Analizan 300 toneladas de sedimentos de Atapuerca en la última década

El equipo de investigación de Atapuerca de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Zaragoza ha analizado los fósiles de pequeños vertebrados obtenidos de más de 300 toneladas de sedimentos procedentes de los yacimientos arqueológicos de la Sierra de Atapuerca en la última década. Aproximadamente 30 toneladas de sedimentos se mueven y se lavan cada temporada, es decir, durante las campañas de excavación del mes de julio, en el cercano río Arlzanzón

Y es que es ahí donde se encuentran los fósiles de los pequeños mamíferos –desde ardillas, marmotas, erizos, topos, murciélagos hasta conejos--, que constituyen una de las herramientas más útiles para conocer la edad relativa tanto de los estratos de los yacimientos como de los restos de plantas y fósiles humanos que aparecen entremezclados. Así lo explica Gloria Cuenca, profesora de Paleontología y responsable de este equipo de investigación de la Universidad de Zaragoza, en uno de los reportajes que publica la revista conCIENCIAS de la Facultad de Ciencias, en su segundo número, tanto en papel como en soporte digital (http://unizar.es/aux/conCIENCIAS/numero2.pdf ).

Precisamente, el artículo de Cuenca sobre “El hombre de Atapuerca del siglo XXI” forma parte de un ambicioso y exhaustivo monográfico en el que se analiza “el cosmos, la tierra, el hombre y la vida”, desde una óptica globalizante. Precisamente, la Decana de la Facultad de Ciencias, Anabel Elduque, en su editorial, destaca que con esta edición se ha querido hacer un guiño al Año Internacional del Planeta Tierra, que se celebra en el 2008, con colaboraciones de prestigiosos científicos aragoneses que han permitido realizar una incursión cualificada “sobre el estudio del Universo, las edades de la Tierra, las primera huellas de los hombres primitivos y sobre la responsabilidad con nuestro planeta”.

En este sentido, el artículo de la investigadora Gloria Cuenca completa una serie de reportajes, caracterizados por un marcado esfuerzo divulgador, que permite que su lectura llegue de una forma clara y sencilla al ciudadano. De este modo, Cuenca desgrana el proceso que su equipo realiza y que, sin duda, es esencial en la evolución de los exitosos resultados de Atapuerca, yacimiento en el que en el 2007 apareció un diente aislado y un fragmento de mandíbula del primer europeo, Homo antecesor, que había pasado por esta sierra. Los estudios de Cuenca han permitido conocer que los humanos habían vivido en esta zona burgalesa al menos desde hace casi un millón y medio de años, gracias a los datos aportados por los estudios de la microfauna y de los estratos de los yacimientos.

“Los estudios sobre los yacimientos arqueológicos y paleontológicos de Atapuerca nos permiten conocer más sobre nuestros ancestros y responder a algunas cuestiones sobre su evolución y también sobre nuestro futuro”, apunta esta incansable investigadora. Por eso, desde hace años desarrolla su trabajo con un doble objetivo. Conocer la edad relativa de los distintos niveles y reconstruir el paisaje y el clima en el que vivieron los seres humanos. “Lo que hacemos es ordenar el contenido fósil de los sedimentos en una sucesión temporal, en la que podemos anotar apariciones y extinciones de los animales, plantas y fósiles humanos”. Para eso, primero es necesario hacer un estudio geológico de los sedimentos que, a su vez, se agrupan por estratos. Al final se analiza el contenido fósil de cada estrato.

Gloria Cuenca destaca que normalmente junto a los restos humanos y de grandes mamíferos se encuentran abundantes restos de vertebrados de pequeños tamaño, que sólo se pueden obtener mediante técnicas del lavado y tamizado de sedimentos. Estos pequeños mamíferos son conocidos de forma informal como micromamíferos e incluyen a todos los miembros de la familia de los Rodentia (ardillas, ratas, topillos, marmotas, castores, puercoespines, ratones), Insectívora (erizos, musarañas, musgaños, topos), Quiróptera (murciélagos) y Lagomorpha (conejos, liebres, pikas).

Para obtener los restos fósiles de estos pequeños vertebrados es preciso tamizar y lavar el sedimento excavado, para retirar los restos de arcilla. “Esto se realiza con la ayuda de tamices de luz de malla de 0,5 mm., el más pequeño, a 2 cm, el más grande, lo que permite eliminar la arcilla estéril y concentrar los huesos”. Estos concentrados se analizan después en el Departamento de Ciencias de la Tierra de la Universidad de Zaragoza y se separan en el laboratorio con ayuda de lupas binoculares y pinzas. Los fósiles pertenecen a muy distintos grupos de vertebrados: mamíferos, aves, reptiles, peces y anfibios, que se separan a su vez en huesos del esqueleto craneal –del que se preparan los dientes y mandíbulas—y del postcraneal.

El estudio de este material es de gran trascendencia, porque entre otras cuestiones, los dientes son los elementos esqueléticos más resistentes, por lo que tienen una conservación diferencial con respecto al resto de los elementos esqueléticos, y sobre los que se practican hasta una treintena de medidas, que aportan datos sobre su clasificación, ecología, dieta y edad geológica.

Una ventana abierta a la sociedad

Los artículos que se recogen en la revista conCIENCIA se caracterizan por el esfuerzo realizado por sus autores para expresar sus conocimientos y experiencias en un lenguaje sencillo, claro y sincero. De hecho, esta es la consigna que Anabel Elduque, Decana de Ciencias y directora del equipo de redacción de la revisa, ha transmitido a los colaboradores: “Nuestra revista debe ser una ventana abierta a toda la sociedad. La transmisión del conocimiento, la divulgación de la ciencia, exige por nuestra parte un esfuerzo que permita comunicarnos en un mismo lenguaje”, subraya.

Y esta es la pauta que han seguido María Luisa Sarsa, del área de Física Atómica, Molecular y Nuclear (que acaba de recibir el premio de la Real Academia de Ciencias de Zaragoza), junto a su compañero de área, Eduardo García, en su artículo “Fósiles del universo primitivo”, al repasar resultados de sus experimentos en el Laboratorio Subterráneo de Canfranc.

Además la revista incluye colaboraciones de expertos y acreditados investigadores, como de jóvenes estudiantes y futuros científicos. Es el caso de la estudiante de Julia Marín-Yaseli, de la Asociación para la Promoción Social de la Investigación y el Desarrollo Espacial (APSIDE), y que trabaja en el diseño en fase de construcción del segundo satélite del proyecto SSETI, de la Agencia Espacial Europea. También ha sido contundente la participación activa de los miembros del Senatus Científico, que aportan vivencias y sabiduría, encabezada por Luis J. Boya, del Departamento de Física Teórica y presidente de la Real Academia de Ciencias de Zaragoza, con su artículo “Vida extraterrestre”.

“La presencia de moléculas orgánicas de complejidad grande en el material interestelar sería, quizás, una indicación de vida fuera de la Tierra”, afirma el científico pero matiza y deja claro que “es plausible encontrar vida fuera de aquí, pero esperar marcianitos es hoy, aún, ciencia-ficción”. Junto a este artículo aparecen también los de otros miembros del Senatus, como Rafael Usón, del Departamento de Química Inorgánica; Vicente Sánchez Cela, del Departamento de Ciencias de la Tierra y Rafael Núñez-Lagos, del Departamento de Física Teórica.

Fuente: Universidad de Zaragoza
Derechos: creative commons
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