Los proyectos de sostenibilidad urbana pueden tener su lado oscuro: si no se acompañan de otras medidas, son una llamada a la especulación que encarece los barrios humildes y expulsa de ellos a sus habitantes de toda la vida. Isabelle Anguelovski (Reims, Francia, 1978), de la Universidad Autónoma de Barcelona, acaba de recibir una de las becas Starting Grant del Consejo Europeo de Investigación para desarrollar su proyecto sobre cómo construir ciudades no solo más verdes, sino también más equitativas.
Parte de su investigación en el Instituto de Ciencia y Tecnología Ambientales de la Universidad Autónoma de Barcelona se centra en los impactos no deseados de las nuevas zonas verdes. ¿Cómo puede perjudicar la creación de una nueva zona verde a un barrio?
Por la especulación. Antes lo económico era contrario a lo ambiental, pero ahora los grandes grupos inmobiliarios se aprovechan de la agenda verde. En las ciudades hay una apuesta muy fuerte por el tema ambiental: se están creando más parques, bosques urbanos y corredores ecológicos y se está restableciendo la calidad ambiental de los ríos. En muchos casos, grandes grupos inmobiliarios globales compran terrenos muy baratos en barrios históricamente subapreciados, pero que se benefician ahora de proyectos de sostenibilidad urbana, y los transforman en rascacielos o viviendas para gente mucho más privilegiada. Al final, la población más vulnerable socialmente que vivía allí antes se tiene que ir por el precio del alquiler y de la compraventa, que se encarecen con este tipo de especulación. Así, las desigualdades se recrean al lado de las nuevas zonas verdes.
¿Entonces, qué necesitan las ciudades actuales?
Hay que apostar por la revitalización urbana verde desde las municipalidades, pero con un control mucho más fuerte del Estado sobre la transformación del suelo y la asequibilidad del barrio. Hace falta ayudar a los habitantes de esas zonas mediante la promoción del negocio local de proximidad, el impulso a los emprendedores, la creación de buenos centros de formación… Por otro lado, estaría bien poner un límite a la subida de los precios de los alquileres en un 3% o un 4% al año.
¿Cómo está relacionado el cambio climático con la planificación urbana y qué podemos hacer para combatirlo desde las calles?
Hay dos formas de enfocarlo: la mitigación del cambio climático y la adaptación. La mitigación engloba todos los programas que permiten reducir el impacto de la ciudad sobre las emisiones de efecto invernadero. Habría que planificar ciudades con una inversión sustancial en transporte público limpio y promocionar la bici. También potenciar los comercios con productos de proximidad, para que los alimentos que consumimos no vengan de 5.000 kilómetros de distancia sino que procedan de la agricultura local.
Sería necesario programar una densificación de las ciudades, para que, en vez de tener 20 o 30 habitantes por kilómetro cuadrado, las construcciones sean más altas y las urbes no se extiendan tanto, que es cuando se produce un mal manejo del transporte y la circulación de las personas. Este es el caso de Madrid, con urbanizaciones casi vacías en los alrededores de la ciudad, mal conectadas y que no tienen vida de proximidad ni las infraestructuras necesarias. Esto es tremendamente negativo para el cambio climático.
Y la adaptación al cambio climático, ¿en qué consistiría?
Por ejemplo, en edificar más lejos de las orillas del mar, en tener un sistema de respuesta para facilitar una evacuación bajo una tormenta o una lluvia intensa, reforzar las construcciones de las casas, mejorar los sistemas urbanos de filtración de agua, crear infraestructuras que permitan absorber mejor las aguas de lluvia y recrear zonas verdes... Habría que repensar a qué llamamos infraestructura verde y azul para que estas zonas se conviertan en “esponjas”.
¿La crisis económica ha cambiado el curso de la planificación urbana?
Desde el punto de vista de los poderes políticos, no. Ya estamos hablando de nuevo de fomentar el turismo y las construcciones. Es un modelo de alto consumo de recursos naturales, inversión multinacional descontrolada y destrucción de paisajes. No se ha repensado el modelo económico español. Por otra parte, ciudades como Barcelona se han convertido en ciudades imagen, hechas para los visitantes más que para los residentes. Aunque la nueva alcaldía está haciendo un esfuerzo obvio para contrarrestar esta evolución, esto demuestra que no había un replanteamiento sobre el modo en que la crisis nos ha afectado como país.
¿Qué papel tienen los movimientos vecinales en la reestructuración urbana?
No hay que tener en cuenta únicamente a los movimientos vecinales, también a los ambientales, los que se movilizan contra la especulación, contra las expulsiones de los bancos y los movimientos que trabajan por recuperar los espacios públicos. Entre todos ellos se crean niveles de alianza. Todos tienen un poder muy fuerte, ya que son los que viven las expropiaciones y la especulación. En Cataluña, por ejemplo, los medios están llenos de tanta información sobre el proceso de la independencia que parece que se silencian las luchas esenciales sobre qué modelo de ciudad quieren los ciudadanos. Hay que preguntarse qué motor socioeconómico impulsará a las urbes, cuál será el rol de las poblaciones y de los movimientos.
En comparación con el resto del mundo, ¿somos un país de ciudades habitables?
En comparación con Estados Unidos o Canadá tenemos un sistema urbano de mucha más conexión y densidad, y nuestra huella urbana es bastante más verde que las que pueden tener estos países u otros como China, porque nuestras ciudades son más compactas, vivimos a una escala más local, y tenemos transportes públicos y alternativos bastante bien valorados.
En España se piensa en cómo promocionar el transporte alternativo, hay tejidos urbanos y socioeconómicos, muchos barrios con comercios de proximidad, con mercados y con productores locales y la gente vive en pisos más pequeños. A pesar de que sigue habiendo dos millones de pisos vacíos en España, si tomamos las personas medias americana, china, europea y española, podemos decir que tenemos ciudades habitables en las que se puede vivir bastante bien.
Por otra parte, Barcelona y Madrid siguen teniendo un transporte público que no es tan caro como en París o en Londres, igual que la fruta y la verdura, que siguen siendo bastante económicas. En ambas capitales sigue habiendo una clase media que en Londres o París está desapareciendo cada vez más.