Antes de conservarse en los Archivos Secretos del Vaticano, un pergamino escrito en el año 1244 para solicitar la canonización del soldado italiano Laurentius Loricatus sufrió el ataque de microorganismos, que acabaron afectando a la legibilidad del documento. Ahora un equipo de científicos ha identificado las bacterias que dañaron aquel documento que inició un proceso todavía inacabado, ya que el personaje nunca fue declarado santo.
A la edad de 15 o 16 años el soldado italiano Lorenzo da Fanella, también conocido como Laurentius Loricatus, mató accidentalmente a un hombre. Corría el año 1205. Para expiar su crimen, tras una peregrinación a Santiago de Compostela, el joven se retiró a una cueva cerca de Subiaco en Roma los 34 años siguientes, durante los cuales se autoflageló y llevó instrumentos de penitencia.
Su historia quedó descrita un año después de su muerte en 1244 en un rollo de pergamino de cinco metros de largo, denominado A.A. Arm. I-XVIII 3328, donde se registraron las investigaciones realizadas para su posible canonización. El documento, elaborado con piel de cabra, que pertenece ahora a una de las colecciones más antiguas de los denominados Archivum Arcis, fue recopilado en el Castillo de Sant’Angelo en el centro de Roma hasta finales del siglo XVIII cuando se preservó en los Archivos Secretos del Vaticano.
Sin embargo, desde su creación hasta su almacenamiento en el Vaticano –donde desde entonces se ha mantenido en condiciones ambientales óptimas para su conservación (50% de humedad relativa y 20 ºC de temperatura)–, el pergamino ha estado expuesto a ciertas amenazas externas debido a su método de elaboración.
“Los microorganismos colonizaron la piel del animal durante la preparación del pergamino hace unos 800 años”, indica a Sinc Luciana Migliore, investigadora en el departamento de Biología de la Universidad de Roma Tor Vergata y primera autora de un estudio que ha permitido analizar e identificar los microbios.
Según el trabajo, publicado esta semana en la revista Scientific Reports, el papel fue atacado por bacterias que formaron manchas moradas y provocaron el desprendimiento de la capa superficial del documento, afectando de este modo a su legibilidad. Hasta ahora ni los cultivos estándar ni los métodos moleculares que se usan para estos casos habían conseguido resolver el problema.
Gracias a nuevas técnicas de microscopia de análisis de luz transmitida, los investigadores pudieron localizar los daños estructurales, sobre todo en la matriz del colágeno. Además, realizaron por primera vez análisis genéticos de las comunidades microbianas halladas en el pergamino y confirmaron la presencia en las zonas dañadas de gammaproteobacterias, una clase de microorganismos que incluyen a enterobacterias como Escherichia coli o Samonella, y otras responsables de la neumonía o del cólera.
Microorganismos atraídos por la sal
Durante siglos, la preparación de los pergaminos, elaborados a partir de piel de animal (cabra o vaca, dependiendo de la región), no ha variado. Para lograr el grosor y suavidad adecuados, la piel estaba sujeta a una serie de tratamientos que evitaban la putrefacción mediante la sal marina, eliminaban los pelos mediante cal, permitían la persistencia de la tinta, y aclaraban o suavizaban su superficie.
Aunque el tratamiento con sal no parece haber sido empleado en las regiones del norte, en las zonas costeras del sur de Italia o allí donde estuviera disponible, la sal marina se empleó para preservar las pieles hasta su procesamiento, poco después de sacrificar al animal. La piel permanecía durante días en tanques de sal o en salmuera por lo que los iones salinos penetraban profundamente en el tejido.
El documento de cinco metros de largo se conservó hasta el siglo XVIII en el Castillo de Sant'Angelo en Roma. / G. Vendittozzi
Según los científicos, las manchas encontradas en el pergamino analizado se produjeron por la presencia de bacterias tolerantes a la salinidad, sobre todo de la familia de las Vibrionaceae que viven en agua dulce o salada. El deterioro del pergamino se ocasionó cuando estas halobacterias –que ya estaban presentes desde la preparación del rollo y que proliferan en condiciones saturadas y a una temperatura y humedad elevadas– fueron reemplazadas por las gammaproteobacterias, dejando solo las marcas.
“Las halobacterias necesitan luz para crecer, así que las partes más dañadas fueron las más iluminadas del documento, es decir la primera y última página del rollo, así como los márgenes”, precisa la investigadora italiana. Además, al conservarse en el Castillo de Sant’Angelo, expuesto en la antigüedad a frecuentes e importantes desbordamientos del río Tiber, el documento pudo también mojarse, según la investigación.
Pergaminos antiguos a restaurar
Al conocer el proceso de colonización de estos microorganismos, los autores sugieren que otros estudios adicionales podrían ayudar a identificar la secuencia exacta de los microbios que producen las rodopsinas, las proteínas responsables de las manchas.
Los resultados podrían así ofrecer nuevos enfoques para la restauración de importantes documentos antiguos dañados, que suelen abundar en los archivos históricos. En el caso de A.A. Arm. I-XVIII 3328, el rollo pudo ser restaurado, y “ahora se encuentra perfectamente preservado”, señala Migliore.
Sin embargo, el proceso de canonización, que motivó la creación de este pergamino, no pudo completarse. “Laurentius llegó a la beatificación, que es la tercera y penúltima fase en este proceso. Después se le incluyó en el martirologio romano (catálogo de mártires y santos de la iglesia católica) y su celebración sería el 16 de agosto. A partir de ahí, o las condiciones para la postbeatificación han desaparecido o no han ocurrido”, concluye la investigadora.
Laurentius Loricatus, cuyo nombre deriva del latín 'armadura' –uno de los instrumentos que usó como penitencia–, se convirtió en benedictino y en patrón de la diócesis de Eca en Italia.
Referencia bibliográfica:
Luciana Migliore et al. “Purple spot damage dynamics investigated by an integrated approach on a 1244 A.D. parchment roll from the Secret Vatican Archive” Scientific Reports 7 de septiembre de 2017