La restauración arquitectónica se ha nutrido, tradicionalmente, de técnicas pensadas y utilizadas en la construcción actual, que cuando se aplican a la restauración producen diferencias que hacen que no sean indicados para los edificios históricos. Según el director del programa del master de Restauración Arquitectónica de la Universidad de Valladolid, Ignacio Represa, se podría hablar así “de compatibilidades e incompatibilidades entre diferentes materiales, soportes y técnicas”.
Expertos de la Institución académica y de la empresa vallisoletana Trycsa llevan a cabo un proyecto de investigación con el fin de “determinar la bondad relativa de los procedimientos que se han utilizado en el transcurso de los últimos 20-30 años, qué problemas están dando o qué interacciones se están produciendo entre los productos que hemos introducido nuevos y los materiales de soporte”. En este sentido, se busca también “eliminar prácticas viciosas en el empleo de estos productos por parte de los restauradores”.
Como recuerda Ignacio Represa, “no son acciones-reacciones que se produzcan inmediatamente”, por lo que es necesario estudiar estos procedimientos a lo largo del tiempo. Para ello han acudido a la empresa Trycsa, que lleva cerca de 30 años trabajando en este sentido y que por tanto “cuenta con un buen archivo de material tanto documental como fotográfico que permite desarrollar el programa y evaluar, a lo largo del paso del tiempo, la bondad o maldad de las técnicas empleadas”.
“Estudiar gran parte de las obras que se han realizado en estos años, retornar a la obra y ver in situ cómo han evolucionado los productos aplicados permitirá establecer un control y advertir alarmas si hubiera problemas en las prótesis introducidas”, agrega, lo que supondría “una medida más en la conservación del patrimonio”. En este sentido, subraya, un chequeo “permanente” posibilitaría “solventar pequeños problemas de hoy y evitar graves problemas de mañana”.
Desarrollo del proyecto
Por su parte Jaime Represa, de la empresa Trycsa, detalla en declaraciones recogidas por DiCYT las distintas fases de desarrollo del proyecto. “En un primer momento se trata de seleccionar todo el material analizable, que es muy extenso, para establecer su estado inicial y cómo se ha ido transformando a lo largo de estos años. Tenemos obras que proceden del año 76-77 cuyos expedientes nada tienen que ver con la documentación que hoy una obra de restauración genera”, destaca.
Tras seleccionar estos trabajos los investigadores comprobarán aspectos como la analítica previa, la documentación histórica y gráfica o los estudios de detalle realizados. En esta línea, Jaime Represa insiste en que “hoy día existen sistemas de gestión de calidad integrados y exhaustivos de todos los materiales, de su puesta en obra, controles analítico y el apoyo de los laboratorios”, algo que no existía hace algunas décadas “cuando se hacían obras de manera prácticamente empírica empleando soluciones de determinados profesionales como químicos, geólogos o petrólogos sin ningún control”.
Es en este apartado están trabajando en estos momentos, elaborando una serie de fichas y documentación al respecto. Posteriormente llevarán a cabo “el reto fundamental” del proyecto: ejecutar las visitas a aquellos elementos que están siendo investigados para hacer inspecciones visuales, chequeos, y donde sea posible profundizar más en el comportamiento y evolución de la intervención, para establecer primero un diagnóstico y finalmente generar valoraciones y conclusiones.
Más de 200 monumentos
Por el momento, adelanta Ignacio Represa, se han analizado más de 200 intervenciones en monumentos por lo que ya se pueden avanzar algunas características que se han ido encontrando. “Una de las técnicas comunes en restauración es el empleo de materiales preparados por casas especializadas. Los morteros de reintegración que todos empleamos son un mundo que en los próximos años va a tener mucho recorrido. Lo que hoy ofrece el mercado es manifiestamente mejorable porque están siendo fabricados un poco al margen de las condiciones concretas de puesta en obra que nos solemos encontrar”, incide el experto.
Un problema en este sentido son “las dosificaciones, los componentes, las granulometrías y tamaños de los áridos que hacen que sean poco compatibles con determinadas piedras”, de modo que a su juicio la industria “debería suministrar al menos 10 o 12 tipos de morteros para las distintas situaciones de la pieza a reintegrar”. “La realidad es que la adherencia que se produce entre estos morteros y los materiales soporte, la piedra natural del monumento, es mínima”, concluye.
Referencia bibliográfica:
Estudio: "Caracterización de técnicas y procedimientos para la reintegración volumétrica en elementos ornamentales pétreos. Análisis y valoración"