cómo se mueven estás máquinas moleculares. Es espectacular. El resultado ha sido una revolución, no hay otra palabra para describirlo. El número de laboratorios que utiliza esta técnica se ha multiplicado por 100 en los últimos cinco años.
Es un ejemplo de que es importante invertir en los procedimientos, las técnicas y los métodos.
Sí, y fíjate, este método a su vez ha revolucionado la biología molecular. Es un gran ejemplo de cómo la inversión en desarrollo tecnológico provoca una explosión de resultados biológicos.
Es también un buen ejemplo de colaboración interdisciplinar...
Sí, es un caso donde los biólogos, los físicos y los ingenieros tuvieron que trabajar juntos, porque la cámara para este tipo de detector se desarrolló para rayos X, pero luego se tuvo que ajustar para electrones en colaboración con biólogos y con biofísicos.
Pasa lo mismo en ciencia que en industria, empresas o economía. Cuando juntas a personas que tienen distintos backgrounds y perspectivas, la combinación es mucho más poderosa que alguien en un despacho pensando a solas, la típica imagen de Einstein. Esos individuos geniales son muy raros. El avance es trabajo de equipo, es consecuencia de poner junta a gente que tenga distintas perspectivas y puntos fuertes, y que sepa escuchar.
Me has contado cosas que se han conseguido gracias a esta técnica. Cuéntame algo que esté por conseguirse.
Con la microscopía electrónica observas complejos de macromoléculas después de haberlos extraído de la célula y del organismo. Están solos, fuera de su contexto. Es como sacar un árbol fuera del bosque. Hay muchas preguntas que puedes responder así, pero hay otras que no. Lo que nos gustaría es realizar este tipo de análisis sin tener que extraer nada de la célula, en interacción. Eso todavía no se puede hacer, pero estoy segura de que lo veré antes de que me jubile.
¿Por qué no se puede hacer esto todavía?
Porque la muestra tiene que ser muy fina, de nanómetros, así que para mirar una célula tienes que cortar una rodaja sin deformarla. Primero hay que congelarla, luego un haz de iones muy potente corta una laminita, que miras en el microscopio electrónico. Con las imágenes que se obtienen de ella se hace una reconstrucción de esa parte de la célula. Es supercomplicado porque la célula es muy densa y la resolución tampoco es grande, hay mucho ruido.
¿Crees que pronto podremos ver una célula a pleno funcionamiento con este nivel de detalle?
Estamos en el siglo XXI, en el que hay muchísima información visual. Un ejemplo son los mundos virtuales donde te pones gafas y estás dentro de un espacio tridimensional. Necesitamos algo así para hacer biología estructural dentro de la célula porque la complejidad es tan grande que no podemos representarla con imágenes de dos dimensiones. Tenemos que meternos dentro de una realidad virtual tridimensional para ver esas moléculas y describir cómo se están tocando unas con otras. Y yo tengo esperanzas de que el esfuerzo que se está haciendo en el campo de los videojuegos se pueda utilizar en ciencia.
Imagino que con la revolución de estos nuevos microscopios, quienes los tenéis os habréis convertido en el nodo al que muchos otros grupos científicos acuden...
Mucha gente en mi campus ha puesto a sus estudiantes de tesis y posdocs a trabajar con mi laboratorio, y ahora ellos se han convertido en investigadores independientes que utilizan esta técnica. La semilla se ha expandido localmente. Y también ha ocurrido a escala internacional.
Colaboración frente a competición.
Esa es otra parte que me gusta mucho de la ciencia: compartir técnicas y conocimientos. No es solo cuestión de bondad o voluntad, es que las agencias que pagan por los proyectos nos exigen, y con todo su derecho, que lo que hemos desarrollado lo expongamos y lo hagamos accesible.
Si un aparato es complejo y caro de construir, no todos los centros y universidades pueden tener el suyo, así que es lógico que allí donde haya uno, lo aprovechen los demás, ¿no?
Los microscopios que nosotros utilizamos cuestan unos 5 millones de euros. Todavía no existen en España, lo que me da mucha pena porque el nivel de los investigadores en España en microscopía es espectacular y se merecen que se haga esa inversión. Que no haya uno en toda España me parece una aberración. Esto le está haciendo muy flaco favor a la biología molecular española.
Tú estás a medias entre dos países con dos sistemas científicos tan diferentes como Estados Unidos y España. ¿Cómo ves la situación en España?
Antes de que llegase la crisis económica, España científicamente iba viento en popa, pero el sistema sufrió un parón muy dramático. La ciencia no es algo que se pueda parar y luego retomar sin más. Cuando paras, vuelves atrás porque todo el mundo sigue avanzando sin ti: las técnicas evolucionan, los proyectos se terminan, la gente se va y toda esa inversión previa se viene abajo. Te pasan por encima. En ciencia hay que estar invirtiendo constantemente
Los científicos españoles lo han hecho muy bien para las pocas oportunidades que han tenido, pero en mi campo tienen que estar mendigando recursos para ir a usar microscopios a otros países. Con los buenos científicos y microscopistas que existen aquí, uno de estos microscopios tendría un impacto tremendo. Varios países han invertido en esta técnica y están a la cabeza, como EEUU, Alemania, Reino Unido, China… España podría estar ahí.
¿Qué opinas del debate en torno a ciencia y género y la necesidad de fomentar las vocaciones científicas entre las chicas?
Yo creo que ser feminista no significa pensar que las mujeres seamos iguales que los hombres, sino que debemos tener las mismas oportunidades de elegir y de llegar a donde queramos. Tenemos distintas formas de afrontar los problemas y eso aumenta la probabilidad de conseguir la solución. Dos personas que piensan igual no suman nada, la diversidad te da siempre más puntos de vista.
¿La clave puede estar en fomentar las referencias de mujeres en ciencia?
Puede ser. Muchos de mis de mis modelos a seguir en ciencia han sido mujeres, por un lado, porque las que han logrado alcanzar posiciones científicas relevantes tenían una capacidad de lucha extraordinaria, si no, se nos habrían quedado por el camino. Eso ya las sometía a un proceso de selección brutal. Pero también porque tienen unos puntos de vista realmente originales y diferentes, y a mí, que soy mujer, me sirven de referencia, no puedo evitarlo. Hay muchísimas, no hace falta mirar muy lejos para encontrarlas.