A punto de cumplirse un mes de esta catástrofe, los duelos por las hasta ahora 221 víctimas mortales y las incontables pérdidas materiales están lejos de cerrarse. Hablamos con Montserrat Lacalle, doctora en Psicología, sobre cómo manejar las reacciones y las intervenciones psicológicas más efectivas en situaciones como esta.
Los problemas de salud mental en situaciones de catástrofe son diversos y pueden variar desde síntomas de ansiedad y depresión hasta el desarrollo de trastornos relacionados con el trauma. Además, las condiciones de crisis tienden a aumentar la vulnerabilidad y a agravar problemas sociales preexistentes, como la pobreza, la discriminación y la exclusión social.
Según un comunicado emitido por el Ministerio de Sanidad, quienes viven con trastornos mentales previos pueden sufrir una desestabilización, lo que incrementaría la necesidad de atención especializada en un entorno donde los recursos están limitados.
Montserrat Lacalle (Lleida, 1975) es profesora de psicología en la Universidad Autónoma y la Abat Oliba (ambas en Barcelona). La experta explica los efectos psicológicos de un desastre como el que sucedió el pasado 29 de octubre en España con la DANA y las inundaciones posteriores. “Lo primero que llega es un duelo colectivo. Este surge al inicio y nos ayuda a sentirnos acompañados en el dolor y comprendidos”, apunta.
“Si está ‘bien conducido’ nos ayudaría a elaborar un duelo posterior, puesto que da cabida a nuestro sufrimiento. Pero con el tiempo, pierde protagonismo y toma importancia el proceso individual en que cada persona debe elaborar su propia perdida, una experiencia con múltiples condicionantes individuales que se extiende mucho más en el tiempo”, añade.
¿Cuáles son las principales reacciones emocionales que suelen presentar las personas afectadas por una catástrofe natural?
Las más comunes pueden ser el estado de shock, la rabia y la tristeza posterior. En un primer momento, la aparición de estas puede considerarse sana, adaptativa ante una situación adversa, inesperada e incontrolable.
¿Cuándo es motivo de consulta profesional?
Debemos plantearnos la necesidad de ayuda psicológica si el paso del tiempo no da lugar a nuevas experiencias emocionales y la persona parece estar anclada o paralizada en una de ellas, con las consecuencias en su día a día que ello conlleva. El duelo es un proceso, por lo que siempre debe implicar cambio y evolución.
También es motivo de consulta en caso de que se presenten síntomas de otros trastornos, como el trastorno por estrés postraumático (TEPT). Este cuadro se caracteriza por la reexperimentación emocional del evento traumático. Por ejemplo, en el caso de que una persona reaccione con miedo y ansiedad anticipatoria ante nuevos episodios de lluvias, que presente pesadillas frecuentes en que revive lo ocurrido, etc.
Las reacciones emocionales más comunes pueden ser el estado de shock, la rabia y la tristeza posterior. En un primer momento, la aparición de estas puede considerarse sana
¿Cuáles son las técnicas o intervenciones psicológicas más efectivas para manejar el duelo y el estrés tras una situación como la DANA?
Es importante motivar las expresiones emocionales colectivas, siempre y cuando sean sanas. La incredibilidad, el shock, el enfado, la tristeza pueden ser expresadas y compartidas, pero debemos evitar ahondar en sentimientos insanos que solo conducen al dolor y la desesperanza.
En este sentido, los medios de comunicación tienen un papel fundamental. Con la publicación de noticias ayudan a construir una narrativa social que puede perjudicar a las víctimas. Hechos como buscar responsables o culpables de lo acontecido no ayudan a las víctimas a avanzar. De igual modo, compartir imágenes dolorosas puede alimentar el sufrimiento.
Muchos bulos fomentan la rabia, la tristeza, la frustración, el resentimiento... Todas estas emociones no van a ayudar a afrontar la situación
¿Y de qué forma afectan los bulos?
Lo peor no es la mentira que son, lo cual evidentemente no es bueno. Más bien la negatividad con la que conectan. La mayoría de ellos fomentan la rabia, la tristeza, la frustración, el resentimiento... Estas emociones no ayudan a afrontar la situación, que es lo que buscamos: que las personas acepten la posición en la que están. Y esta aceptación no conlleva resignación, al contrario, supone ver la realidad en toda su totalidad, buscar soluciones y gestionar la adversidad.
Dos personas caminan junto a una vivienda destrozada por el paso de la DANA en Picanya (Valencia), este domingo. / EFE | Villar López
¿Cómo puede influir la solidaridad y el apoyo social ante este tipo de desastres?
Es fundamental. A las víctimas les ayuda sentirse no solo acompañadas, sino respaldadas. Debemos evitar la indefensión y la desesperanza, ofreciendo recursos ante la fatalidad para que, a pesar del infortunio sufrido, puedan fomentar su sentimiento de competencia.
Sentirse acompañado permite validar la propia experiencia emocional y ayuda a encontrar estrategias prácticas para avanzar.
Los medios tienen un papel fundamental, ya que con la publicación de noticias construyen una narrativa social que tal vez no ayude a las víctimas. Buscar responsables y culpables fomenta rabia y frustración
¿Existen diferencias en la forma en que procesan el duelo los diferentes grupos de edad o niveles socioeconómicos ante un evento como la DANA?
Por supuesto. El duelo siempre es un proceso complejo lleno de múltiples diferencias individuales, y una de ellas son las condiciones socioeconómicas. En una catástrofe como esta, las posibilidades para ‘recuperar’ la normalidad desde un punto de vista material determinarán la evolución del duelo. Será difícil que unas personas avancen en el plano emocional si su día a día está lleno de dificultades en cuestiones básicas.
En situaciones como esta, o durante la pasada pandemia, es cuándo resurge con fuerza el concepto de resiliencia. ¿Cómo es de importante?
En ocasiones como estas hablamos de ella pero, mientras que en algunos casos se manifiesta de forma evidente, en otros la echamos de menos. Sin embargo, debemos tener en cuenta que la resiliencia no se ‘crea’ en el momento en el que se necesita, sino que es una característica individual que nos define, una manera de afrontar los reveses que nos protege y ayuda a actuar de manera adaptiva.
Es decir, la resiliencia es el resultado de una salud mental óptima y, por consiguiente, necesita un trabajo, esfuerzo y elaboración individual.
La resiliencia no se ‘crea’ en el momento en el que se necesita, sino que es una característica individual que nos define, una manera de afrontar la adversidad
Según datos de la ONG Save the Children, casi 164 000 menores residen en los municipios afectados por la DANA que azotó al litoral valenciano a finales de octubre, de los cuales más de 71 000 viven en los municipios más castigados por las inundaciones. Muchos de ellos habrán perdido en la tragedia a algún familiar, amigo o conocido. Y otros muchos tuvieron que vivir en primera persona situaciones dramáticas.
“Para el cerebro de los niños este tipo de situaciones son un mal asunto, ya que hay mucho desorden y destrucción a su alrededor, se ven en peligro de muerte o son testigos de ellas. Todo esto constituye un factor de riesgo muy grande para desarrollar un TEPT”, afirmó recientemente Benedikt L. Amann, psiquiatra del Instituto de Investigación del Hospital del Mar de Barcelona, durante unas jornadas organizadas por la Sociedad Española de Psiquiatría Clínica (SEPC).
Para el experto, lo más importante en estas primeras semanas es lo básico. Es decir, limpiar las calles, crear lugares seguros, restructurar viviendas, garantizar el acceso a agua potable y alimentos. “Cuanto más rápida llegue la normalidad, mejor para los pequeños”, sostuvo Amann, que destacó la importancia de mantener informados a los niños, sin ocultares información, y de validar sus emociones sin juzgarlas.
Según el psiquiatra, una vez que la estabilidad y la normalidad se asienten en los municipios afectados por la DANA, será el momento de empezar a trabajar con intervenciones psicoterapéuticas focalizadas.