Por primera vez los Premios TR35 del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) de EE UU llegan a España para reconocer el trabajo de los mejores innovadores. El químico Javier García Martínez (Logroño, 1973), profesor en la Universidad de Alicante, ganó este galardón hace cuatro años. Desde 2010 es miembro del jurado international de este prestigioso premio y ahora forma parte del de la edición española, además de coordinar el Experimento Mundial del Año Internacional de la Química.
¿En qué consisten los Premios TR35 en España?
Estos premios los organiza la revista Technology Review del MIT, que cada año selecciona a los mejores innovadores de menos de 35 años de entre miles de candidatos de todo el mundo. Gracias a la red de innovación Opinno y al patrocinio de BBVA, estos premios llegan ahora a España. Recientemente, se presentaron oficialmente en Madrid donde se invitó a los jóvenes españoles o extranjeros residentes en nuestro país a presentarse. El anuncio oficial de los ganadores se hará en octubre durante el congreso Emerging Technologies, el evento principal del MIT en innovación y tecnología, que también llega por primera vez a España.
Estudió en el MIT gracias a una beca Fullbright y consiguió este premio ¿Qué destacaría de su paso por el MIT?
La pasión por innovar que se respira en MIT contagia a toda la comunidad universitaria. La apuesta por la excelencia y el mérito son la clave de su éxito y la mejor manera de atraer y retener a los mejores científicos de todo el mundo. Pero lo que más me sorprendió es cómo esta institución integra su escuela de negocios en la experiencia del investigador, al que se acompaña y facilita los contactos para que pueda comercializar sus descubrimientos. MIT tuvo un papel fundamental en mi vocación como emprendedor y en mi decisión de fundar Rive Technology, la empresa que comercializa la tecnología que desarrollé durante mi estancia postdoctoral allí.
¿Cómo surge y evoluciona esta tecnología?
Más del 90% de los procesos de la industria química están catalizados, lo que permite mejorar su rentabilidad y eficiencia de forma muy significativa. Sin embargo, los catalizadores actuales tienen poros muy pequeños que no permiten la entrada de moléculas grandes en su interior. Este es un problema que existe en la industria química desde hace mucho tiempo ya que limita los procesos que pueden catalizarse. En el MIT desarrollé una forma de incorporar porosidad más grande en catalizadores comerciales. Durante varios años estuve mejorando la tecnología y estudiando su aplicación en procesos comerciales. En 2004, decidí presentarme a la competición de planes de negocios del MIT, que se conoce como MIT 100K. Gracias a mi participación en este programa puede asistir a seminarios y charlas sobre cómo formar una empresa y conocer a varios angels (personas que invierten 1 ó 2 millones de dólares en empresas que empiezan) y grupos de inversión de capital riesgo (aportan entre 5 y 10 millones). Así surgió la idea de crear Rive Technology, en la que actualmente trabajan más de 40 personas para comercializar este descubrimiento. En los últimos años hemos conseguido 47 millones de dólares en capital riesgo y veinte patentes internacionales.
¿Esa cultura de la innovación se podría trasladar a España?
Es muy difícil trasplantar modelos de éxito porque cada país es diferente. En España, tenemos excelentes científicos, grandes empresas y un sector financiero líder a escala mundial, pero es necesario que los distintos actores responsables de la creación de empresas trabajen con un objetivo común. Por un lado, están los que crean la tecnología, que en España es, fundamentalmente, la universidad, y por otro, aquellos que tienen capacidad para financiar. Hace falta una nueva cultura que favorezca la innovación, un nuevo ecosistema del emprendimiento donde haya una mayor colaboración entre la universidad y el sector privado.
Usted lo hace como profesor y director del Laboratorio de Nanotecnología Molecular en la Universidad de Alicante.
En el Laboratorio de Nanotecnología trabajamos en el desarrollo de nuevos nanomateriales para aplicaciones energéticas. Los resultados de nuestra investigación los presentamos en revistas y congresos internacionales, pero también hemos conseguido desarrollar nuestras propias patentes. En la actualidad estamos trabajando en materiales nanoestructurados híbridos, en los que, aparte de controlar su estructura a escala molecular (la porosidad, por ejemplo), también somos capaces de incorporar una funcionalidad química específica para que tenga alguna propiedad interesante, como una actividad catalítica, o magnética, o un color determinado, que sea luminiscente…
También ha descubierto el carbón nanoestructurado ¿Cuáles son sus aplicaciones?
En general, los materiales de carbón, si son porosos (como el carbón activo), son poco conductores de la electricidad, y si son buenos conductores de la electricidad (como el grafito), no son porosos. Existe un gran interés en obtener materiales de carbón porosos (gran área superficial) y conductores a la vez. En esta línea hemos creado un carbón nanoestructurado con buena conductividad eléctrica y gran superficie, un electrodo muy interesante en muchas aplicaciones. Desde luego lo es para la fabricación de supercondensadores, donde la carga se almacena en la doble capa del electrodo. Cuanto mayor es el área del electrodo, más cantidad de carga podemos almacenar.
Se trata de una de sus patentes ¿Cuántas tiene?
Actualmente tengo 24 patentes. Las primeras son de cuando era estudiante de doctorado, otras de cuando estuve en el MIT y el resto en los últimos años. Los temas de mis patentes son muy distintos. Algunas consisten en nanoestructuras híbridas para fabricar compuestos farmacéuticos, como el ibuprofeno o el naproxeno. La fabricación de estas moléculas requiere ácidos, como el sulfúrico o el fluorhídrico, que luego son muy difíciles de recuperar. Nuestra patente se basa en sustituir estos ácidos por catalizadores sólidos que pueden recuperarse fácilmente y además generan muchos menos residuos. Otras patentes están relacionadas con el almacenamiento de energía, los biocombustibles o la cuantificación de cemento en hormigones.
Otra patente es un catalizador para obtener más gasolina del petróleo…
Sí. En el crudo hay hidrocarburos con tamaños muy distintos. Unas moléculas son pequeñas, que entran bien dentro de los poros de los catalizadores comerciales, y se rompen en otras todavía más pequeñas, que son las que forman la gasolina. Pero también hay hidrocarburos más grandes que no pueden entran en la porosidad de los catalizadores y se quedan como subproductos. Hemos conseguido introducir poros más grandes para dar acceso a esos hidrocarburos grandes y obtener así más combustible. Esto supone no solo es un notable beneficio económico para la refinería (oportunidad de negocio), sino también para el medio ambiente, porque se generan menos residuos y se reducen las emisiones de CO2. Todavía estamos probando la tecnología a escala piloto, pero la idea es comercializarla en los próximos años.
¿Aunque se esté acabando el petróleo?
Efectivamente, cada vez hay menos crudo y el que queda es de menor calidad, por lo que son necesarias tecnologías que permitan utilizar mejor el petróleo que nos queda, así como reducir su impacto sobre el medioambiente. De todas formas, una ventaja de nuestra tecnología es que puede aplicarse a otros procesos. Ahora, por ejemplo, estamos estudiando su aplicación en la producción de biodiésel y combustibles que no provienen del petróleo. Recientemente, el Departamento de Energía de EEUU nos ha concedido un proyecto para aplicar nuestra tecnología en la separación de propeno-propileno. La idea es aprovechar los recursos mejor, generando a la vez beneficios para la industria y un menor impacto sobre el medioambiente.
Ese es uno de los objetivos centrales de la química. ¿Qué destacaría de este Año Internacional de la Química?
Hay que incidir en el hecho de que la química forma parte de nosotros, de nuestra propia naturaleza. Pero también hay que recordar la importancia de la industria química en nuestra vida, no solo porque fabrica la mayoría de los productos (plásticos, textiles, alimentos, combustibles, medicamentos, etc.), también por su gran contribución a la riqueza del país. En España, la industria química representa aproximadamente el 10% del PIB y genera miles de puestos de trabajo. Esto no impide que, como ciudadanos críticos, demandemos que la industria química trabaje de la forma más responsable en aspectos como su impacto sobre el medio ambiente. En relación a este tema, acabo de editar el libro The Chemical Element: Chemistry´s Contribution to Our Global Future, con el objetivo de repensar el papel de la química a principios del s. XXI.
Dentro del Año Internacional de la Química, y junto al profesor Tony Wright de la Universidad de Queensland (Australia), usted también coordina el Experimento Global ¿En qué consiste este proyecto?
Es una actividad organizada por la UNESCO y la Unión Internacional de Química Pura y Aplicada (IUPAC) en torno al tema del agua dirigida a niños de todo el mundo. El experimento consiste en desarrollar diversas actividades, como medir la salinidad, fabricar una unidad de filtración o un destilador solar, aunque la actividad principal es calcular el pH de las aguas de la localidad donde viven los escolares. En una web creada para la ocasión se pueden volcar los resultados recibidos desde todo el mundo para compartir las informaciones y confeccionar un Mapa Global del pH del Planeta. Varios colegios españoles ya se han sumado a la iniciativa, que estará abierta durante todo 2011. Es una forma de sensibilizar sobre la importancia del agua, y la química, en general, en nuestra sociedad.