Mariano Lastra narra el trabajo en un “laboratorio natural ideal”

Científicos gallegos estudian en la Antártida las consecuencias del cambio climático

El profesor de Ciencias del Mar de la Universidade de Vigo, Mariano Lastra, volvió a pisar este curso el continente helado, cambiando así la facultad viguesa por el "laboratorio natural ideal", como la él le gusta referirse a la Antártida. En esta ocasión su destino fue la base Gabriel de Castilla, en isla Decepción, un archipiélago situado al noroeste de la península antártica.

Científicos gallegos estudian en la Antártida las consecuencias del cambio climático
Instantánea tomada por los investigadores en un día de ventisca. Foto: UVIGO.

A lo largo del mes que duró la estancia allí el equipo de trabajo dirigido por Lastra recogió datos para poder hacer un estudio comparativo en términos de biodiversidad entre la ísla de Decepción, de origen volcánica, y Rey Jorge, situada en la parte sur y donde el 90% de la superficie es hielo. "Nosotros lo que hacemos es estudiar el efecto de ese calentamiento hidrotermal sobre la fauna marina y lo comparamos con las islas frías, las habituales de esta zona, en su día con Livingston y en este proyecto con Rey Jorge, ya que la base Juan Carlos I de Livingston está siendo remodelada", explica Lastra.

La investigación está incluida dentro de los proyectos de cambio climático y las conclusiones a las que lleguen serán básicas para empezar a determinar que ocurriría sí se produjera un calentamiento del agua en esa zona de la Antártida.

Decepción frente a Rey Jorge

Parten de la premisa de que en Decepción el efecto hidrotermal provoca mayores temperaturas en el agua y sí en la península antártica había tenido lugar un calentamiento similar se produciría un proceso semejante a lo que se observa en la isla. Analizar las estrategias reproductivas de las especies, observar sí se reduce o aumenta la biodiversidad, se llegan especies invasoras o no, son algunos ejemplos de las diferentes variables que van a estudiar. "Se trata de comprobar si el contexto ecológico ante un cambio, aunque sea ligero, de la temperatura del agua del mar experimentaría cambios significativos", explica el profesor vigués.

El proyecto se encuadra en la continuación de otro iniciado en el 2004 en el que lo que hicieron fue a comparar dos islas en términos de biodiversidad de playas antárticas. Este año continuaron recogiendo datos para poder comparar en el tiempo y, además, instalaron unos sensores de temperatura en el sustrato "registradores en continuo que hacen una medida cada cierto tiempo de forma automática y que recuperaremos el próximo año para analizar todo el proceso".

De las temperaturas que pudieron procesar hasta ahora corroboran que efectivamente existe una diferencia de entre 0,5 y 0,8 grados entre Decepción y Rey Jorge, una cifra que en términos ecológicos puede tener diferentes consecuencias. "En este caso hablamos de un efecto hidrotermal, pero sí esto se produce debido al cambio climático las consecuencias podrían ser similares y eso es lo que tratamos de analizar", apunta Lastra.
El trabajo que realizaron hasta ahora se centró en organizar el material recogido y separar el sedimento de la fauna. Con esta información, junto con los datos recogidos de temperatura, comienzan ya a avanzar en el proyecto . La previsión es tener los primeros resultados dentro de seis meses.

Mariano Lastra estuvo acompañado en la expedición por otros cinco profesores, Charo de lana Hoz, Iván Franco Rodil y Manuel García, que trabajaron con él en la base de Decepción, y dos profesores de la Universidad de Santiago de Compostela, Adoración Sánchez y José Mora que se instalaron en la base chilena Julio García Escudero en la isla Rey Jorge.

Además de trabajar en su investigación este equipo de profesores aprovechó también su estancia allí para recoger muestras para un investigador del Museo Natural de Bruselas que así se lo había solicitado antes de partir.

Toda una experiencia vital

Lastra visitó por primera vez a Antártida en el 2004 en una expedición que duró dos meses. Al poco tiempo volvió para una estancia de otros dos meses y en el 2006 se desplazó incluso al estrecho de Magallanes. En esta ocasión el viaje duró un mes y, a finales de este año o comienzos del 2010, volverá a la Antártida en la que será la segunda fase de la investigación.

El investigador destaca lo extraordinario de una experiencia en la que no hay nada negativo y sí muchas cosas interesantes, tanto desde un punto de vista científico como personal. "Los paisajes son increíbles y la sensación de estar en una zona tan lejana es muy especial", recuerda el investigador al tiempo que destaca la colaboración y el ambiente que se vive en las bases "algo muy gratificante, todo el mundo está pendiente de ayudar y colaborar", señala recordando que este año coincidieron allí quince científicos y quince militares.

En el otro lado de la balanza, "hay momentos en los que te agotas o incluso en los que pasas un poco de miedo, como por ejemplo, los desplazamientos los hacemos todos en Zódiac y, esto, en función de la climatología, pueden ser un poco delicados", señala al tiempo que le resta importancia la este tipo de acontecimiento "pues allí todo está muy planificado y controlado".

Por otro lado, el viaje hasta allí tampoco es fácil. Salieron de Vigo el 13 de enero con destino Madrid donde cogieron un vuelo que los llevó a la ciudad argentina de Ushuaia. Allí continuaron viaje, en esta ocasión en un barco con el que les llevó tres días cruzar el estrecho de Drake. Después hicieron una parada en la isla Rey Jorge, donde quedaron tres miembros del grupo; luego en la base Juan Carlos I en la isla Livingston y, de ahí, a la base Gabriel de Castilla en isla Decepción, a donde llegaron en la madrugada del día 19.

Una vez allí el rango común de temperaturas osciló entre -2 y 2, si bien, "el principal problema es el viento que provoca una sensación térmica de entre -10, -15 y hasta -20 grados".
Otra curiosidad de la vida allí es que siempre hay que ir acompañado o que, como los desplazamientos son en Zódiac, te acabas habituando a llevar puesto el traje de supervivencia.

Una anécdota de la campaña

Una noche que había muy mal tiempo, con vientos sostenidos de 120 Km/h y picos de incluso 140, los militares y científicos que estaban en la base Gabriel de Castilla vivieron una particular situación con la que no contaban pero que, afortunadamente, tuvo un final feliz.

"Estábamos todos en la base y, de pronto, comenzamos a escuchar la voz de unos desesperados que se iban a pique", recuerda Lastra. Afortunadamente, había en la zona un remolcador argentino que les pudo echar una mano, ya que ellos habían quedado sin el gobierno electrónico del barco y sin las velas. "Sin la ayuda del remolcador argentino habrían ido contra las piedras y las consecuencias pudieron ser dramáticas", destaca Lastra.

El naúfrago era el aventurero Jesús Calleja y su equipo que estaban grabando un reportaje para emitir en el Canal Cuatro en el programa "Desafío Extremo". Al día siguiente entre el personal de la base argentina y española les ayudaron a hacerse con un nuevo equipo que les permitiera continuar con la expedición. "Nos dieron las gracias a todos y participaron con nosotros en una paella que nos organizan en la base cuando partimos los científicos", apuntó Lastra.

Fuente: Universidad de Vigo
Derechos: Creative Commons
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