El Laboratorio de Acción contra la Pobreza Abdul Latif Jameel (J-PAL) trata de paliar a través de pruebas científicas las desigualdades económicas y sociales entre países. SINC entrevista a Rachel Glennerster, su directora Ejecutiva e investigadora del Instituto Tecnológico de Massachussets (MIT).
Rachel Glennerster, doctora en Economía por el Birkbeck College de la Universidad de Londres, supervisa el trabajo del J-PAL para traducir los hallazgos de las investigaciones en acciones políticas. “El trabajo que realizo es observar y utilizar aquellos métodos científicos más eficaces para mejorar las situaciones de pobreza, en cualquier aspecto, incluido hacer las sociedades más sostenibles”.
¿Cuál es el día a día del trabajo conjunto que lleváis a cabo en el J-PAL para luchar contra la pobreza?
El proceso empieza por detectar cómo abordar la pobreza e investigar sobre ella. La ciencia y la investigación entran en acción, y nos centramos en cuestiones que el gobierno quiere saber. Hay un enorme margen para crear métodos científicos y combatir la pobreza. Con demasiada frecuencia la gente trata esta cuestión basándose en la política o en la ideología, pero si utilizamos las evidencias, la ciencia y los hechos contra la pobreza obtendremos mejores resultados.
Es decir, que vosotros analizáis el problema y aconsejáis a los políticos a que actúen...
Eso es, pero no sólo escribimos notas de orientación. Pasamos mucho tiempo hablando y trabajando con los gobiernos. Hay que reunirse con ellos, pero además, todos los días tenemos a alguien en el terreno que interactúa con ellos, y dialoga acerca de las cuestiones que necesitan resolver. Partimos de evidencias de otros lugares y les informamos sobre la manera correcta de actuar. Los gobiernos de los países en desarrollo nos cuentan qué necesitan y obtenemos resultados de acuerdo a sus políticas. En este momento estamos trabajando con el gobierno de Kenya.
¿Y a través de que medios trasladáis ese conocimiento?
Presentamos los resultados en documentos científicos que se publican en las principales revistas, pero también traducimos esta información a “lecciones políticas”. Supone comparar diferentes estudios y comunicar los resultados al gobierno de un determinado país. Las personas que toman decisiones quieren saber cuáles son las actuaciones más efectivas y la mejor manera de llevarlas a cabo. Hacemos las preguntas adecuadas, lo comunicamos de manera efectiva y trabajamos directamente con la sociedad para que las personas que eventualmente toman las decisiones políticas tenga pruebas científicas para actuar.
En su opinión, ¿qué papel tiene en la redistribución de la riqueza global el gobierno de EE UU como país enriquecido?
Los gobiernos de los países ricos desempeñan un papel importante, pero no pueden hacerlo todo. Estoy muy alentada por algunos de los cambios que están sucediendo en las agencias estadounidenses, como por ejemplo, en la Millennium Challenge Corporation (MCC), que cada vez se basa más en evidencias y menos en ideología. Nosotros trabajamos sobre todo con los países en desarrollo que son fundamentales para resolver la pobreza. Una de las cuestiones más interesantes es trabajar, como decimos los economistas, en la “ventaja comparativa” respecto a la elaboración de un producto, por ejemplo, en el caso de las vacunas. Los países ricos pueden ayudar a promover la ciencia y las evidencias científicas, y difundir el desarrollo de vacunas de las que todo el mundo se puede beneficiar.
En ese sentido, ¿cómo es posible equilibrar los intereses económicos de las farmacéuticas y las políticas sociales?
Es un reto, son dos cuestiones que necesitan equilibrio. El problema es que la inversión en tecnologías de la salud se centra en enfermedades que sólo encontramos en el mundo desarrollado. Tenemos que proporcionar un incentivo para que se investigue en los países pobres. En África, por ejemplo, hay más de 50 gobiernos diferentes. Un solo gobierno, de forma individual, no puede extender el desarrollo de una vacuna como la malaria porque no tiene el dinero. Pero los grandes propietarios, como EE UU tienen la capacidad para desarrollar vacunas y poner el dinero para paliar las enfermedades tropicales.
¿Y de qué forma invierten en ese tipo de enfermedades?
El denominado “Advance Market Commitment” propone un nuevo enfoque para la financiación de la salud pública, y estimular la fabricación de vacunas para los países en desarrollo. Su trabajo consiste en incentivar a los países ricos en el desarrollo de vacunas contra la malaria o el VIH y se comprometen a garantizar el precio de las vacunas una vez que se han desarrollado, creando así un mercado de futuro viable. En este sentido, un país en desarrollo sólo tendría que pagar un coste marginal. La idea es pagar un incentivo si proporcionan el acceso. Esa es la manera de conciliar esas dos necesidades contrapuestas, porque para todos es importante que exista la innovación. El gobierno italiano y el gobierno británico, por ejemplo, trabajan junto con la Fundación Gates en la vacuna del neumococo. En la actualidad, animaría al Gobierno español a aprovechar su situación en la Presidencia Europea para trabajar con otros gobiernos y luchar contra enfermedades como la de Chagas, la malaria, o el dengue.
Como experta en pobreza en India, una economía en crecimiento ¿qué medidas deberían tomar para luchar contra las desigualdades?
India es un país muy dinámico e interesante. Está creciendo muy rápido, pero sus niveles de pobreza son los mismos que en África. El reto en India consiste en gestionar ese crecimiento. Lo que me alienta y hace que sea optimista acerca de este país es que existe una dinámica no-gubernamental, es decir, un gran número de grupos nacionales que están impulsando acciones contra la pobreza. El gobierno hindú debe ser más eficiente, porque en este momento la educación y los servicios de salud son muy precarios y muy escasos en India. Deben introducir el nivel de eficiencia que ya existe en el sector privado y trasladarlo al sector público. Ésa es la única manera de conseguir una mejora.