Esta doctora en Biología Celular y Molecular ha desarrollado un método que mide, con un simple análisis de sangre, los niveles de una proteína que se produce cuando al tejido cardíaco comienza a faltarle el riego. El test ha logrado una financiación de más de cinco millones de euros y se ha comenzado a probar en un ensayo clínico con muestras de pacientes de hospitales públicos de Madrid y Barcelona.
Judit Cubedo (Madrid, 1982) fundó en 2017 la firma GlyCardial Diagnostics, que, en la actualidad, tiene su sede en el Parque Científico de Barcelona. El objetivo de esta bióloga molecular es sacar al mercado su test de diagnóstico precoz de la isquemia cardiaca –una interrupción del flujo de sangre al corazón que puede desembocar en infarto– mediante un sencillo análisis de sangre.
En su trayectoria esta joven emprendedora acumula ya múltiples reconocimientos, entre otros, el premio Innovadores menores de 35 del MIT Technology Review o el Emprendedor XXI de Cataluña. Además, su proyecto ha logrado financiación pública y privada por un total de 5,2 millones de euros, cifra en la que se incluye 1,9 millones procedentes del Instrumento PYME del programa Horizonte 2020 de la CE.
Su empresa es una spin off del Instituto de Investigación del Hospital Sant Pau de Barcelona y del CSIC.
¿Cuál fue el proceso que llevó al desarrollo del test de detección de la isquemia cardiaca?
El trabajo que dio como resultado el hallazgo de este biomarcador fue parte de mi tesis doctoral en el Instituto de Investigación del Hospital Sant Pau de Barcelona. La tesis fue dirigida por Lina Badimon, que actualmente es la directora científica de GlyCardial.
Descubrimos que hay una proteína en la sangre, llamada Apo J glicosilada [Apo J], cuyos niveles disminuyen durante las primeras fases de la isquemia, es decir, cuando deja de llegar riego sanguíneo al tejido cardiaco.
En 2011 publicamos los resultados de esta investigación en la revista Journal of Proteome Research y planteamos el posible uso de la Apo J como un biomarcador para prevenir el infarto.
Es decir, que este biomarcador podría permitir detectar de manera precoz que una persona tiene riesgo de sufrir un infarto.
Así es. En la actualidad, cuando un paciente tiene dolor en el pecho y hay sospecha de que está teniendo una isquemia cardiaca que puede acabar en infarto, lo que se hace es un electrocardiograma y un análisis de sangre para medir niveles altos de unas proteínas llamadas troponinas. Lo que ocurre es que el organismo libera estas proteínas cuando el daño en el tejido cardiaco ya está hecho.
En cambio, con nuestro test podríamos ser capaces de detectar esa fase previa, midiendo los niveles en sangre de Apo J glicosilada con los reactivos que hemos desarrollado y evitar así ese daño irreversible que produce el infarto. Por el momento, no existe nada parecido en el mercado.
¿Cuándo se probará en pacientes?
El estudio clínico ya se ha iniciado en el Hospital Sant Pau, en Barcelona, y en La Paz y Gregorio Marañón, en Madrid. Pero prevemos trabajar con más centros en España y también en Reino Unido. En total, vamos a analizar muestras de sangre de más de 500 pacientes que hayan sido ingresados con dolor isquémico.
¿Y después de probar la eficacia cuál es el plan?
Queremos licenciar el producto a una empresa grande de diagnóstico, que ya disponga de una amplia red comercial, para que pueda llegar al mercado lo más rápidamente posible. Mi objetivo es que nuestro test de detección precoz de infarto llegue cuanto antes al paciente.
¿Qué otras líneas de investigación tenéis?
Ahora estamos centrados en los ensayos clínicos del test. También hemos presentado varias solicitudes de patente para proteger el biomarcador y los posibles usos. Pero somos una empresa de investigación y queremos seguir abriendo nuevas líneas. Estamos explorando otras posibles aplicaciones, pero, por el momento, no puedo adelantar nada.
Judit Quevedo. / GlyCardial Diagnostics
¿Cómo va la financiación?
No nos podemos quejar. Creamos la compañía en septiembre de 2017 y en octubre de ese mismo año logramos cerrar la primera ronda de financiación con Caixa Capital Risc y Healthequity por un total de 2,4 millones de euros.
En 2018 también logramos 1,9 millones euros del instrumento PYME de Horizonte 2020, que fue un hito muy importante para el equipo. Gracias a esta inversión, hemos podido iniciar el ensayo clínico y empezar a trabajar en las nuevas líneas de investigación. A todas estas inyecciones de capital se han sumado otras ayudas públicas, como RETOS y NEOTEC. En total, hemos logrado una inversión de 5,2 millones de euros.
¿Cómo has vivido el paso de la investigación a la empresa?
Creo que es muy enriquecedor y necesario. En España se hace muy buena ciencia, pero no se nos da bien transferirla al mercado. Es una pena que muchas innovaciones que realmente podrían mejorar la vida de las personas, sobre todo en el sector de salud, no lleguen nunca a los pacientes.
¿Y a qué crees que se debe esta carencia?
Puede que se deba a la falta de costumbre o a la poca inversión. Además, hay que tener en cuenta que a los investigadores no se nos premia por transferir –por dar ese paso de la investigación al mercado–. Históricamente esto ha sido así, aunque creo que está empezando a cambiar. Cada vez hay más ejemplos de empresas que intentan llevar al mercado este tipo de descubrimientos.
Es un cambio trabajoso porque te tienes que formar en temas de gestión de negocio, en patentes, en propiedad intelectual. También en financiación, temas regulatorios, etc. Necesitas una formación constante y continua en múltiples ámbitos. Pero merece la pena.