El último episodio de mortalidad registrado en el Mar Menor ha hecho saltar todas las alarmas sobre una situación crónica de degradación del ecosistema lagunar. Julia Martínez, directora de la Fundación Nueva Cultura del Agua, explica cuáles son las medidas necesarias para recuperar el equilibrio ecológico en la laguna costera salada más importante de Europa.
Julia Martínez Fernández, directora técnica de la Fundación Nueva Cultura del Agua (FNCA), es socia fundadora y miembro del grupo de 100 expertos firmantes de la “Declaración Europea por una Nueva Cultura del Agua”. Además, cuenta con una amplia trayectoria investigadora nacional e internacional en gestión integrada de recursos hídricos y sostenibilidad del agua desde perspectivas interdisciplinares.
A su experiencia en estos temas hay que añadirle una intensa labor desde hace años en los movimientos ecologistas y otros colectivos ciudadanos en la defensa de los valores ambientales y patrimoniales, la sostenibilidad y la nueva cultura del agua.
Actualmente está trabajando sobre la sostenibilidad del sistema socioecológico del Mar Menor. De hecho, este septiembre, se lee una tesis bajo su codirección sobre este tema y el proceso de gobernanza para la mejora de la situación actual de la laguna.
¿Cómo hemos llegado a la situación actual del Mar Menor?
El exceso de nutrientes aportados por los fertilizantes de origen agrario durante muchos años y, sobre todo, su gran incremento por el aumento de regadío en el campo de Cartagena, que es muy intensivo, lo ha propiciado.
También la aportación de salmueras cargadas de estos nutrientes agrarios. Todo ello ha superado los mecanismos de resiliencia ecológica del ecosistema lagunar, lo que ha supuesto una enorme proliferación de fitoplancton y, por lo tanto, de crisis eutrófica que ha supuesto ya tres grandes episodios de mortandad masiva de ejemplares de todo tipo de especies en 2016, 2019 y 2021. Cada uno de estos episodios tiene una gravedad creciente con respecto a lo anterior.
Estos episodios de anoxia son estacionales. ¿Por qué en invierno no ocurre lo mismo?
Los episodios de mortalidad masiva son producidos por la presencia de grandes cantidades de nutrientes, que son el combustible del proceso eutrófico. La proliferación de fitoplancton necesita, además de alimento (que son esos nutrientes), unas temperaturas adecuadas que en invierno no se dan, porque son demasiado bajas.
Por esta razón, aunque hay una situación de degradación profunda, sobre todo en las capas más profundas de la laguna del Mar Menor, la visualización y la emergencia de estos episodios agudos, de una situación que es crónica, ocurren en verano. Es en esta época donde se da esa combinación durante el suficiente número de semanas y meses, para dar lugar a episodios en los que se agota completamente el oxígeno y se produce la mortandad masiva.
En el caso de que pararan abruptamente los vertidos de nutrientes a la laguna, ¿cuánto le costaría a Mar Menor recuperar el equilibrio ecológico?
Bueno, hay que especificar que no estamos hablando solo y principalmente de vertidos, estamos hablando de contaminación difusa agraria. Por lo tanto, el grueso de esa contaminación no va por una tubería o por un canal, o por un vertido como tal, sino que ocurre en cada metro cuadrado de regadío intensivo, después por distintos flujos naturales, tanto superficiales como subterráneos, y terminan llegando al Mar Menor.
Parece un proceso de recuperación lento...
No se puede cambiar la situación eutrófica de una laguna tan grande, —ten en cuenta que es la laguna costera salada más importante de Europa—, de un día para otro, ni siquiera de un año para otro. Estamos hablando de que podría empezar a ser visible a medio plazo, pero que necesitará del largo plazo, posiblemente a lo mejor 10 años para que realmente fuese ya una recuperación significativa. Esto siempre y cuando se empezaran ya con las medidas en origen, no con medidas de emergencia, provisionales, mal pensadas, o que no atienden a la raíz del problema.
Las soluciones en origen pasan por eliminar parte de la superficie de regadío intensivo y reducir de forma drástica la aportación de fertilizantes al regadío que quedara.
Los episodios de mortalidad en el Mar Menor son cada vez más graves. / Juan Carlos Caval (EFE)
¿Limpiar los lodos del fondo es una opción viable o sería peor?
No, primero hay que cambiar el modelo agrario del campo de Cartagena y, además, reforzar la capacidad de la propia cuenca para eliminar sus propios nutrientes. Las medidas tienen que basarse en la naturaleza, como setos verdes entre los cultivos y recuperar la superficie de todos los humedales litorales en el entorno.
¿Cómo están actualmente estos humedales?
Existen humedales naturales, pero que han perdido una parte muy importante de superficie que habría que recuperar. Es fundamental excluir cualquier tipo de regadío y actividad agraria intensiva en una banda amplia, perimetral, en todo el entorno del Mar Menor. Así se actuaría en una banda de amortiguación y de eliminación de nutrientes formado por humedales naturales y de vegetación natural.
A partir de ese momento, la laguna tiene mecanismos propios para recuperarse, para que las praderas de fanerógamas como la cymodocea nodosa se vayan recuperando, porque esa recuperación es el mecanismo clave para impedir nuevas explosiones de fitoplancton.
¿Descartaría entonces esa opción?
Hay que hacer un seguimiento. Solo si se viera que esta recuperación de las praderas tiene dificultades, se encuentra paralizada, o no puede superar por si misma habría que plantear, si es necesario llevar a cabo algún tipo de actuación, de restauración activa. Son muy complejas en grandes ecosistemas y habría que estudiarlo con mucho cuidado, haciendo pruebas piloto previas.
Otra medida de emergencia que se ha barajado es dragar la Gola de Marchamalo. ¿Puede llegar a ser efectivo?
Todos los estudios que se han hecho sobre la efectividad de esta medida por parte del Instituto Español de Oceanografía, que también ha sido analizado por otras universidades y ya fue analizado en el comité científico hace años, llegaban a la conclusión de que su efecto a la hora de incrementar la renovación del agua de la laguna era muy pequeño.
Incluso si se dragara Marchamalo y Las Encañizadas conjuntamente se vería un efecto de en torno al 10% de incremento de renovación de la laguna. Apenas tendría un efecto. Si se hace solamente en Marchamalo sería insignificante, pero además eso puede poner en riesgo la conservación de determinadas especies y hábitats.
Hay que tener en cuenta que estamos hablando de un lugar de importancia comunitaria donde hay hábitats y especies. Esas actuaciones de remoción y dragado, además de inútiles, podrían ser contraproducentes.
¿Qué ocurriría en el caso de que la laguna se convierta en una zona muerta permanente?
Mantendríamos un estado de más agua eutrófica, donde perderíamos las especies singulares de la laguna que son la razón por la cual ha merecido múltiples estatus de protección a escala regional, nacional, europea e internacional. Eso sin contar los enormes impactos ecológicos que supone. Agravaría la crisis económica —se ha reducido muchísimo el valor de las viviendas por el pésimo estado del Mar Menor—, arruinaría el sector turístico.
Tendría también un gravísimo impacto en la pesca y afrontaríamos sanciones europeas por incumplimiento de la Directiva Hábitats, la Directiva Marco del Agua y de la Directiva europea sobre nitratos.