En España, 130.000 personas están afectadas por el VIH, según datos del Registro Nacional de Casos de Sida. De ellas, cerca de un 6% tiene, además, hepatitis B y un 50% el tipo C. Enrique Ortega (Valencia), presidente de la Sociedad Española Interdisciplinaria de Sida (SEISIDA), ha hablado con SINC sobre los retos que plantea la coinfección, en especial en los pacientes con VIH y hepatitis C.
La edición de este año del Congreso Nacional sobre el Sida incluye un pos-simposio sobre la hepatitis y el VIH…
Sí, y es que la coinfección del paciente infectado con VIH y hepatitis es un gran problema, sobre todo, en los países mediterráneos, que tienen un alto número de pacientes infectados por los dos virus.
¿En qué países?
Estaríamos hablando de Portugal, España, Francia e Italia. Aunque el porcentaje de nuevas infecciones está bajando, en nuestro país cerca de un 50% de españoles están coinfectados con el virus C de la hepatitis, de forma que el fallo hepático crónico se ha convertido en la segunda causa de muerte de los pacientes.
¿Por qué?
El virus de la hepatitis C precisa de unos 25 años para pasar desde la infección aguda a la cirrosis hepática. En el caso de las personas con VIH, la progresión es mucho más rápida. Es como si comparases un tren de cercanías con un AVE: los pacientes llegan antes a la cirrosis y a las complicaciones.
¿Cuál es la recomendación?
Empezar enseguida el tratamiento para intentar eliminar el virus. El VIH, por el momento, no lo podemos erradicar, pero la hepatitis C sí.
¿Qué tratamiento se aplica?
El tratamiento más vanguardista que existe es con la proteína interferón, pero tiene algunos efectos adversos sobre el sistema nervioso central y puede causar inmunodepresión, ansiedad, anemia, entre otros. Sin embargo, pueden paliarse.
¿Todo el mundo responde bien al tratamiento?
Por desgracia, cerca del 60% de pacientes no, sobre todo los que tienen unos genotipos o variables del virus C concretos. En España predominan los genotipos 1 y 4, que responden con más dificultad al interferón. Si el genotipo es 1, las posibilidades de aceptación pueden ser de un 35%.
¿Hay nuevas alternativas terapéuticas?
Sí, inhibidores de la proteasa del virus C, pero todavía no se comercializan. Actuarían sobre la proteasa, una enzima que el virus C necesita para multiplicarse, madurar y ser agresivo.
¿Se podrá utilizar en pacientes coinfectados?
Lo esperamos, aunque son pocos los datos sobre cómo funcionan estos tratamientos en ellos ya que no se hacen ensayos clínicos. Solo hay un dato: en la Conferencia sobre Retrovirus (CROI) de 2010 se presentó una investigación sobre el efecto del inhibidor de la proteasa junto con tratamiento antirretroviral en pacientes coinfectados. Tras 12 semanas de estudio, los resultados eran prometedores. Por ello pedimos que se hagan investigaciones a gran escala.
Además del virus C de la hepatitis, ¿qué otros tipos existen?
En total, son cinco: A, B, C, D y E. Los tipos B, C y D son capaces de producir enfermedades crónicas, aunque el D no puede estar solo y necesita del B porque carece de una estructura para hacerse maligno y ser patógeno. Los tipos A y E crean enfermedades agudas, pero no cronifican, aunque tampoco son banales.
¿Qué diferencias hay entre los tipos B y C?
Para el B tenemos una vacuna altamente efectiva, de modo que la población española actual por debajo de los 30 años ya está vacunada para la hepatitis B. Es un virus muy potente, muy infectivo, pero cronifica poco y es más fácil que nuestro organismo lo depure. Una infección por hepatitis B en un adulto solo se vuelve crónica entre el 5% y el 10%, mientras que una hepatitis C en un adulto cronifica entre el 60% y el 70%. Además, para el B tenemos fármacos que también actúan para el VIH, pero al C no le repercuten los fármacos para el virus del sida.
¿La edad influye?
Sí, la capacidad de cronificación del B va en relación con la edad: si un bebé es infectado por su madre, va a tener un 90% de posibilidades de ser portador crónico; si se infecta entre los 8 y 10 años, un 40%, y en la edad adulta, hasta un 10%.