En medio de un verano con temperaturas récord, alertas rojas y catástrofes forestales nuevas cada semana, Emilio Chuvieco ha recibido el premio Jaime I a la Protección del Medio Ambiente, el galardón con mejor dotación económica del país. Su trabajo en teledetección y su aplicación a la localización y observación de incendios poseen una importancia crítica para comprender las graves secuelas del cambio climático.
Lamentablemente, todos los veranos se repiten las noticias sobre incendios. Uno de los más dramáticos de 2022 ha sido el de la Sierra de la Culebra (Zamora), y más recientemente, del Parque Natural de Monfragüe (Cáceres), la Sierra de Mijas (Málaga), el Pont de la Vilomara (Barcelona) y de Monsagro (Salamanca), entre otros. Solo este año, hasta junio habían ardido más de 81.800 hectáreas, el 76 % de ellas en el último mes.
Emilio Chuvieco, catedrático de Geografía de la Universidad de Alcalá, es uno de los expertos patrios que trabaja para que nuestra convivencia con estos fuegos sea cada vez menos dañina. Líder del proyecto Fire CCI de la Agencia Espacial Europea, coordina el programa europeo FirEUrisk, en el que participan 38 grupos de 17 países. Su labor en el campo de la teledetección para localizar quemas forestales ha sido reconocida recientemente en los premios Jaime I.
¿Cómo puede darse un incendio de gran envergadura con todos los sistemas de prevención y detección y el dinero que se invierte año tras año?
Es aún pronto para decirlo, habría que estudiar a fondo qué ha sucedido exactamente para emitir un juicio razonable: las condiciones meteorológicas, las acciones de defensa que se tomaron, las condiciones del combustible y del terreno, etc.
Hay muchos incendios que tienen tal magnitud que no pueden pararse con los medios convencionales, aunque desconozco si este es el caso. Lo que está claro es que no es solo cuestión de formas de extinción, hay que poner más énfasis en la prevención.
¿Qué deberíamos cambiar para mejorarla?
Creo que la inversión en prevención debería ser mucho mayor, pero la gran parte se dedica a la extinción porque priorizamos los fuego activos. Los incendios son un riesgo natural, como las inundaciones o los huracanes, y deberíamos estar familiarizados sobre cómo actuar, tanto para evitar la situación como para evitar daños personales y materiales. En Japón, por ejemplo, todos saben qué hacer en caso de terremoto.
¿Cuáles son las estrategias actuales más efectivas para combatir los incendios?
Depende del tipo. La facilidad para extinguirlos está muy ligada a la cantidad y sequedad de la vegetación de la zona, a la pendiente del terreno y a la intensidad del viento. Por ejemplo, los medios aéreos son muy costosos, pero no siempre eficaces porque no pueden intervenir por la noche.
Lo ideal es pararlo al inicio del proceso, pero esto no siempre es posible si hay muchos focos activos o la zona es de difícil acceso. Cuando este ya cubre un frente amplio, el combate se orienta principalmente a evitar que dañe zonas de valor social o ecológico importantes. Ahí el éxito dependerá de los recursos aéreos y terrestres disponibles, pero sobre todo de la meteorología del momento.
El abandono las actividades tradicionales en entornos rurales, la reforestación natural y el despoblamiento de zonas de nuestro interior forestal crean sectores más peligrosos ante el fuego
¿Qué herramientas proporciona la teledetección que sean únicas?
Las observaciones de los satélites de recursos naturales son clave en la prevención, detección y evaluación de datos producidos por incendios. Estos nos permiten observar periódicamente las mismas zonas, analizando cómo cambian las condiciones de sequedad, la cantidad de combustible disponible, su disposición vertical y horizontal, etc.
También facilitan la detección de fuegos activos, aunque no todavía con la precisión que necesitaríamos para hacer vigilancia operativa. Finalmente, optimizan la evaluación de las áreas quemadas, su severidad y la regeneración tras la quema.
Emilio Chuvieco se ha alzado recientemente con el premio Jaume I a la Protección del Medio Ambiente. / Foto cedida por el entrevistado
¿Qué otras tecnologías contribuyen a preservar estos espacios verdes?
Con los modelos climáticos podemos hacer mejores estimaciones de las condiciones estacionales y diarias, de cara a ser más cautos y evitar incendios causados por negligencias, accidentes o descuidos. Paralelamente, los modelos de propagación nos permiten simular cómo se comportará el fuego en unas condiciones meteorológicas determinadas.
Adicionalmente, con los sistemas de información geográfica se generan mapas de los puntos de evacuación y defensa para planear mejor las quemas controladas y mejorar la gestión del paisaje. Además, son imprescindibles para incrementar la coordinación entre equipos de extinción y garantizar la seguridad de las personas.
¿En qué hemos mejorado y empeorado en estos años?
Creo que estamos más concienciados de la gravedad de los incendios y de su relación con otros problemas ambientales, como el cambio climático, que estimula la ocurrencia de anomalías extremas de sequedad y calor. También tenemos más presentes las alteraciones socioeconómicas que se han producido en nuestros espacios rurales.
No obstante, el abandono de las actividades tradicionales como el cultivo o la ganadería en entornos rurales, la reforestación natural y el despoblamiento de zonas de nuestro interior forestal crean sectores más peligrosos ante el fuego, eliminando barreras históricas contra la propagación.
¿Qué soluciones propondría para disminuir este problema?
No hay varitas mágicas para solventar los riesgos naturales. Hemos de convivir con ellos, mejorando nuestra preparación y siendo menos vulnerables. Esto implica también renovar nuestros paisajes rurales y fomentar un uso sostenible del territorio, donde la actividad humana también posee un papel importante. Abandonar entornos tradicionalmente gestionados por el ser humano no es una solución, sino un problema.
No se trata de volver a cultivar espacios marginales, sino de lograr un equilibrio entre una regeneración natural y un uso razonable de los recursos. La naturaleza no es un almacén, sino una fuente de inspiración, un hogar para nosotros y el resto de seres vivos que viven en el planeta.